Teresa partió de Venezuela en 1862, y Cecilio Acosta publicó un artículo sobre la niña pianista el 5 de diciembre rememorando una soirée musical que ocurrió el 10 de julio, lo tituló “María Teresa Carreño”. De ese artículo son los párrafos siguientes:
“Nosotros no oímos esta niña sino cuando ya sonaba su nombre en la ciudad, justamente, como quince días antes de embarcarse la familia para Estados Unidos (…) Don Manuel Antonio, tan fino como caballero, vino a despedirse en persona de nosotros; y así se anudaron los, para nosotros, tan preciosos hilos de su trato y el de su culta y estimabilísima familia”.
“Tuvimos entonces ocasión de oír a la niña las Variaciones de Prudent sobre la Lucía, la de Los puritanos de Hertz, las de La norma por Thalberg, y algunas otras piezas modernas, de esas que se dan a morder, y como prueba, a los grandes ejecutores, erizadas, así de dificultades, como de bellezas artísticas sin cuento. Vimos lo que hasta entonces no habíamos visto y sólo imaginábamos. Aquella corrección de frase, aquella redondez de nota, aquella brillantez de sonido, nos parecía apenas practicable (…)”.
“Otra vez nos encontramos en el gabinete de Teresita, donde permanecimos desde las seis de la tarde hasta las diez de la noche, en compañía de otros varios aficionados, inteligentes y artistas. Era el 10 de julio de 1862: el primer día que la oímos improvisar. Lo que habíamos visto antes era nada en comparación: entonces fue que se nos reveló todo su genio. Lo que recordamos como si fuera ahora mismo: fue tal y tan profunda nuestra impresión que, cuando nos retiramos a casa, no pudimos dormir en toda la noche, como si nuestra alma hubiera estado encandecida por la viveza de un fuego elemental. Nos pareció la niña una aparición, un espíritu profético, un dios gentilicio inventado en la fábula y realizado en la historia”.
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