Enseñanzas de una verdadera amistad
Bárbara Fortes
Con el propósito de reencontrarse con cuatro personas de las que guarda especial recuerdo, viajó hace dos años y medio Germán Ortega , su esposa Amalia, también alfabetizadora y la familia. desde Sagua la Grande, hasta donde residen actualmente en la comunidad pinareña de Biones Montoto, Augusto Padrón, Tito, Mirta e Ismael, estos tres , hijos del primero.
Los conoció en 1961 cuando convivió con ellos durante seis meses, mientras cumplía con la misión asignada como técnico asesor de la Campaña de alfabetización en la zona de Guanayara, en las intrincadas montañas del Escambray Así nació esta linda amistad.
Recuerda Germán que hasta ese lugar se llegaba en transporte serrano, pero a partir de la comunidad de Jibacoa , había que salvar un extenso tramo a pies para pisar el sitio asignado.
El pintoresco sitio rural abarcaba un espacio rural que comprendía un río bautizado con ese nombre, un valle alargado y no muy ancho que se extendía por el curso del río, en un tramo bastante extenso del mismo.
Las lomas de variadas altitudes que limitaban el valle y contribuían a embellecer el paisaje natural, en cuyas laderas estaban asentadas las aisladas viviendas existentes, abarcaban desde el típico bohío de antaño hasta alguna más confortable pero que no superaban sus paredes de tabla, techo de tejas y piso de cemento, carentes todas de servicio eléctrico.
Cumplida la tarea de declarar a Cuba Territorio Libre de analfabetismo, asumió otras responsabilidades en el sector educacional en diversos lugares del país, que no le dejaron espacio para ocuparse de la satisfacción de ciertas necesidades espirituales como esta de compartir con personas que, pasaron a ocupar un lugar especial ensus sentimientos.
“ Ya con mis 70 años de vida, aferrado en satisfacer un deseo que se convirtió en una necesidad, me llevó a eliminar obstáculos y alcanzar mi sueño”
El reencuentro superó las expectativas, volver a verlos, recalca Germán, después de tantos años. Conversamos toda la noche, y revivimos aquellos momentos hermosos en Guanayara, donde le brindaron todo su amor. Augusto, el dueño de la casa, tiene ya 84 años y conserva la lucidez de su memoria, solo que se expresa en voz baja, sus hijos cumplen sus funciones en la Cooperativa de la comunidad.
Eran tiempos muy difíciles para los campesinos, pero esta familia no dudó en acoger en su seño al joven alfabetizador a quien consideraron como parte de ella y brotó como el agua del río que da nombre a la zona rural, una hermosa amistad, basada en el respeto y el cariño.
El gesto de esta familia, residente en la zona montañosa del Escambray villaclareño y donde tuvo el privilegio de trabajar Germán, ennobleció mas el corazón de este hombre, que conserva estos momentos hermosos que al juntarse forman las cosas, que hacen sentir que se ha vivido, como parte de la historia y del modesto andar por la vida.
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