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A mi Entender

Exclusiva: Lo que un día me contó Elena de Formell

20140503145315-elena.gifPor Ricardo R. González

La noticia de la «partida» del maestro Juan Formell, en la noche del primer día de este mayo, me estremeció el alma. Aun no lo concibo, aunque por mucho que no quiera tendré que adaptarme a la irremediable realidad.

Apenas han transcurrido 24 horas de una consternación devenida luto mundial. No solo La Habana llora, lo hace Cuba, y otros sitios donde la huella «vanvanera» roba corazones. Por eso, entre el ir y venir de recuerdos, me vino a la mente una de las tantas conversaciones sostenidas con su Majestad Elena Burke en sus visitas a Santa Clara.

No sé cómo salió a colación Juanito, pero de momento me relató la timidez tan grande que traía aquel día en que venía con el sueño de que aquella señora intérprete cantara algunas de sus composiciones.

«Yo —relata Elena— lo conocía desde hace tiempo como integrante de las orquestas acompañantes de los centros nocturnos y luego en la nómina de la Revé. Por entonces, preparaba un LP (Areito 3297) a principios de los años 70. Buscaba un balance en el repertorio con una mezcla de temas más cercanos a la balada y otros que realzaran lo movidito, según mis particularidades. Entonces llegó Formell que iniciaba los primeros pasos con Los Van Van, Dos temas portaba en partituras: De mis recuerdos y Ya lo sé, sin imaginar el músico que, a la postre, resultarían composiciones claves para el disco.

«Desde que las estudié me di cuenta que era lo que buscaba. Y dije para mí: «a este hay que echarle un ojo»

Y rauda, con la picaresca característica, recalcó; «Mal pensado, solo desde el punto de vista musical».

Fue tanta la impresión que dejó en la Burke que a los pocos días le solicitó más temas.

«Entonces me trajo un shake blues (Lo material), y un afro shake denominado Un diálogo. Por cierto, en este último hicimos una especie de dúo para reforzar el sentido de la canción, y al margen de formar parte del long playing dio título a un sencillo de los entonces 45 rpm (EP Areito 6135) que en aquella época se conformaban con cuatro canciones.

Algo similar ocurrió con Pero qué será de mí, un shake incluido en otro disco sencillo (EP Areito 6101), y que él mismo hiciera el arreglo».

Y ya en los finales de la década de los 60 la bien llamada Señora Sentimiento se percataba del talento de un hombre integral.

«Además de un excelente cronista, que recoge las vivencias, los conflictos, las anécdotas de su pueblo, constituye un innovador incansable. Cuando las técnicas de grabación eran arcaicas ya él estaba adelantado a su tiempo. Por eso al escuchar las instrumentaciones de Ya lo sé, y De mis recuerdos quedé inmóvil. Sé que conservas el disco original, por eso repásalas y comprobarás lo que te digo».
Conocedora del universo musical Elena se detuvo en el trabajo con Los Van Van.

«Nada más que hay que valorar la inclusión del bajo eléctrico junto a otros instrumentos que evolucionaron aquella concepción inicial de la charanga. Después vinieron los trombones, el acople de las voces en los coros, la agudeza de no perder la perspectiva dentro de lo que ocurre en el mundo en torno a la música…».

Con el carisma de una incansable conversadora, aun en los más difíciles estados de ánimos, Elena me confesó que lo único que no compartía con Formell era su predilección por las ranas.

«Vas a su casa y encuentras repisas con las más disímiles formas. Claro hechas de cerámica u otro material, pero relacionadas con estos anfibios que no resultan de mi agrado, y es algo curioso porque cuando sale al extranjero o emprende las giras por el país siempre trae alguna en su equipaje que las compra o se las regalan. Si fuera yo ni me atrevía porque me parece que van a cobrar vida en la maleta y me saltan al abrirla».

La plática fue matizada en todo momento. Elena me hablaba de la sencillez de un cubano normal vestido con extremo respeto, pero sin pelos en la lengua. Cuando tenía que decir pan, era pan, y vino, vino.

«Varias veces me acompañó a la guitarra, y siendo ya quien era notaba que aquel temor inicial hacia mí no lo había perdido. Yo le decía: muchacho tú no te das cuenta de que soy yo quien tiene que subir la cabeza para verte… y solo se reía, mas tuve el privilegio de ser la primera intérprete en cantar sus canciones, y soy muy feliz por este distintivo».

Y es que Formell va más allá del songo y la timba. Incursionó en el filin, en la balada, en la fusión de los géneros de cada etapa. Recuerdo que le pregunté a Elena en qué estribaba el éxito del autor de La Habana no aguanta más.

Y sin pensarlo dos veces ripostó: «En ese laboratorio que lleva consigo, y en su indiscutible talento, Formell, al margen de todo, constituye un trovador. Por eso el día que le llegue la hora definitiva, y ojalá nos durara siempre, habrá que ponerlo en el pedestal de los grandes inmortales de la música cubana y ¿por qué no? del mundo. Que no te quepan dudas».

Elena ya no está. Juanito tampoco, mas desde la eternidad estoy seguro que compartirán los largos caminos entre una Majestad indiscutible y el perdurable rey del songo. Es más, llegan ya sus trinos para beneplácito de todos.

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