Sagua no es pretensiosa, es realmente grande, y a consagrar esa magna condición contribuyó un médico que se cuenta entre los más sobresalientes de todo el mundo por su trascendencia para la urología moderna: el doctor, quien nació en Sagua la Grande, el 9 de mayo de 1860. Fue en Francia donde realizó sus estudios e investigaciones que revolucionaron el campo de la urología. No por casualidad su libro “Exploración de las funciones renales”, editado en 1905, acaparó la atención de los científicos de la época. Su vasto trabajo investigativo se reconoce aun en nuestros días, por el enfoque integral del funcionamiento de los riñones, la aplicación de diversas técnicas analíticas y la creación de instrumentos para el examen nefrológico, como la llamada “Uñuela de Albarrán”, que presentó a la Academia de Medicina de la Universidad de París.
El eminente urólogo, a pesar de haber vivido buena parte de su vida en Francia, sentía un inmenso amor por su patria e hizo importantes donaciones al movimiento independentista cubano, a la vez que prestó ayuda a los médicos criollos que cursaban estudios en París.
Este Hijo Predilecto de la Villa del Undoso tuvo una perenne contribución al desarrollo de su especialidad en Cuba, una de las razones por las cuales un hospital clínico quirúrgico de La Habana lleva su nombre desde antes de la Revolución. Aquella vieja institución se convirtió en el Instituto de Nefrología, primero del país en los trasplantes renales, a lo cual contribuyó con sus aportes el sagüero Joaquín Albarrán y Domínguez. |
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