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A mi Entender

Ysmercy Salómón: “No hay un personaje que no quiera hacer”

Ana María Domínguez Cruz

Cuenta que desde niña le gustaba recitar, declamar, cantar y actuar. Fueron años bonitos, dice, en los que se presentaba en las actividades de la escuela, en los círculos de interés del Palacio de Pioneros Ernesto Che Guevara y hasta en la comunidad, como parte de un grupo de teatro que sesionaba en la sala Gilda Hernández, que ya no existe.

Las cosas se fueron tornando más serias, recuerda Ysmercy con extrema sencillez. En el Preuniversitario, en la vocacional Vladimir I. Lenin, se sumó al grupo de “soñadores” que dirigía el maestro Manolo y participó en varias obras, entre ellas Las Pericas y Temas para Verónica.

“Con el profesor preparé el monólogo Yo tengo un brillante, de Nicolás Dorr y con esa obra me presenté en las pruebas de aptitud del Instituto Superior de Arte, ante un tribunal en el que figuraba Corina Mestre, el fallecido Suárez del Villar, entre otros. Fue un momento muy tenso, uno de los más tensos de mi vida, pero felizmente ingresé a la escuela.

CAMINO A LAS TABLAS“Yo preparaba la obra El tío Vania, para un trabajo de clase, y no encontraba zapatos. Fui a verlo para que me prestara un par y desde entonces ese fue el apelativo con el que me recordaba, tiempo después, cuando ya yo me gradué y empecé a trabajar”.

Benditos aquellos zapatos entonces que sirvieron de “intermediarios” en una ocasión para que ambos se conocieran y para que luego trabajaran juntos desde el 2009 y hasta la actualidad, cuando la puesta en escena de Calígula llega al teatro Trianón cada fin de semana desde el 30 de septiembre y podemos ver a Cesonia en la piel de Ysmercy.

“El personaje de Cesonia lleva mucha pasión y así lo asumí. Ella siente un amor desmedido por Calígula hasta el punto de morir por él y eso es loable. Es lo que precisamente defiendo de este personaje., aunque todo lo que ella haga resulte dañino para los demás.

 

“Cesonia fue interpretado antes por la actriz Mónica Bufante, por lo que asumí la caracterización del personaje respetando sus códigos. Es como tener un hijo que crío pero que no parí”, dijo esta joven a quien desde niña le motivaba actuar y que encontró su verdadera vocación en los años de preuniversitario en la vocacional Vladimir I. Lenin en el grupo de teatro de aficionados que allí existía con su querido profesor Manolo.

—Cuando estrenaron Calígula en Miami en junio de este año, la acogida fue excelente…

—Calígula es una obra muy profunda, muy intensa y el trabajo con Fernando Echevarría, Broselianda Hernández, Osvaldo Doimeadiós y el resto del elenco es muy enriquecedor y muy reconocido. Allá se conoce el teatro cubano y se respeta, y dentro de él, la obra de El Público. Los aplausos realmente demostraron que Calígula satisfizo sus expectativas, o tal vez las superó porque hubo momentos durante el transcurso de la obra en que el público nos sorprendió.

Ysmercy habla con pasión de sus trabajos en El Público pero realmente no fue en este grupo donde dio sus primeros “pasos profesionales” en la actuación.

“Mi formación académica tuvo como mentor en el primer año a Orestes Pérez, actor de Teatro Buendía y luego, hasta el final de la carrera, a Carlos Celdrán. Sus alumnos compartíamos escenario con los miembros de su grupo, Argos Teatro y así que actué en varias obras.

“Roberto Zucco, de Bernard-Marie Koltés, fue la primera obra profesional en la que trabajábamos todos juntos, estudiantes y profesionales, en 2003. Mi personaje era la hermana, y doblaba con Zulema Clarks, imagínate.

“Después presentamos Derrota, en Camagüey y esa fue la tesis de licenciatura de Arte Teatral de quienes actuamos en ella. Por eso, cuando egreso del Instituto Superior del Arte, decido trabajar con Celdrán”.

Rememora Ysmercy que su estancia en Argos Teatro fue una etapa decisiva en su trayectoria artística pues siempre asumía personajes mayores que ella y que demandaban un trabajo de estudio y caracterización muy fuerte.

“Siempre Celdrán me imponía retos. Por mi voz grave y mi fisonomía, que aparentaba más edad de la real, me tocaban los personajes de madre, de tía, de mujeres fuertes como Luz Marina, en Aire Frío y Elena, en el Tío Vania.

“Trabajamos juntos mucho tiempo y logré identificarme con la forma de hacer teatro de Celdrán. Cuando Argos Teatro preparaba Stockman, Un Enemigo del Pueblo, de Henrik Ibsen, por ejemplo, tuve que enfrentarme con solo 22 años a un personaje que llevaba una caracterización muy fuerte y decidí no trabajar en la obra”.

“Fue en ese momento que Carlos Díaz me llamó para que hiciera La puta respetuosa, de Jean Paul Sartre. La actriz Maylene Sierra había defendido el personaje en 50 funciones y se me pidió que yo continuara con las restantes 50. Y tuve que decidir…y lo hice”.

Con su pelo teñido de rojo, mostrándose segura de sus atributos sexuales y sobre todo, despojada de todo prejuicio, Ysmercy asumió el papel.

“Me probé a mí misma…y por suerte, salí ilesa, sonríe. A La puta respetuosa le debo mucho, no solo el premio Adolfo Llauradó en la categoría de mejor actuación femenina, sino todo lo que me permitió crecerme desde el punto de vista profesional.

“A partir de esa obra decidí quedarme trabajando con El Público y más tarde, acepté la propuesta de trabajar en Las Relaciones de Clara, con la que también obtuve el premio Adolfo Llauradó. La obra la presentamos en 118 funciones y en ella también los prejuicios debían evaporarse”.

“Después vino Fedra, de Jean Racine; Tatuaje, de Igor Bauersima & Rejane Desvignes; Las amargas lágrimas de Petra von Kant; Anna y Martha, y como parte del trabajo de la compañía, algunos cabarets que preparamos como parte de las jornadas alemana y polaca en La Habana”.

 

—Carlos Díaz ha manifestado que para él, el desnudo es otra forma de vestir el cuerpo… ¿Cómo asumes el reto que impone esta “filosofía” en tu trabajo actoral?

—Teatro El Público es mi casa. Me apasiona la estética que Carlos Díaz defiende y yo ya me identifico con lo que él hace. En este trabajo me he encontrado y desde que interpreté La puta respetuosa y hasta el momento, descubrí que no tengo complejos con mi cuerpo. Me resulta más difícil enfrentarme a escenas de mucha carga dramática, que tienen un peso psicológico mayor, como la muerte de un hijo, por ejemplo, la pérdida de algo y no el desnudo.

“Claro, tampoco he hecho desnudos tal cual. En La puta respetuosa yo usaba un body, en Fedra, un vestuario transparente, en Tatuaje, solo tuve un desnudo ligero. Pero realmente pienso que eso no es impedimento alguno para aceptar una propuesta y defenderla. Siempre que el desnudo sea en la justa medida, es decir, siempre que yo esté de acuerdo en que el personaje y la escena así lo ameritan, no hay problemas. Cuando lo lleva, lo lleva”, asegura esta actriz, a quien no solo hemos podido ver en las tablas sino también en la pequeña y gran pantalla.

“Los Carlos, parece, tienen especial significación en mi carrera. Guiada por Carlos Celdrán y luego por Carlos Díaz en el teatro, llego a la televisión y al cine de la mano de Charly Medina.

“El teleplay Los heraldos negros fue mi primer trabajo en televisión, en el 2009, con Charly Medina. Luego actué en el teleteatro El más fuerte, con Tomás Piard. Mi experiencia anterior, similar a esta, había sido en el cine, en el 2008 con Esteban Insausti, en la película Larga Distancia. El año pasado también rodé un teleplay de Mariela López, Teorema, y la película que recién se estrena en La Habana, Penumbras, nuevamente con Charly Medina.

“Y ya que hablamos sobre el desnudo, en Los heraldos negros y en Penumbras, se hace uso de él, pero mi trabajo en El Público me ha dado las herramientas necesarias para asumirlo sin tapujos si, como dije, considero que no está por gusto. Es que, afortunadamente, siempre lo he hecho con un equipo de trabajo que lo respeta, que lo asume con ética y eso es realmente muy valioso”.

—Penumbras es, precisamente, el más reciente estreno cinematográfico cubano en la capital y es en él donde asumes, por primera vez, un papel protagónico fuera del teatro.

—Ya yo conocía la obra, pues la película es una adaptación de Carlos Lechuga de la obra teatral Penumbra en el noveno cuarto, de Amado del Pino. Se enmarca en la Cuba de los años 90, en el momento en que cierran las posadas y los cuatro personajes, interpretados por Omar Franco, Omar Alí, Tomás Cao y yo, nos afectamos por ese cambio, de una manera u otra.

“Mi personaje, Tati, es una bailarina que mantiene relaciones con un pelotero, y aunque en apariencia no tenemos nada que ver, inmediatamente me identifiqué con ella. Es que, cuando arribamos a los 30 años, —y yo cumplí los míos mientras rodaba la película—, nos cuestionamos nuestra vida, desde el punto de vista personal y profesional, nos sentimos en la necesidad de tomar determinadas decisiones y Tati y yo coincidimos en el tiempo en ese aspecto. Ese fue nuestro punto de contacto y mi piedra angular para asumir el personaje

“Los cuatro hablamos de los cambios que sucederán en nuestras vidas, de cuánto van a influir en nosotros y de cómo los vamos a enfrentar. Penumbras habla de todo eso, de incertidumbres, de valor, de urgencias…”.—¿En qué proyectos futuros estás trabajando?

—Ahora, mientras presentamos Calígula, estoy con El Público en el proceso de ensayo y preparación de Gotas de agua sobre piedras calientes, una obra que presentaremos a finales de octubre en la sala Adolfo Llauradó, en el marco de la jornada alemana. Interpreto a Vera, un personaje muy importante en la trama, aunque no es protagonista de ella. Y ya me siento con mucha vitalidad porque realmente me gusta mucho el teatro y me nutro de él.

 

—Sin embargo, tus experiencias en la televisión y en el cine han sido muy positivas…

—Han sido pocas, en realidad. Aún así, puedo afirmar que en el teatro es donde me siento más cómoda. Es el único medio en el que la recompensa la recibes en el momento y es esa la que realmente te llena, es la que tú esperas, no la remuneración que al final, para un artista de teatro no es hoy la verdadera motivación para trabajar.

“En el teatro, vives, mueres y resucitas en la misma noche…y recibes el premio. Sientes miedo, claro, y placer, al mismo tiempo y esa fusión es mágica. No se siente igual en la televisión o en el cine, a pesar de que el reconocimiento social sea mayor para este tipo de trabajo.

“Por eso me alegro de que cada vez que un director, un creador me ha llamado para proponerme un trabajo, lo hace porque ya me ha visto en el teatro y conoce lo que soy capaz de hacer. Eso me satisface, porque es triste que al presentarte a un casting, a cualquier prueba, por ejemplo, te pregunten por lo que has hecho y solo se refieran a tus incursiones en el cine o en la televisión, dejando fuera el teatro. No lo concibo así, porque el teatro es mi vida”.

—¿Cómo conjugas tu trabajo actoral profesional con la docencia?

—Soy profesora de actuación en la Escuela Nacional de Arte y me resulta muy fructífera esa relación con los jóvenes, quienes ya vienen con la semilla de la vocación y solo esperan que germine, que de frutos en la academia, que es el ambiente propicio para eso.

“Adoro dar clases, no solo por lo que ofrezco a los alumnos y su aprovechamiento sino por lo que ellos me entregan también a mí… el agradecimiento a lo que hago y sus sugerencias, consejos y enseñanzas.“Ellos, los alumnos que he tenido, muchos de los cuales han llegado ahora a compartir escenario conmigo, incluso, y los que tengo ahora, son mi público benévolo, el que siempre me da ánimos. A ellos no tengo necesidad de pagarles 10 pesos para que me aplaudan, como en la película de La Bella de la Alhambra. Y eso solo es reflejo de que regalándoles lo que sé y he aprendido, como maestra, lo hago bien”.

—¿Qué personaje no harías?—No hay un personaje que no quiera hacer… como tampoco hay uno que sea el que más quiero. Todos, los del teatro, el cine o la televisión, han sido mis hijos, les he dado todo en cada momento y los quiero por igual.

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