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Sobran veinte minutos de conversación para admirar a ese criollo de pura cepa, espontáneo, sin ínfulas, que habla en buen cubano y con energía y franqueza.

¿Qué llegó primero, la música o la actuación?

Yo empecé por la música, estudié en Guanabacoa nivel medio elemental de guitarra y canto. En esos tiempos hacíamos tradicional cubano, pasábamos cepillo en La Catedral, pero se complicó un poco, aflojó la música y un día, por problemas personales y económicos también, voy al Olga Alonso de Humberto Rodríguez a acompañar a un amigo. El amigo hizo su ejercicio y después Humberto me dijo: “¿por qué no subes y haces algo ahí?” Yo fui para allá con mi cara a “hacer algo”, le gustó a Humberto, me dijo “tú puedes ser actor, tienes condiciones para eso”, y a partir de ahí empecé como aficionado, pasé luego a Pepe Santos, ya profesional, después a Carlos Díaz, y de ahí cayó una película que se llamaba El loco soñador, con Pablo Montero, y luego Habana Blues.

Muchos te conocimos precisamente en Habana Blues, una producción bastante premiada. ¿Qué representó esa película para ti?

Habana Blues fue una puerta abierta para el mundo. La compró Warner Brothers y caminamos el mundo realmente: España, Italia, Alemania, Francia, Finlandia, Europa entera, hasta Estados Unidos, Argentina… A partir de ahí aparecieron buenos trabajos, estuve haciendo después de la película un disco con Sony BMG en España de música pop-rock, y de ahí me fui a Colombia a hacer una serie con Caracol Televisión, estuve trabajando dos años y medio en Colombia, después República Dominicana, Estados Unidos, y luego vine para acá porque imagínate, esto hala mucho a uno…

Yo pienso que en la vida de los artistas siempre hay algo que los marca, yo no sé si yo pueda hacer algo que esté por encima de Habana Blues, no solo por el hecho de la calidad de la obra, sino por lo que significó realmente en su tiempo, porque mucha gente se identificó con esa película. Estar ahí no fue fácil, a mí todo me toca por lo difícil, me pasé tres meses de casting diariamente en el ICAIC de ocho de la mañana a ocho y media de la noche, hasta que al final me dijo Benito: vas a ser tú Ruy, y eso para mí fue la vida…

Recientemente el público cubano te vio por primera vez en una telenovela. ¿Cómo te sientes con el resultado de Cuando el amor no alcanza?

De regreso a Cuba hice un par de películas que, aunque no se pusieron en los cines, le llegaron a la gente en el paquete, una se llama Botero, otra con Osmani García, Buquenque, y terminándola me encuentro con Padilla y me dice: “tengo un personaje para ti, te estoy buscando hace tiempo para eso, incluso he comprado lentes y todo para el personaje porque no encontraba el mulato de ojos verdes”. Le dije: “bueno, yo estoy aquí y me hace falta trabajar, porque he estado muy perdido y la gente ni se acuerda ya. Así empezó “la pincha” con Padilla, me dio el personaje de Víctor y nos pasamos un año y dos meses filmando la novela. Todo el mundo pensaba que iba a ser un desastre, pero enderezó en el camino y en edición muchísimo.

Las novelas cubanas vienen con un karma bastante fuerte ya, y esta iba a ser otra más, porque la producción era difícil, no había vestuario, el transporte, la alimentación, aquí se trabaja con muchas dificultades, todo es complicado; también estuvo el accidente de Patricia que a todos nos afectó, o sea, aquello estaba ya para desastre, incluso se hizo una extensión porque no alcanzó el tiempo del rodaje y perdí un trabajo en Colombia, pero bueno, es una producción grande, larga, y tienes que arriesgarte, aparecen cosas buenas a veces y tienes que dejarlas… Finalmente, la novela salió y fue increíble, pasaron tres o cuatro capítulos y se pegó, hasta el sesenta y cinco, fue una cosa espectacular, la reacción de la gente fue súper buena, ha sido realmente increíble la aceptación; ha sido tan fuerte, que es difícil creérsela.

¿Lo suficiente para compensar los vendavales de la producción?

Imagínate que yo estuve haciendo un espectáculo por Matanzas con un humorista de La Isla, el Pitufo del humor, una cosa muy loca que era como un casting “para buscar a Nereida”. A pesar de que llovió muchísimo, se llenó el teatro y cuando salimos bajo agua, me cayeron atrás cincuenta gente: “oye, párate, párate, una foto”, entramos a la casa de Gobierno, cerramos y querían tumbar las puertas, te digo que eso fue Enrique Iglesias, yo no me lo creía, Enrique Iglesias en Colón, o sea, la reacción del público fue por encima de lo esperado para mí.

Este personaje de Víctor en la novela ha sido súper fuerte, a la gente le ha entrado muchísimo y es Víctor, Víctor, Víctor por todos lados. Personalmente no me lo creo, aún tengo aquello de ¿tú estás seguro?, porque uno no se queda convencido, me ha convencido realmente el público, para mí fue un trabajo bien hecho, con muchas intenciones buenas, y los resultados fueron por encima de lo esperado.

Has experimentado el teatro, el cine y la televisión. ¿Qué prefieres?

El cine es espectacular, se trabaja más rápido, puedes hacer tres o cuatro escenas al día en una buena producción, sin embargo, en la televisión puedes hacer dieciocho o veinte escenas en un día, la gente dice que es una fábrica de chorizo. El teatro es lo más lindo de la actuación, lo más bello, lo más puro que hay. Recuerdo que cuando empecé en el teatro, yo decía: es increíble que me paguen por hacer esto, que disfruto tanto. Después pasas a la televisión y el cine y te vuelves un capitalista, porque entonces es cuánto me vas a pagar. En lo personal, yo nunca he caído en eso, he hecho millones de cosas de gratis, porque pienso que todos los trabajos te aportan algo; siempre que sean buenos, todos aportan, pero sí es este un mundo materialista, del dinero, además, también hay que pensar en que tienes que mantener una casa, porque yo vivo de eso, yo no vendo croquetas, yo vivo de la actuación y de la música. Entonces pienso que de los tres medios, el cine es el mejor, el teatro es maravilloso y la televisión es una fábrica de chorizo necesaria, porque además, es lo que te pega con el pueblo y eso para mí es muy importante, el intercambio, la relación con la gente.

¿Y la conducción?

Yo no puedo decir, ojalá pudiera, pero no puedo decir: yo soy actor, voy a hacer solamente cine y voy a vivir de eso. Eso lo pueden decir tres o cuatro personas en Estados Unidos y en no sé dónde más, porque ese tema económico con el arte es internacional, no es solamente aquí. La gente piensa que en Cuba los artistas están asfixiados y en todo el mundo es lo mismo, es una competencia brutal donde hay cinco colocados, los demás están luchando, garrapateando por ahí para arriba a ver qué hay. Entonces no puedes decir no a este trabajo o a este otro; siempre que sea dentro del medio como tal, hay que decir que sí, porque es el tema también de los frijoles. No obstante, la conducción me encanta, ahora mismo estamos haciendo Coordenadas y yo lo disfruto muchísimo, es difícil porque es de memoria, sin un teleprompter; además, mi compañera allí, Náyade Rivero, es una muchacha espectacular; Mónica Crespo, la directora, también. La conducción es muy rica también, muy fresca, y esto es grabado, pero me encantaría hacer algo en vivo también, vamos a ver si aparece algo por ahí…

Aunque comenzaste haciendo música tradicional cubana y prefieres el pop-rock, actualmente tienes una orquesta de salsa. ¿Por qué?

Yo soy fan al pop-rock, en España lo hice un poco, pero es otro mercado muy diferente en el que funciona bien ese género. Cuando llegué a Cuba, quería armar algo de música; terminé un disco independiente de pop rock, sin embargo, en Cuba ese tipo de música es para suicidarse realmente. Yo conozco un montón de piquetes, buenos músicos que son amigos míos de los años, y casi todos están inventando otras cosas para hacer música y poder vivir al mismo tiempo. Entonces a mí la música cubana siempre me ha gustado, la salsa me encanta, me encanta la timba, y hace unos meses, presentando el Festival de Música Popular Juan Arrondo, en Guanabacoa, me encuentro con esta orquesta que se llama La Portada y les digo que estoy buscando gente para trabajar, porque me hace falta y quiero trabajar en el tema de la música y nada, nos unimos, formamos un piquete súper lindo y ahora mismo es Alberto Joel y La Portada.

Hemos dado una cantidad de conciertos por todo el país tremenda, filmamos un video-clip hace poco, hay posibles cosas para el exterior que todavía no están seguras, pero son proyectos y al final la música es una sola, te paras allá arriba y si lo sientes, te llega. Para decirte la verdad, hay una cosa que es increíble, que yo no había experimentado con el tema de la salsa y la timba: cuando usted se para en una plaza llena de gente, que se tomaron cinco cervezas ya y se comieron dos panes con puerco, esas personas son felices contigo, y subirlas para el escenario y manos para arriba y dame coro y dame mambo… eso es un vacilón, realmente, y yo lo disfruto y me divierto un montón.

Un chismecito intercalado: ¿bailas?

Sí, yo no soy muy buen bailador, pero sí, bailo también un poco, aunque soy bastante izquierdo para ese tema, pero lo estoy cogiendo poco a poco.

Además del trabajo con la orquesta, ¿te volveremos a ver pronto en televisión?

Sí, ahora mismo tengo el guion en la mano de un trabajo con Luberta que se llama Lucha contra bandidos y es la historia de las bandas de alzados en el Escambray. El personaje es un miliciano, jefe de una guerrilla, un personaje bastante bueno. Tengo una novela con Brito que la preproducción debe empezar en enero y por lo demás, hay una película dando vueltas, de la cual todavía no puedo adelantar nada, pero está ahí y es una película cubana.

Al principio decías que regresaste a Cuba porque “esto hala mucho”, ¿a qué te refieres exactamente?

Hay mucha gente que se acostumbra a estar del lado de allá, yo viví casi diez años fuera de Cuba, vine dos o tres veces en ese tiempo, pero qué va, no hay nada como esto, yo he dicho que Cuba con cuatro pesos es el paraíso, uno nunca sabe cuánto hace falta del lado de allá, pero aquí con cuatro pesos es una felicidad, la verdad. Esto hala mucho, la idiosincrasia, la mentalidad del cubano, la parte humana, la parte familiar, las amistades, esas cosas tú no las vives en más ningún lugar como aquí, hasta la comida, que no es nada, es pollo y puerco, hasta la comida se extraña realmente, el saludo de la gente en la calle, todo.

(Con información de Giusette León García. CubaSí)