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A mi Entender

Un Festival de Cine entre 40 y 20

Por: Marilyn Garbey

Llegó el momento de la despedida del 40 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que trae aparejada emociones tan dispares como tristeza y alegría. Tristeza porque se acaban los días de cine, antídotos contra la rutina y la mediocridad. Alegría por haber visto tanta película en la gran pantalla, compartiendo vivencias con los otros espectadores, llorando, discrepando, aplaudiendo, interrogando.

Es inenarrable la sensación de saberse conectado con el mundo que trae el Festival. Vimos en La Habana los mismos filmes que acapararon los titulares en Cannes, Venecia, San Sebastián, Toronto, Berlín. Y se presentaron otros a los que el Coral les abrirá las puertas al mercado y a futuros premios.

Se estrenaron las pantallas habaneras con el diálogo entre Pepe Mujica y Emir Kusturica, cineasta de alto vuelo que indaga en la vida del guerrillero tupamaro que llegó a la presidencia del Uruguay, desborde de inteligencia y simpatía, transgresor del protocolo, capaz de renunciar a los privilegios del poder para seguir trabajando a favor de la gente más humilde de su país.

La competencia por los Corales sigue generando expectativas; es el fruto de cuatro décadas laborando en la formación de públicos, personas capaces de apreciar las calidades artísticas de propuestas con una muy clara postura antihegemónica, descolonizadora, inclusiva, generadora de belleza.

El cine cubano de ficción es uno de los platos fuertes de la cita. Este año, por suerte, tres largometrajes fueron seleccionados para la lid: Insumisas, del maestro Fernando Pérez junto a Laura Cazador; Inocencia, de Alejandro Gil; Nido de mantis, de Arturo Sotto. Temas apasionantes y poéticas singulares para mirar la realidad cubana, respaldado por el público de forma calurosa.

Todas las Muestras, diversas en contenidos y en formatos, provocaron largas filas en los lugares de exhibición. Desde la presentación en el Chaplin de Roma, pieza magistral del mexicano Alfonso Cuarón, en la que la policía debió organizar el acceso a la sala; hasta Yuli, la biografía de Carlos Acosta, narrada por Icíar Bollaín, para la cual las 5 mil butacas del Karl Marx no dieron abasto ante la enorme cantidad de espectadores que acudieron a verla.

Por La Habana desfilaron las estrellas: Harvey Keitel, el policía bueno de Thelma y Louise, protagonista de El piano y de La mirada de Ulises. Matt Dillon, Benicio del Toro, Luis Puenzo, Jean Jean, Carlos Sorín, Lucía Murat, Laura de la Uz, Sergio Hernández, se pasearon por la ciudad.

Como siempre, el capítulo teórico del encuentro logró altísimo nivel. Los Seminarios, dedicados a los 40 años del Festival y a la vida y obra de Tomás Gutiérrez Alea, fueron motivos para el recuento de lo vivido y para pensar el futuro del cine en el contexto actual. Fernando Birri, ángel de la guarda del cine latinoamericano, también fue recordado en estos días de diciembre.

El Sector Industria organizó el capítulo pedagógico, una de las secciones que distingue al evento. Subrayo la conferencia, verdaderamente magistral, Vestir al personaje, impartida por Diana Fernández y Derubín Jácome, que convocó a numeroso público, prestos a intercambiar criterios con esta pareja de diseñadores que ha dejado su marca creativa en el cine y el teatro.

Habrá que buscar otras maneras de convocar a los cineastas más jóvenes a participar en los eventos de carácter teórico del Festival. Es lamentable su ausencia en estos espacios que tanto pudieran contribuir a su formación, dada la experiencia acumulada por los conferencistas como realizadores y pensadores del impacto del lenguaje audiovisual en la contemporaneidad.

Rosa Fornés, Berta Navarro y el Sundance Institute recibieron los Corales de Honor. La primera es actriz de recia estirpe. Navarro es la productora de las grandes películas mexicanas. La organización que lidera Robert Redford ha contribuido a la promoción del cine de nuestra región y ha colaborado, generosamente, con la cita habanera. Corales merecidos.

Ante la complejidad del mundo en que vivimos –las fuerzas más reaccionarias acceden al poder en la región por la vía de las urnas, las noticias falsas se imponen en el imaginario colectivo, el escándalo adquiere notoriedad–, las pantallas pueden ser herramienta ideal para comunicar los valores humanos. Tras 40 ediciones del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, llega la noticia feliz: a la rica tradición de nuestras cinematografías, se suman nuevas poéticas y nuevos nombres, nuevos rostros y nuevos públicos. Es el pretexto para volver a encontrarnos en diciembre de 2019. Hasta pronto.

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