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A mi Entender

Preservar y educar, única fuerza salvadora

3 Octubre 2012   
Eusebio Leal Spengler. Foto: Alvite.

Eusebio Leal Spengler. Foto: Alvite.

Por Ana Laura Arbesú

A tres décadas de la incorporación del Centro Histórico de La Habana Vieja y su Sistema de Fortificaciones Coloniales en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad, la ciudad deslumbra por su sostenido y constante proceso de restauración, extendido a otras zonas, que ampara a niños, jóvenes, embarazadas, discapacitados, ancianos.

Con motivo de la efeméride, Prensa Latina conversó en exclusiva con su Historiador, Eusebio Leal, sobre el significado de esa declaratoria para Cuba, y cómo avizora el futuro de esta ciudad para los habaneros y sus visitantes.

PL: La incorporación de La Habana Vieja en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad tuvo un significado relevante para Cuba, fue punto de partida de varios proyectos que benefician hoy a todos. ¿Qué importancia le concede usted?

EL: Fue la reafirmación no solo de la voluntad sino de los hechos de Cuba con relación a su patrimonio. En el momento que esto ocurre ya existía una asimilación por parte de los que trabajábamos desde hacía mucho tiempo en estas cuestiones. Existía además un legado previo de historiadores, arquitectos, investigadores, que en el caso particular de La Habana hicieron una obra inmensamente meritoria, desde luego de mi predecesor Emilio Roig de Leuchsenring, y Joaquín Weiss, por solo citar algunos en el campo de la historia, las ciencias sociales y la arquitectura, ya que La Habana, entre otras cosas, va a reunir estos dos elementos fundamentales.

Cuando se hace la declaratoria comenzábamos un proceso. Hoy Cuba tiene numerosos sitios declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad, Patrimonio de la Naturaleza, Reserva de la Biosfera y Paisajes Culturales importantes, que se suman a lo que en un momento fueron Trinidad y el Valle de los Ingenios, La Habana y su sistema de fortificaciones, San Pedro de la Roca en el morro de Santiago de Cuba, los cafetales de Guantánamo y el centro histórico de Cienfuegos y Camagüey.

También hay que tener en cuenta el triunfo de ese expediente presentado al Comité Internacional de la Unesco que hace esas evaluaciones. Fue el resultado de un trabajo previo muy bien fundamentado, en el cual se implicaban las acciones que el país había tomado en defensa del patrimonio nacional.

No olvidemos la ley número 1 y 2 de la República, promovida por la dirección de Patrimonio Nacional del Ministerio de Cultura, que marcó la importancia, el interés del país en la preservación de su memoria histórica y de su legado material e intangible.

Hoy existe una conciencia por parte de los ciudadanos y se ha trabajado mucho por crear una conciencia más amplia en la población del carácter patrimonial de su ciudad, no solo de su centro histórico. La “patrimonialidad” de La Habana desborda con creces el centro histórico.

Hay una gran preocupación por su preservación, por su ciudad y una gran inquietud porque no aumente, más bien se detenga la degradación urbana, la descalificación de los espacios públicos. Hay esfuerzos meritorios pero todavía son insuficientes.

PL: El modelo de restauración aplicado en La Habana Vieja ha sido ejemplo para otros sitios del país, declarados posteriormente Patrimonio Mundial y también es un modelo para América Latina. ¿Qué opina usted?

EL: La Unesco reconoce como una experiencia singular el proyecto de gestión y manejo del centro histórico habanero basado en el decreto ley 143 de octubre de 1994, resultado de la voluntad política del Estado y el diseño personal del Comandante en Jefe, Fidel Castro, que realizó durante varios días de trabajo en que me rectificaba, me consultaba.

Trabajábamos sobre el documento que habíamos presentado. Él lo cambió, modificó, creando un modelo importante basado en la experiencia que ya teníamos, cuyo discurso fundamental es que en países como los nuestros no se puede pretender hacer un desarrollo monumental aislado de la cuestión social y el desarrollo comunitario, sobre todo en la ciudad habitada. En el caso de La Habana era un paradigma.

PL: Al unísono de la rehabilitación, se palpan esos proyectos socio-culturales, una maquinaria bien engranada, un laboratorio de ideas. ¿Cómo lo logran?

EL: Es el trabajo de un equipo multidisciplinario. Se superó la idea de que solo era obra de historiadores, arquitectos, espeleólogos, se vio claramente que en esta mirada de largo alcance hacia el pasado y el futuro había dos direcciones: la comunicación social, esa es la razón de ser de la emisora Habana Radio, de la revista Opus Habana, la editorial Boloña y Rutas y Andares, proyecto veraniego destinado a la familia.

Es fundamental comunicar a los demás a través de la palabra viva y todas las formas de seducción posible, la idea de que es necesario que todos participen.

La segunda es a partir de esa multiplicidad de visión, abordar la cuestión de población en riesgo, tema vivienda, cuestiones de género, la protección particular de la infancia, la ancianidad, los minusválidos.

Ahora hemos establecido en la Plaza de Armas, gracias a la colaboración internacional, un sistema de información. Ojalá no se rompa, porque es muy costoso. Es penoso que sucedan actos vandálicos, de desatino mental y de rencor contra la belleza.

Es un proyecto de información en español y en braille. Por vez primera las personas débiles visuales o que presentan esa dificultad, pueden tocar esas pantallas y obtener información.

Proyectos como estos se materializan en el Planetario astronómico, en el centro asistencial de Belén, en el dedicado al Alzheimer, en el de los niños discapacitados, en el discurso de la construcción de nuevas viviendas fuera y dentro del centro histórico, sin que se descuide lo más importante que es la protección del patrimonio inmaterial, la memoria colectiva, la dignificación de la vida urbana. Los otros días, por ejemplo, pasaba por la Quinta Avenida y una niña desde un automóvil lanzó una lata hacia un jardín recién podado. Pensé en la niña, totalmente ingenua. Este es un problema de los padres y esta escena se repite constantemente.

Es un acto de una insensibilidad tan grande con el embellecimiento de la ciudad que es tan indispensable, porque si no fuese así en poco tiempo viviríamos en un bosque en ruinas, que ni siquiera podría ser digno de ser considerado una cuestión arqueológica. Sería una memoria innoble del pasado.

Pero eso no es lo que quieren los habaneros, no es lo que me dicen en la calle.

Esos grupos representan una minoría terriblemente agresiva, al igual que aquellos que imponen sus construcciones no aconsejadas, en la cual la prosperidad se manifiesta tan ridícula, tan degradante, tan repetitiva.

Es una arquitectura que ni siquiera de las hormigas, porque la de las hormigas es notabilísima. Se trata de una colmena descabellada.

Necesitamos que se mire más allá el concepto de centro histórico como punto de partida de una centralidad que está compartida con otros lugares de la capital como La Rampa, en el Vedado, Guanabacoa, Regla y distintos barrios que conforman un discurso de singularidad para La Habana, que la hace una ciudad única en el mundo.

PL: El futuro de la ciudad, ¿cómo lo avizora usted?

EL: Podría decir muchas cosas. Mi visión es siempre optimista, pero hay que trabajar y trabajar “rabiosamente”. Incluso hay que enfrentarse contra la naturaleza para preservar la ciudad.

A veces terminas una restauración y te encuentras objetos colocados de manera incorrecta, clavados en las paredes que restauradores rescataron con estuco. Sin embargo, acabo de enviar un ramo de flores a una anciana que ha colocado en su balcón tiestos con flores y una bandera cubana los días de fiestas. Me parece que esto debe ser premiado.

Hoy en la Plaza del Ángel hay una revolución comunitaria, la gente finalmente se da cuenta que tiene que cuidar su ciudad. La Oficina del Historiador, que lidera todo el proceso restaurador, está por estimular y llevar adelante.

Ahora mismo se ven los andamios en el Capitolio Nacional, y en el año 2013 se hará realidad el antiguo Teatro Martí. Trabajamos también en la restauración del Cementerio de Colón y en la Colina Universitaria.

En el malecón, por ejemplo, está el monumento mal colocado del mayor general Calixto García en un lugar muy difícil cerca del mar. El mar siempre regresa por su espacio y en cada invierno su jardín es destruido.

En estos últimos meses el mar volvió en forma de nortes y se han destruido tres veces los jardines y tres veces lo hemos vuelto a plantar al día siguiente de la ruina. Esa es la única fuerza salvadora. Hay que preservar, educar, continuar.

(Con información de Prensa Latina)

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