Wikileaks revela cómo EEUU manipuló el acuerdo climático en Copenhague
Damian Carrington
The Guardian
Traducido por Cubadebate
Oculta detrás de la retórica de las negociaciones de “salvar el mundo del cambio climático” está la “realpolitik” sucia: el dinero y las amenazas de comprar el apoyo político, el espionaje y la guerra cibernética dedicadas a la imposición de la posición de Estados Unidos.
Los cables de la diplomacia norteamericana revelan cómo los EEUU sembraron información dañina sobre las naciones que se oponen a la posición estadounidense sobre la lucha contra el calentamiento global, cómo utilizan la ayuda financiera a ciertos países para obtener apoyo político, cómo las negociaciones están marcadas por la desconfianza, las promesas rotas y la contabilidad creativa. Y cómo EEUU montó una ofensiva diplomática mundial secreta para aplastar la oposición al controversial “Acuerdo de Copenhague“, el documento no oficial que surgió de las ruinas de la Cumbre sobre Cambio Climático de Copenhague en el 2009.
La negociación de un tratado sobre el clima es un juego de alto riesgo, no simplemente por el peligro que le trae el calentamiento a la civilización, sino también por la reconstrucción de la economía mundial hacia un modelo de baja emisión de carbonos que resultaría en que un flujo de miles de millones de dólares sean redirigidos.
Buscando fichas para negociar, el Departamento de Estado de EEUU. envió un cable secreto el 31 de julio de 2009 pidiendo información sobre los diplomáticos de las Naciones Unidas y una serie de temas, incluido el cambio climático. La solicitud se originó en la CIA. Aparte de cuales eran las posiciones de los países negociadores de Copenhague, le pidieron a los diplomáticos que buscaran evidencia de la ONU sobre aquellos que esquivaban las posiciones de EEUU frente al tratado del medio ambiente y los acuerdos entre las naciones.
Pero la inteligencia no es de sólo una vía. El 19 de junio de 2009, el Departamento de Estado envió un cable donde detalla un ataque “spear phishing” a la oficina del enviado de EEUU el cambio climático, Todd Stern, mientras andaban las conversaciones con China sobre las emisiones en Beijing. Cinco personas recibieron mensajes por correo electrónico. Estaban personalizadas para parecer que vinieron del diario National Journal. Un archivo adjunto contenía un código malicioso que le daba el control total de la computadora del destinatario a un hacker. Aunque el ataque no tuvo éxito, la División de Análisis del Departamento de Amenazas Cibernéticas señaló: “Es probable que intentos de intrusión de este tipo se mantendrán”.
Las conversaciones de Beijing no resultaron en un acuerdo global en Copenhague. Sin embargo, EEUU., el mayor contaminador del mundo histórico y de largo historial de aislamiento omo un paria climático, tenía algo al cual aferrarse. El acuerdo de Copenhague, negociado en las últimas horas, pero no incorporado al proceso de la ONU, tenía como propósito resolver muchos de los problemas de los Estados Unidos.
El acuerdo pone patas arriba el proceso vertical de la ONU y da la libertad a cada nación para señalar sus propios objetivos ante los recortes de gas de efecto invernadero, sin embargo el acuerdo no garantiza los recortes de los gases de efecto invernadero necesarios para evitar el peligroso calentamiento. Es más, amenaza con entorpecer las negociaciones de la ONU sobre la ampliación del protocolo de Kyoto, ante el cual las naciones ricas tienen obligaciones. Estas objeciones han llevado a muchos países - especialmente a los más pobres y más vulnerables - a oponerse con vehemencia el acuerdo.
Lograr que muchos países se asociaran al acuerdo sirve a los intereses de EEUU, porque aumentan la probabilidad de que fuese adoptado oficialmente. Para ello pusieron la ofensiva diplomática en marcha. Muchos cables diplomáticos se cruzaron entre el final de Copenhague de diciembre de 2009 y finales de febrero de 2010.
Algunos países no necesitaban que los persuadieran. El acuerdo prometió $ 30 mil millones en ayuda para las naciones más pobres afectadas por el calentamiento global que ellos no habían causado. Apenas dos semanas antes de Copenhague, el Ministro de Relaciones Exteriores de Maldivas, Ahmed Shaheed, le escribió a la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, expresando su deseo de respaldar el acuerdo.
El 23 de febrero de 2010, el embajador designado de las Maldivas en EEUU, Mohamed Abdul Ghafoor, le dijo al delegado de EEUU. para el cambio climático, Jonathan Pershing, que su país quería “ayuda tangible”, y así otras naciones se darían cuenta de “las ventajas que pueden obtenerse por cumplir” con el acuerdo.
El juego diplomático comenzó. “Ghafoor hace referencia a varios proyectos de un costo aproximado de $ 50 millones. Pershing le animó para que diera ejemplos concretos y los costos con el fin de aumentar la probabilidad de asistencia bilateral.”
Las Maldivas no eran propensas, entre los países en desarrollo, a adoptar el acuerdo, pero otras pequeñas naciones insulares eran vistas en secreto como vulnerables a la presión financiera. Cualquier vinculación de los miles de millones de dólares de ayuda para apoyar la política es muy controvertida. Las naciones más amenazadas por el cambio climático ven la ayuda como un derecho, no como una recompensa, y valoran ese tipo de vínculo como herético. Pero el 11 de febrero, Pershing se reunió con la comisaria de Acción por el Clima de la UE, Connie Hedegaard, en Bruselas, donde ella le dijo, según un cable que “la AOSIS [Alianza de los Pequeños Estados Insulares] podrían ser nuestros mejores aliados dada su necesidad de financiación“.
Ambos estaban preocupados por el reparto de los $ 30 mil millones, pero en particular por cómo iban a ser recaudados y Hedegaard planteó otro tema tóxico: si la ayuda de EE.UU. sería todo en efectivo. Ella le preguntó si los EE.UU. tendrían que hacer alguna “contabilidad creativa”, señalando que algunos países como Japón y el Reino Unido querían garantías de préstamos, no subvenciones solamente. Una táctica a la cual se opuso. Pershing dijo que “los donantes tienen que equilibrar la necesidad política de proporcionar financiamiento real con las limitaciones prácticas de presupuestos ajustados”, informó el cable.
Junto con las finanzas, el otro tema traicionero en la negociaciones sobre el clima mundial, algo que actualmente continúa en Cancún, México, es la confianza de que los países cumplan con su palabra. Hedegaard preguntó por qué los EE.UU. no estuvieron de acuerdo con China y la India en lo que ella vio como medidas aceptables para monitorear las reducciones de emisiones en el futuro. “La pregunta es si van a cumplir con las palabras”, dice el cable enviado a Pershing.
La confianza es escasa en ambos lados de la brecha entre las naciones desarrollados y en desarrollo. El 2 de febrero de 2009, un cable de Addis Ababa informa de una reunión entre la subsecretaria de Estado de EE.UU., María Otero, y el ministro de Etiopía, Meles Zenawi, quien dirigió las negociaciones de la Unión Africana sobre el cambio climático.
El cable confidencial registra una contundente amenaza de EE.UU. a Zenawi: “firma el acuerdo o la discusión se acaba ahora“. Zenawi responde que Etiopía apoyará el acuerdo, pero tiene una preocupación: necesita una garantía personal de Barack Obama en la entrega de la financiación de la ayuda prometida, pues esta no se está cumpliendo.
El empeño de EE.UU. de buscar aliados para contrarestar sus adversarios más poderosos - los gigantes económicos emergentes de Brasil, Sudáfrica, India, China-, se establece en el otro cable desde Bruselas el 17 de febrero. Es un informe de una reunión entre el asesor adjunto de Seguridad Nacional, Michael Froman, Hedegaard, y otros funcionarios de la UE.
Froman dijo que la UE tenía que aprender de la habilidad básica de obstaculizar las iniciativas de EE.UU. y la UE y jugar unos contra otros a fin de “manejar mejor el obstruccionismo de terceros países y evitar futuros choques de trenes sobre el tema del clima”.
Hedegaard está dispuesta a asegurarle a Froman del apoyo de la UE, lo cual revela una diferencia notable entre las declaraciones públicas y privadas que hacía la comisaria. “Esperaba que los EE.UU. tomaran nota de que la UE silenciaba su crítica de los EE.UU., para ser constructiva”, dijo el cable. Hedegaard y Froman discutieron la necesidad de “neutralizar, cooptar o marginar a los países que no ayudan, como Venezuela y Bolivia”, antes de que Hedegaard nuevamente vinculara la ayuda financiera con el apoyo al acuerdo, señalando “la ironía de que la UE sea un donante importante para estos países” . Más tarde, en abril, EEUU. cortó su ayuda a Bolivia y Ecuador, citando la oposición de esos paises al acuerdo.
El presidente boliviano, Evo Morales, ha hecho caso omiso a la ironía, según un cable de 9 de febrero de La Paz. El embajador danés en Bolivia, Morten Elkjaer, le dijo a un diplomático de EE.UU. que, en la cumbre de Copenhague, “el primer ministro danés Rasmussen, pasó unos desagradables 30 minutos con Morales, durante los cuales Morales le dio las gracias pero [los $ 30 millones año en] ayuda bilateral, pero se negó a participar en las cuestiones del cambio climático.”
Después de la cumbre de Copenhague, aparece nuevamente la vinculación de la financiación y la ayuda con el apoyo político. Funcionarios holandeses, al principio rechazan las proposiciones EE.UU. para respaldar el acuerdo, y hacen una declaración sorprendente, el 25 de enero. De acuerdo con un cable, el negociador holandés del clima, Sanne Kaasjager, “ha redactado mensajes para las embajadas en las capitales que reciben asistencia holandesa para el desarrollo y solicita apoyo al acuerdo. Se trata de una medida sin precedentes para el gobierno holandés, que tradicionalmente rechaza cualquier sugerencia de utilizar el dinero como palanca política“. Más tarde, sin embargo, Kaasjager da un poco de marcha atrás, y dice: “los Países Bajos tienen dificultades para vincular el acuerdo de asociación con la condición de recibir financiación sobre el clima.”
Tal vez el uso más audaz de los fondos que se revela en los cables es el de Arabia Saudita, el segundo productor mundial de petróleo y uno de los 25 países más ricos del mundo. Un cable secreto enviado el 12 de febrero registra una reunión entre funcionarios de la embajada de EE.UU. y el negociador del cambio climático Mohammad Al Sabban. “El reino necesita tiempo para diversificar su economía aparte del petróleo, dijo [Sabban], señalandole a los EEUU el compromiso de ayudar a Arabia Saudita en sus esfuerzos por diversificar la económia que ‘levantarían la presión a las negociaciones sobre el cambio climático”.
A los saudíes no le gustaba el acuerdo, pero estaban preocupados por si habían fallado en algo. El asistente del ministro de petróleo, el príncipe Abdulaziz bin Salman, le dijo a los funcionarios de EE.UU. que le había dicho a su ministro, Ali al-Naimi, de que Arabia Saudita había “perdido una oportunidad real de presentar algo inteligente, como la India o China, que no era legalmente vinculante, pero que indicaba alguna buena voluntad hacia el proceso sin comprometer sus intereses económicos claves”.
Los cables obtenidos por WikiLeaks acaban a finales de febrero de 2010. En la actualidad, 116 países se han asociado con el acuerdo. Otros 26 dijeron que tienen la intención de asociarse. Ese total, más de 140, se encuentra en el extremo superior de la meta 100-150 revelada por Pershing en su reunión con Hedegaard, el 11 de febrero.
Los 140 países representan casi el 75% de los 193 países que forman partes de la Convención sobre el cambio climático de la ONU y responsables de más del 80% de las actuales emisiones globales de gases de efecto invernadero.
En interior de las grandes negociaciones de la ONU en Cancún, México, sobre el cambio climático, ya se han producido confrontaciones sobre cómo entregar el financiamiento para cumplir los acuerdos. La mayor sorpresa ha sido el anuncio del Japón de que no apoyará una ampliación del tratado de Kyoto. Eso le da un gran impulso al acuerdo. Las negociaciones diplomáticas de EEUU al parecer están ya dando fruto.
La XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático se celebró en Copenhague, Dinamarca, del 7 al 18 de diciembre de 2009. Denominada COP 15 («15a Conferencia de las partes»), fue organizada por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que organiza conferencias anuales desde 1995 con la meta de preparar futuros objetivos para reemplazar los del Protocolo de Kioto, que termina en 2012.
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