Blogia
A mi Entender

Best-seller, un fenómeno nacido hace más de 500 años

 

Los best-sellers que hacen latir de prisa el pulso y el corazón de los editores tienen carta de identidad remota: nacieron con la imprenta y aún tienen antecedentes anteriores.

 El éxito repentino de un libro, que dispara ventas vertiginosas, es un fenómeno antiquísimo. Data incluso de los tiempos en que la edición era un trabajo de amanuenses y copistas.

 

Lo único nuevo es el nombre con el cual lo bautizaron, en el siglo XX, los editores norteamericanos; y los ardides publicitarios para cobijarlos: difusión mediática masiva, reseñas a granel, y premios nacionales e internacionales.

Así lo consigna el escritor cubano Alejo Carpentier (1904-1980) en una de sus enjundiosas crónicas periodísticas, en las que pasa revista a todo aquello capaz de incitar la curiosidad o el intelecto.

 

El primer best-seller nacido con la invención de la imprenta fue, según él, La leyenda áurea, de Jacobo de la Vorágine, un monje dominico del siglo XIII, obispo de Génova, que consagró sus mejores energías a redactar vidas de santos.

Una vez llevado a imprenta en 1474, el viejo manuscrito alcanzó un éxito rotundo, al punto de que en 1500 totalizaba 74 ediciones, más de tres por año en poco más de un cuarto de siglo.

La segunda oleada del best-seller corresponde al siglo XIX con el surgimiento del Romanticismo, el auge de las novelas populares y los folletines de Eugenio Sué (Los misterios de París), germen de los actuales melodramas.

A todos los dejó atrás Víctor Hugo con Los miserables, el más sonado best-seller del siglo XIX concebido como una sinfonía en cuatro movimientos, que constaba inicialmente de 10 tomos.

Construida a retazos, la obra se publicó cuando el poeta se hallaba desterrado en la isla de Guernesey. La concluyó el 30 de junio de 1861, a las ocho y media de la noche. A esa hora acababa de morir Jean Valjean, su protagonista.

Solo las primeras ediciones le reportaron a Víctor Hugo —anota Carpentier— un millón de francos en oro, una verdadera fortuna en la moneda de la época.

El siglo XX llevó a su pináculo el fenómeno del best-seller en una curva ascendente en la que tienen cabida desde la auténtica literatura hasta los libros chatarra.

Junto a monumentos como Cien años de soledad o El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, conviven tiradas millonarias de sagas como las de Harry Potter, volúmenes de autoayuda, subproductos como El código da Vinci o literatura kleenex, lista para consumirla y desecharla.

Pero ese fenómeno tampoco es nuevo. A la par de Los miserables, en el siglo XIX cobró categoría de best-seller —en cifras de venta y difusión— un libro como La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher Stowe, con abundante elemento folletinesco y episodios para enternecer y llorar.

Lo salva su denuncia de la esclavitud y su poder de reclutar voluntades en pro de la causa abolicionista.

Lejos de decaer, el best-seller sigue su marcha imponente y se dispone a nuevas conquistas en el siglo XXI.

(Por Anubis Galardy. Fuente: PL)

0 comentarios