Sacrilegios del jazz
Después de una inauguración que generó -y a la postre defraudó- numerosas expectativas (resumiendo, para no aburrir: cambios a última hora y sin explicación al público del programa y mala dirección de arte del espectáculo) llegamos a un segundo día de conciertos del Festival Jazz Plaza 2011, en el que el despliegue de virtuosismo fue la nota dominante.
La noche comenzó con un magnífico Ernán López Nussa acompañado por Enrique Plá en la batería y Gastón Joya al contrabajo, quienes cometieron una serie de deliciosos “sacrilegios”, como los llamara el pianista, en los que borraron para placer del público las fronteras de las denominadas música clásica y popular. El éxtasis sobrevino cuando Ernán invitó al sabrosísimo cantautor Kelvis Ochoa a acompañarlo en “Sacrilegio con Chopin”, inteligente relectura en clave de son de ese clásico de la música universal.
El Cuarteto de Cuerdas del Conservatorio Amadeo Roldán, del que forma parte el violinista William Roblejo, quien causara furor con su trío en la noche inaugural, llegó con un par de piezas de la autoría de Roblejo, las que, en la modestísima opinión de este escribidor, adolecen del mismo mal que las interpretadas en la noche anterior; me refiero a que la explícita intención ecléctica de las piezas se diluye en una sucesión de pasajes carentes de organicidad. No obstante las arremetidas de los intérpretes complació sobremanera a la mayoría del público asistente a la sala.
Proveniente del venerable Berklee, el cuarteto norteamericano Berklee Faculty Jazz interpretó complejas composiciones que evidencian su “know-how”, pero a los que le faltó la intensidad propia del jazz; fue, si tiene algún sentido tal disparate, una suerte de jazz clásico, de academia.
No es un secreto para nadie que Roberto Fonseca junto a Temperamento ha devenido uno de los estandartes del jazz cubano. Sin embargo continúa sorprendiendo la fuerza emotiva que destila esta agrupación, que ha sabido beber como pocas de todos los cauces musicales, ya sean los ritmos gitanos europeos, la clave cubana o el uso de moduladores vocales. En varias ocasiones el público se levantó frenético de sus asientos para aplaudir las interpretaciones de estos músicos, en particular las improvisaciones del baterista Ramsés Rodríguez.
De alucinante puede calificarse el cierre de su actuación, acompañados por el trompetista Roberto García y el guitarrista Jorge Luis Valdés “Chicoy”. Inmersos en el mejor espíritu del funk, Roberto Fonseca y compañía derrocharon talento y fuerza, en lo que sin dudas fue el mejor momento de la noche.
Al filo de las once de la noche apareció en escena una nutrida banda de músicos en la que se mezclaban estudiantes y egresados, dirigidos por una de las almas del Festival Jazz Plaza, Roberto “Bobby” Carcassés, quien presentó una emotiva composición dedicada al maestro Tata Güines.
Lamentablemente, lo que pudo haber sido una pieza bien acogida, se convirtió en el tiro de gracia del espectáculo. El público cubano no está acostumbrado a largas sesiones de jazz, y esta rebasó las tres horas, lo que fue demasiado para muchos. Por otra parte -una vez más-, la dirección de arte carga con las culpas. La ejecución de Roberto Fonseca y Temperamento fue sencillamente magnífica, el cierre perfecto y anhelado por cualquier amante de la música; semejante actuación haría palidecer cualquiera que le sobreviniese, como de hecho ocurrió. Las consecuencias las tuvieron que pagar Bobby Carcassés y su banda, quienes presenciaron una estampida de público, pero que no perdieron el entusiasmo y culminaron la jornada justo con el nuevo día, en un temprano homenaje a San Lázaro,Babalú Ayé.
Roberto Fonseca y Temperamento en el Jazz Plaza
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