Después de 21 años haciendo milagros como torpedero de Villa Clara y el team Cuba,Eduardo Paret Pérez se siente subutilizado en su provincia. Para nada le interesa ocultar la decepción, aunque parece estar acostumbrado ya a ese estado.
Me lo encuentro en los bajos del 12 plantas que escolta al Sandino santaclareño. Hasta allá me ha llevado mi amigo Benigno, que cruza dos palabras con el ex torpedero y éste asiente enseguida. “¿Dónde podemos sentarnos para la entrevista?”, le pregunto, y él me sugiere entrar al barcito del inmueble.
Es de mañana, así que no hay escándalo en el bar. Apenas un par de parroquianos comparten civilizadamente en una mesa al fondo. Paret se sienta frente a mí, me mira con la misma tranquilidad que se veía en sus ojos al enfrentar a un pitcher con dos outs, cuenta de 3 y 2 y bases llenas, la carrera del gane en la inicial. “Solo te pido que luego las fotos las hagamos en el dugout del equipo, contigo en el mismo asiento que ocupaste año tras año”. “No hay problema, empecemos”. La grabadora enciende su bombillo.
¿A qué se dedica Paret hoy?
-Estoy en la Academia, sigo trabajando con el sub 23, aunque no con el equipo provincial. Me hablaron para que ayudara allí pero no pude porque no tenía tiempo.
Acabas de regresar de Miami, luego de participar en el programa El Jonronazo…
-Estuvimos más de un mes allá, y la acogida fue muy buena. Pude ver a mucha gente que hace mucho tiempo no veía, como Rolando Arrojo, Jorge Luis Toca, Ángel López, Jorge Díaz, Yobal Dueñas… Pasé un mes de maravillas.
Háblame de aquel suceso provocado por una supuesta llamada telefónica al propio Arrojo, quien había abandonado el país. ¿Qué opinión te merece a la vuelta del tiempo?
-Nunca se me va a olvidar aquello. Yo tenía 23 años. He hablado con algunos de los que decidieron la sanción y dicen que eran otros tiempos. Pero para mí son los mismos tiempos y lo que hicieron fue fastidiarme la vida. Estuve cuatro años sin poder viajar. Solamente mi familia y mis amigos allegados saben lo que sufrí entonces. Fueron muchas cosas malas. Todo el mundo me dio la espalada.
Y en la plenitud de tu carrera…
-Fue un momento difícil. Yo sí sé lo que pasé. La gente se alejaba y me trataba como si yo fuera la peste.
¿Qué te parece hoy aquella rivalidad que existía entre tú y Germán Mesa? Hace poco leí que habías dicho que tú eras más integral, según los números…
-Eso fue el centro de lo que se habló en Miami cuando fui. Ya ni él ni yo jugamos e incluso en Internet sigue la discusión Germán-Paret. Hace poco compartimos mientras se conformaba el equipo Villa Clara. A mí Germán me enseñó muchas cosas, cuando estábamos en el equipo nacional me ayudó mucho. Para mí es un orgullo que me comparen con él y que me incluyan entre los primeros torpederos que han jugado en Cuba. Como siempre digo, lo mío era jugar, jugar y jugar, y que la gente se sintiera bien con mi juego. Cada fanático tiene su preferido.
Pero, ¿qué piensas tú?
-Es que yo para eso soy muy subjetivo. Para mí, mi carrera fue bonita. Ahí están los números. Hay gente que se va por los números, hay gente que no. Creo que Germán ha sido el mejor guante de los torpederos cubanos.
¿Cómo perfeccionaste tanto aquella jugada que a mí me encantaba ver, en la que usabas el pie como bastón, te parabas en el hueco y tirabas? Ningún torpedero cubano se especializó como tú en esa jugada.
-Yo la hacía así porque era como mejor me sentía. Pedro Jova me decía que uno debía hacer las cosas como más cómodo le fuera. Germán lo hacía de otra manera. Tiene que ver mucho con las habilidades que cada cual tenga.
Tú tenías más posibilidades con el brazo…
-Sí, yo tenía buen brazo.
Creo que ningún torpedero tuvo mejor brazo que tú en Cuba, si acaso Juan Carlos Calvo o Agustín Arias. Y a robar bases, ¿quién te enseñó?
-Siempre digo que para mí el béisbol existió por Víctor Mesa. Desde niño yo quería ser como él y ya cuando entré en el equipo Villa Clara, me enseñó muchas cosas. Y sí, una de esas fue la habilidad para el robo de bases.
Pero tú no eras ese tipo de pelotero explosivo…
-No, pero me gustaba ese juego rápido, de robar bases y correr mucho. Si la pelota se le iba al pitcher, yo ya estaba en segunda. Yo no era bateador de .390 o de .400, pero a veces eso no es lo más importante.
Claro, bateando .280 con muchas bases por bolas, también podías robar mucho. ¿Consideras que fuiste un bateador paciente?
-Víctor me decía que había que mirar al pitcher y al receptor a la vez. Yo creía que no se podía hacer eso y él me respondía que él no era un fenómeno y que si él podía, yo también. Aprendí además que había que ver los juegos que transmitía la televisión, para mirar las señas y los movimientos del receptor o del pitcher. De ahí empecé a tomar esas ideas que él me dio y casi robé 500 bases.
¿Sigue Víctor siendo tu ídolo?
-Nos llevamos muy bien. Todavía hoy cuando tengo un problema, enseguida llamo a su casa para que me ayude. Víctor es una gente que nunca dice que no. A mí me gusta que siempre dice lo que tiene que decir. Ojalá y aquí hubiera 10 ó 15 Víctor Mesa para que la pelota se arreglara.
¿Es cierto que cuando el problema vinculado con Arrojo fue Víctor quien te ayudó a encaminarte otra vez?
-Sí. Yo estuve un año sin jugar y luego quedé de segundo torpedero y no fui a ningún lugar; luego quedé de tercero y tampoco fui a ninguna parte. A la Olimpiada del 2000 tampoco me llevaron. Ya en 2001 asignaron a Víctor como director de Villa Clara y él habló con Humberto Rodríguez, que presidía el INDER. Después de eso mi primer torneo fue en Holanda; allá dormí en la misma habitación del director. Nos entendíamos muy bien. A partir de aquel momento crecí como persona, porque esos años de sanción me fortalecieron. Y luego, cuando regresé a Cuba, Fidel me puso las manos en el pecho y me dijo: “Palante”. Aquello me levantó más todavía.
¿Eras un pelotero pendiente de las estadísticas?
-Antes no se llevaban las estadísticas de forma tan completa como ahora. A veces tú llegabas a un terreno, a punto de romper algún récord, y no lo sabías. Cuando aquello, por ejemplo, existía un récord de Juan Carlos Millán de cuatro dobles en un juego. Yo estaba en una Selectiva en la Isla de la Juventud y bateé tres dobletes, sin saber que estaba a punto de igualar una marca. Entonces di un jonrón de foul y fue Toca quien se acercó a decirme que si salía hit no parara hasta segunda. Y así lo hice.
¿Por qué halabas tanto la pelota?
-Al principio yo bateaba más para el rightfield. Con el tiempo me empezaron a lanzar muy pegado, me dieron muchos pelotazos, y entonces empecé a halar cada vez más.
¿Cómo perfeccionaste tanto el toque?
-Es que Jova fue muy buen tocador de bola y me orientó mucho. El tercera base siempre me cubría muy adelantado y al halar la bola, le pasaba por el lado. Es difícil lograrlo pero se puede, con tiempo y trabajo.
¿Qué me dices del jonrón y medio que le diste a Matsuzaka?
-Sí, le di uno bueno y uno de foul. Esa fue una pelota que, como se dice, quedó a la altura de las letras. Fue un batazo importante porque Matsuzaka terminó siendo el Más Valioso del Clásico y salía para un contrato en Grandes Ligas. Fue un orgullo darle un jonrón a un pitcher como él y un orgullo, también, haber estado en esos Clásicos. Nunca jugué a mejor nivel que en esos dos campeonatos.
¿Te acuerdas de aquella jugada del Primer Clásico en la que te confiaste con el famoso ‘out de oficio’ y el árbitro cantó quieto?
-Sí, me fui por encima de la base. El árbitro no se confundió, pero no puede decir tampoco que él vio eso. Fue una jugada muy chiquita.
¿Tenía Japón un equipo más compacto que Cuba?
-Sí, y los americanos también.
¿Trabaste relación con algunos de aquellos grandes peloteros?
-No, al venir para acá no había posibilidades de correo ni conexión a Internet.
¿Por qué el número “2”?
-Me gustaba el “4”, por Jova, y ya después me quedé con el “2”, porque tú sabes que normalmente los peloteros chiquitos usan números pequeños.
Fue pura coincidencia que ese fuera el número de Derek Jeter…
–Lógico, antes esa pelota no se podía ver como ahora y yo sabía poco de ella. Me hubiera gustado ver más a Jeter o a Ozzie Smith. Un detalle: en las Olimpiadas de Atlanta jugué con el “4”, por Jova y por Giraldo González, que era el otro shortstop que me gustaba.
Tremendo equipo el de 1996. ¿Fue el más integral en que jugaste?
-Puede ser. Jugar con tan grandes peloteros fue un reto enorme, y para colmo, sustituyendo a Germán. En la vida uno tiene que agarrar las oportunidades que se le dan y yo me preparé muy bien. Yo le decía a mi esposa que no podía dar chance a que cambiaran a Linares para el campo corto (como pensaron hacer) porque si lo ponían allí, yo jamás jugaría. Al final, fui el mejor campo corto de las Olimpiadas.
¿Cuáles serían los cinco mejores torpederos de las Series Nacionales?
-Pedro Jova, Germán Mesa, Giraldo González, Reynaldo Ordóñez y yo.
¿Y si tuvieras que hacer un Equipo Ideal?
-Te digo de los que vi jugar: Ángel López de receptor, Muñoz en primera, Pacheco en segunda, yo en el short y Linares en tercera. En los jardines, Víctor, Casanova y Lourdes Gourriel. De designado, Kindelán.
¿En qué dirección te sentías más cómodo para fildear?
-Para la izquierda. Uno se mueve mejor para la parte del guante.
¿Y para atrás?
-Según el jardinero que tuviera. Si estaban Oscar Machado o Víctor, yo corría sin problemas para atrás, porque teníamos muy buena comunicación. Una vez que ellos se fueron, yo dejé de moverme mucho hacia atrás, porque no puedes jugar con un centerfield o un jardinero izquierdo que te pida la bola ya cuando tú estás en la zona. Y en el Cuba, con Cepeda, yo sabía que debía correr y buscar el fly porque él no estaba bien del brazo.
¿Cuántas lesiones tuviste en tu carrera?
-Unas cuantas. La primera fue en los tobillos. Es que la posición de nosotros los torpederos es muy difícil.
¿Por eso empezaste a jugar con botas?
Sí, fue Víctor el que me recomendó usarlas para protegerme. Nunca tuve problemas en el brazo o en las rodillas. Y la otra dolencia que me afectó fue en los cuádriceps.
¿Juegas pelota actualmente?
-Yo tenía un equipito en Santa Clara e íbamos a jugar a los municipios. Ahí cubro el short o el jardín central, que es otra posición que me gusta mucho. Pero hace rato que no jugamos porque estoy en construcción en la casa y antes estuve en México.
Villa Clara no ha podido estabilizar un torpedero en las últimas campañas. ¿Alguien te ha pedido tu asesoría en ese sentido?
-Lo peor que se ha hecho es traer a gente de otros lugares, porque en la provincia hay jugadores con los que trabajar. Lo que pasa es que quienes deciden están sentados detrás de un buró. Por ejemplo, hay uno que es bastante bueno. ¿Tú sabes por qué no lo quieren? Porque dicen que es bonitillo y se creen que no va a estar en el juego. Pero para eso está el entrenador. Mientras me cumpla en el terreno, a mí no me importa si el muchacho se pinta el pelo o se hace dos tatuajes. En realidad, conmigo nunca han contado para nada de eso.
Entonces, ¿estás como una figura decorativa?
-Sí, como están los entrenadores, que no deciden a la hora de hacer el equipo.
Y de los torpederos cubanos que están en Grandes Ligas, ¿cuál te parece mejor?
-Candelita Iglesias y Echeverría. Las manos de Candelita son las mejores. Yo tuve la oportunidad de verlo allí en el Estadio de los Marlins y tiene una movilidad increíble. A Aledmis Díaz le va a costar más trabajo abrirse espacio en el equipo que está. Y el otro que posee muchas facultades pero no es disciplinado, es Erisbel Arruebarruena. Le sobra alcance para los lados, pero falla en los lances de frente. Y esos tienen que ser out siempre.
¿Qué piensas de aquel equipo del triple campeonato con Jova al timón?
-Para mí y para muchos aficionados, ese es uno de los mejores equipos que han pasado por la pelota cubana. Incluso otros peloteros, como el mismo Duque Hernández, han reconocido que el Villa Clara de los años 93 al 97 fue un equipo muy fuerte. Yo no creo que eso se vuelva a dar. Toca en primera, Jorge Díaz en segunda, yo de torpedero, Acebey en tercera y Ángel López de catcher. En los jardines teníamos a Víctor, Oscar Machado y Eddy Rojas. Entre los pitchers estaban Arrojo, Jorge Pérez, Montes de Oca… Luego estuvieron Vladimir Hernández y Pestano como receptor.
¿Fue Jova el mejor director que tuviste?
-Sí. Era como si fuera un jugador más. Él hablaba con nosotros sin problemas.
¿Es ese el secreto de su éxito?
-La gente dice que fuimos un equipazo, pero eso tuvo mucho que ver con lo que nos enseñaba Jova. Éramos figuras muy jóvenes; incluso muchos empezábamos entonces. Jova fue un atleta disciplinado y con conocimientos, y así nos guió a nosotros. Él exigía que estuviéramos metidos en el juego de pelota, no se podía estar disociado. Ahora las cosas no son así. En mi último año como jugador me decepcioné mucho del equipo. Estabas en un juego y veías peloteros fuera del terreno hablando, lanzadores que terminaban de pitchear y se iban del estadio… Con Jova no existía eso. Uno debía quedarse hasta el final. En ocasiones él se sentaba para atrás y nos dejaba solos porque cada cual sabía lo que tenía que hacer. Después del juego si tú quieres vas y te tomas una botella de ron, pero mientras esté el juego andando es con la cabeza metida en eso. La gente critica los métodos de Víctor, pero para dirigir hay que ser fuerte. Si no hay disciplina, olvídate, que el equipo no camina.
Y a ti ¿no te gustaría dirigir?
-Yo quisiera probarme, si mejora la pelota que tenemos. No me gusta la mentira. Si algún día dirijo, lo hago como me gusta a mí, con el apoyo que debe existir del Gobierno y del Partido. Eso sería bueno, tener ayuda y saber que te van a decir siempre la verdad. Si voy a meter la pata, la meto yo; y si gano, gano yo.
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