José Ariel Contreras: «En contra de Cuba no juego»
Hemos conversado con José Ariel Contreras. Es la tarde del 30 de enero y estamos en Las Martinas, su pueblo, casi en lo último de Pinar del Río. A la entrada hay una iglesia sin pintar, de largas paredes desnudas y grises. Al lado hay un banco, luego un puesto, presumiblemente cafetería. Uno sigue por la calle principal, y dos o tres cuadras después de la iglesia, si dobla a la derecha, llegará a la casa de su familia. Tendrá que pasar el asfalto, internarse en el polvo denso. Con esa mentalidad difusa de la ciudad, uno no puede dejar de preguntarse cómo fue que de este sitio salió un pitcher tan perfecto. Nueva York es tan cosmopolita que ha albergado gente hasta de Las Martinas. Las Martinas puede ser tan universal que ha colocado gente suya en Nueva York.
La reciedumbre atlética de Contreras, la caja ordenada y robusta que es su cuerpo de Grandes Ligas, revestido por una piel justa y tersa, no inspira demasiado temor. La gentileza del hombre, su cortesía hacia los cuatros costados, es lo que deja a uno fuera de sitio. De los ojos le salta el éxtasis, de la barbilla le nace un chivo gracioso y breve, del cuello le cuelga una cadena larga que termina en un dije mediano y en el dije, incrustado, el número 52. En uno de sus dedos sobresale, como piedra de la tierra oscura, un grueso anillo de world series.
Se sienta en el sillón de su sala. Al fondo un afiche de los Yankees donde aparece, además del cubano, Jeff Weaver, Roger Clemens, Andy Pettite, y al frente un poster de Pinar del Río con Contreras en el banco, un guante en la mano y la vista posada más allá de la foto. Uno mira su brazo derecho y no encuentra un detalle que revele lo que ese brazo ha hecho desde el box, el país y las ciudades que ha puesto de pie. Uno quisiera preguntar el secreto, pero es una pregunta tonta, que ni Contreras ni nadie sabría responder.
-¿Cómo has encontrado Cuba, más de diez años después?
-Diez años. Es mucho tiempo. Desgraciadamente tuve que venir por problemas de salud de mi madre, pero ya está mucho mejor. Tuve que quedarme diez días en La Habana, esperando su recuperación, y me han tratado increíble. Yo pensé que la gente se había olvidado de mí. Para nada. Me han tratado con muchísimo cariño. La gente me sigue queriendo y respetando mucho.
-Qué diferencias hay entre el Contreras que se fue y el Contreras que regresa.
-Ninguna. Diez años de más, fuera de aquí, sin mis fanáticos y mi gente, pero todo igual. A mí me da mucha alegría ver cómo por cada lugar que pasaba, la gente me decía: “pero tú sigues siendo el mismo”, y eso me llena de orgullo, de energía para seguir, para subir pronto a la loma, porque como todos saben estuve fuera de la temporada el año pasado, por una lesión en el codo.
-¿Y entre el pitcher que se fue y el pitcher que regresa?
-Hay bastantes diferencias. Creo que soy mejor ahora, por toda la experiencia. No soy un muchacho ya, tengo 41 años y me siento mucho mejor, con más consistencia en la velocidad y en los pitcheos.
-Pero, ¿qué aprendiste allá que no te hayas llevado de aquí?
- No es lo que he aprendido allá de diferente, sino todos estos años, la experiencia, no tanto en el béisbol, sino en la vida. Todos los días uno aprende cosas nuevas y eso es lo que me ha llevado a ser un mejor pitcher.
-Tu salida de la selección nacional, en 2002, causó conmoción. Antes se habían marchado jugadores, pero Contreras fija un momento. Tu regreso también abre un camino, de alguna manera inicia un puente. ¿Imaginas a los peloteros que se fueron, jugando nuevamente por Cuba?
-Antes que todo somos cubanos. Donde quiera que estemos y haciendo lo que hagamos. Jugando beisbol, o barriendo una calle en cualquier lugar del mundo, seguimos siendo cubanos. De hecho, yo tengo una cláusula, que firmé en 2002 con los Yankees, donde dice que en contra de Cuba no juego. Si juego en un evento internacional, es con mi equipo. Y ese es mi sueño, tener la oportunidad de jugar por Cuba antes de retirarme. Pasa lo mismo con el resto de los peloteros que jugamos fuera. Pero no depende de uno. Agradezco al gobierno cubano por dejarme regresar. Lo otro sería representar al país. Si sucediera, entonces me retiro tranquilo.
-¿Participarías en el III Clásico?
-Claro. Pero el equipo está bueno, es joven, y con muchos deseos de jugar. Eso nos caracteriza. Fueron las mismas ganas que me empujaron a seguir fuera de Cuba, como lo hizo el Duque, Liván (Hernández)… A los muchachos les falta madurez, pero la irán alcanzando con el tiempo. Hay mucho talento.
-¿Cómo viviste el I Clásico?
-Lo disfruté. Lo disfruté mucho. Estaba en un bar, en Arizona, y me subí en la mesa a bailar, para celebrarlo como si estuviera aquí. En el Segundo no nos fue tan bien, pero creo que este promete.
-¿Sigues el beisbol cubano?
-Yo sé todo. Conozco a todos los muchachos, es mi beisbol, es mi vida. Veo cada juego, cada partida. Ahora estoy sufriendo un poquito porque Pinar del Río no está óptimo. Pero vamos a clasificar, claro que sí.
-¿Cree Contreras, tal como se dice, que el beisbol cubano ha cedido cualitativamente?
-No es tan así, son etapas. Los setenta tuvo el mejor Cuba de todos los tiempos. El equipo de los ochenta fue bueno. El de los noventa más o menos. Y así ha ido variando. Pero llegará el momento en que tengamos un tanque parecido al de los setenta, cuando estaba Capiró, Marquetti.
-¿Necesaria la profesionalización?
-Sí, sería bueno. De las primeras trece Series del Caribe, ganamos once, en un momento donde había cubanos regados por todas partes. Creo que eso te hace más fuerte. Hará que salgan más peloteros. El mejor béisbol del mundo está en Estados Unidos, pero allí juegan los japoneses, los coreanos, los dominicanos, los venezolanos. Los cubanos tendrían que insertarse. La calidad subirá. Indiscutiblemente.
-Cuando llegaste al Yankee Stadium, ¿qué pensaste?
-A mi padre le gustaba mucho el beisbol. Yo lo llamé y le dije: “Ya firmé”. Mi padre me dijo: “Dime que fue con los Yankees”. Le dije: “Sí, fue con ellos”, y me dijo: “Ah, entonces está bien”.
Los Yankees son el equipo de Estados Unidos, como lo son Industriales en Cuba y los Gigantes de Tokio en Japón. Fue grande jugar donde jugó Babe Ruth, Lou Gherig, Joe di Maggio. Después me cambiaron para Chicago y yo me sentí mal. Jugué doce años con Pinar del Río, no estaba adaptado a eso. Pero el primer año en Chicago fue bastante bien y ya al otro… bueno, ya al otro ganamos la World Series después de 89 años.
Continuará…
(Con información de Carlos M. Álvarez. OnCuba. Fotos: Gabriel Dávalos)
Hemos conversado con José Ariel Contreras. Es la tarde del 30 de enero y estamos en Las Martinas, su pueblo, casi en lo último de Pinar del Río. A la entrada hay una iglesia sin pintar, de largas paredes desnudas y grises. Al lado hay un banco, luego un puesto, presumiblemente cafetería. Uno sigue por la calle principal, y dos o tres cuadras después de la iglesia, si dobla a la derecha, llegará a la casa de su familia. Tendrá que pasar el asfalto, internarse en el polvo denso. Con esa mentalidad difusa de la ciudad, uno no puede dejar de preguntarse cómo fue que de este sitio salió un pitcher tan perfecto. Nueva York es tan cosmopolita que ha albergado gente hasta de Las Martinas. Las Martinas puede ser tan universal que ha colocado gente suya en Nueva York.
La reciedumbre atlética de Contreras, la caja ordenada y robusta que es su cuerpo de Grandes Ligas, revestido por una piel justa y tersa, no inspira demasiado temor. La gentileza del hombre, su cortesía hacia los cuatros costados, es lo que deja a uno fuera de sitio. De los ojos le salta el éxtasis, de la barbilla le nace un chivo gracioso y breve, del cuello le cuelga una cadena larga que termina en un dije mediano y en el dije, incrustado, el número 52. En uno de sus dedos sobresale, como piedra de la tierra oscura, un grueso anillo de world series.
Se sienta en el sillón de su sala. Al fondo un afiche de los Yankees donde aparece, además del cubano, Jeff Weaver, Roger Clemens, Andy Pettite, y al frente un poster de Pinar del Río con Contreras en el banco, un guante en la mano y la vista posada más allá de la foto. Uno mira su brazo derecho y no encuentra un detalle que revele lo que ese brazo ha hecho desde el box, el país y las ciudades que ha puesto de pie. Uno quisiera preguntar el secreto, pero es una pregunta tonta, que ni Contreras ni nadie sabría responder.
-¿Cómo has encontrado Cuba, más de diez años después?
-Diez años. Es mucho tiempo. Desgraciadamente tuve que venir por problemas de salud de mi madre, pero ya está mucho mejor. Tuve que quedarme diez días en La Habana, esperando su recuperación, y me han tratado increíble. Yo pensé que la gente se había olvidado de mí. Para nada. Me han tratado con muchísimo cariño. La gente me sigue queriendo y respetando mucho.
-Qué diferencias hay entre el Contreras que se fue y el Contreras que regresa.
-Ninguna. Diez años de más, fuera de aquí, sin mis fanáticos y mi gente, pero todo igual. A mí me da mucha alegría ver cómo por cada lugar que pasaba, la gente me decía: “pero tú sigues siendo el mismo”, y eso me llena de orgullo, de energía para seguir, para subir pronto a la loma, porque como todos saben estuve fuera de la temporada el año pasado, por una lesión en el codo.
-¿Y entre el pitcher que se fue y el pitcher que regresa?
-Hay bastantes diferencias. Creo que soy mejor ahora, por toda la experiencia. No soy un muchacho ya, tengo 41 años y me siento mucho mejor, con más consistencia en la velocidad y en los pitcheos.
-Pero, ¿qué aprendiste allá que no te hayas llevado de aquí?
- No es lo que he aprendido allá de diferente, sino todos estos años, la experiencia, no tanto en el béisbol, sino en la vida. Todos los días uno aprende cosas nuevas y eso es lo que me ha llevado a ser un mejor pitcher.
-Tu salida de la selección nacional, en 2002, causó conmoción. Antes se habían marchado jugadores, pero Contreras fija un momento. Tu regreso también abre un camino, de alguna manera inicia un puente. ¿Imaginas a los peloteros que se fueron, jugando nuevamente por Cuba?
-Antes que todo somos cubanos. Donde quiera que estemos y haciendo lo que hagamos. Jugando beisbol, o barriendo una calle en cualquier lugar del mundo, seguimos siendo cubanos. De hecho, yo tengo una cláusula, que firmé en 2002 con los Yankees, donde dice que en contra de Cuba no juego. Si juego en un evento internacional, es con mi equipo. Y ese es mi sueño, tener la oportunidad de jugar por Cuba antes de retirarme. Pasa lo mismo con el resto de los peloteros que jugamos fuera. Pero no depende de uno. Agradezco al gobierno cubano por dejarme regresar. Lo otro sería representar al país. Si sucediera, entonces me retiro tranquilo.
-¿Participarías en el III Clásico?
-Claro. Pero el equipo está bueno, es joven, y con muchos deseos de jugar. Eso nos caracteriza. Fueron las mismas ganas que me empujaron a seguir fuera de Cuba, como lo hizo el Duque, Liván (Hernández)… A los muchachos les falta madurez, pero la irán alcanzando con el tiempo. Hay mucho talento.
-¿Cómo viviste el I Clásico?
-Lo disfruté. Lo disfruté mucho. Estaba en un bar, en Arizona, y me subí en la mesa a bailar, para celebrarlo como si estuviera aquí. En el Segundo no nos fue tan bien, pero creo que este promete.
-¿Sigues el beisbol cubano?
-Yo sé todo. Conozco a todos los muchachos, es mi beisbol, es mi vida. Veo cada juego, cada partida. Ahora estoy sufriendo un poquito porque Pinar del Río no está óptimo. Pero vamos a clasificar, claro que sí.
-¿Cree Contreras, tal como se dice, que el beisbol cubano ha cedido cualitativamente?
-No es tan así, son etapas. Los setenta tuvo el mejor Cuba de todos los tiempos. El equipo de los ochenta fue bueno. El de los noventa más o menos. Y así ha ido variando. Pero llegará el momento en que tengamos un tanque parecido al de los setenta, cuando estaba Capiró, Marquetti.
-¿Necesaria la profesionalización?
-Sí, sería bueno. De las primeras trece Series del Caribe, ganamos once, en un momento donde había cubanos regados por todas partes. Creo que eso te hace más fuerte. Hará que salgan más peloteros. El mejor béisbol del mundo está en Estados Unidos, pero allí juegan los japoneses, los coreanos, los dominicanos, los venezolanos. Los cubanos tendrían que insertarse. La calidad subirá. Indiscutiblemente.
-Cuando llegaste al Yankee Stadium, ¿qué pensaste?
-A mi padre le gustaba mucho el beisbol. Yo lo llamé y le dije: “Ya firmé”. Mi padre me dijo: “Dime que fue con los Yankees”. Le dije: “Sí, fue con ellos”, y me dijo: “Ah, entonces está bien”.
Los Yankees son el equipo de Estados Unidos, como lo son Industriales en Cuba y los Gigantes de Tokio en Japón. Fue grande jugar donde jugó Babe Ruth, Lou Gherig, Joe di Maggio. Después me cambiaron para Chicago y yo me sentí mal. Jugué doce años con Pinar del Río, no estaba adaptado a eso. Pero el primer año en Chicago fue bastante bien y ya al otro… bueno, ya al otro ganamos la World Series después de 89 años.
(Con información de Carlos M. Álvarez. OnCuba. Fotos: Gabriel Dávalos)
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