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A mi Entender

Susana Pous: Una cubana de Barcelona

3 julio 2018  

Susana Pous y su proyecto “Mi Compañía”. Foto: Mi Compañía/ Facebook.

Susana Pous nació casi por accidente en la ciudad de Tarragona, en España.  La bailarina y coreógrafa que se ha ganado el cariño y el respeto del mundo de la danza y el público cubano por estar al frente de la Compañía Danza Abierta por casi 20 años, tener coreografías como “Mal Son” en la cúspide de la creación danzaria, representar como jurado el buen hacer del arte contemporáneo en el programa televisivo “Bailando en Cuba”, fundar recientemente el proyecto Mi Compañía, es, gracias a su tozudez e incansable capacidad de reinventarse, una rebelde con causa en toda regla.

Viajera desde muy pequeña. Sus abuelas vivían en Tarragona y su mamá que se encontraba en Francia, decidió ir allí para que naciera estando cerca de ellas. Sin embargo, Susana me dice ser de Barcelona, claro, fue donde realmente creció.

“Mi infancia fue increíble. Parte de lo que soy ahora como mujer, creadora y mamá tiene que ver con eso. Vengo de una familia muy linda y numerosa, de una madre de imaginación infinita que veía en mi a una niña con mucha aptitud para el arte y así lo potenció todo el tiempo que pudo.

“Creo que una de las frustraciones de mi madre fue ser bailarina. Bailaba muy bien en la época de los 60´s el rock and roll, la música que se escuchaba por ese entonces; mi papá también le gustaba bailar, de hecho, se conocieron en una pista…y no es que fueran una pareja de baile de repercusión, pero eran conocidos en la localidad porque lo hacían muy bien.

“Mamá notó de inmediato mi aptitud y a los cinco años me llevó a una academia de baile de barrio; creo que ella disfrutó mucho haberme dado la posibilidad de acercarme a la danza. En los años 70´s, en Barcelona, era muy difícil pensar en ser bailarina o tener una carrera en la danza porque no existían escuelas nacionales de arte. La profesora se llamaba Marta, una persona muy especial que no solamente se dedicaba a formar muy bien a los alumnos sino a incentivar el potencial que ella veía en cada uno de sus pupilos.

“Viajábamos muchísimo por el trabajo de mi padre que tenía una empresa de ingeniería que no tenía nada que ver con el arte. Mi padre se movía mucho y en los períodos de estancias más largas, mamá siempre decidía coger las maletas, los niños y seguirlo.

“Vivimos así en el norte de África, Francia, en Perú, el Amazonas…”

¿Cómo seguir una formación artística con tantos cambios de entorno?  

“Por increíble que parezca, cuando viví en el Amazonas del Perú a los diez años, en un pueblo llamado Iquitos, este lugar estaba en condiciones muy precarias y aun así existía una escuelita de danza con un profesor español, mayor, que ni recuerdo cómo ni por qué llegó ahí.

“Desde que llegaba al lugar me transformaba en la niña estrella de la pequeña escuela porque ya tenía una formación de fuera. Además, estudié en ese tiempo en la escuela de monjas misioneras españolas, que cada actividad que hacían, allí estaba Susana ´armando un chiringuito´”.

Poco después de la experiencia en la selva y una vez de vuelta a España, llegó un momento de profundo dolor. La pequeña Susana tuvo que enfrentar la muerte de su madre y principal motor impulsor. Supuso entonces un giro en su vida.

“Ella era la persona que iba de la mano conmigo y tapé todo el vacío que me provocó su ausencia con mucha danza. Aquella escuela de arte de barrio se convirtió en un segundo hogar y Marta, la profesora, en también una madre para mí. – ´Susana no quiero verte triste y no te voy a compadecer. Lo que puedo hacer es que bailes más y ayudarte a que llenes tu vida de cosas bonitas para que no pienses en las tristes´- así me decía Marta.

“Mi vida se convirtió en salir de la escuela e ir directamente a la academia de baile y pasar toda la tarde allí. Hacía las tareas mirando cómo ella daba clases a los más pequeños y luego tomaba la mía.

“Tanto fue esta rutina que con 16 años, cuando una de las profesoras se pone enferma yo le digo a Marta que puedo suplirla y dar la clase. Ella se quedó impresionada porque todo me salió de una forma muy natural…fueron muchos años mirándola y aprendiendo cada uno de sus métodos.

“Hice como una carrera de maestra empírica a su lado, y comencé frente a los grupos de niños más pequeños, a la vez que crecía como bailarina en este mismo centro.

“De forma paralela pasé cursos internacionales de baile en Semana Santa, fines de año…todo esto fue mi formación real”.

Susana Pous. Foto: Revista Garbos.

Es común ver en las historias de vida de un artista la pasión y el convencimiento por dedicarse a la creación desde edades tempranas… ¿Ocurrió lo mismo contigo?

“Siempre supe que quería ser bailarina. Lo que pasa es que como se me negaba un poco, ya fuese por mi familia, sobre todo después del fallecimiento de mi madre, que no veían el dedicarse a la danza como una opción real para ejercer una profesión.

“Me imagino que mi papá al verse con dos hijos adolescentes, un poco el instinto de protección le hizo pensar que lo mejor era estudiar algo que en un futuro diera cierta estabilidad.

“Mi padre se volvió a casar con una persona con la cual tengo muy buena relación y siempre traté de que entendieran mi posición, porque ambos en esa sobreprotección intentaron que tuviera una mirada de “haz esto que te gusta…pero haz algo más”.

“Cuando terminé la etapa de lo que en Cuba se llama preuniversitario, tuve que decidirme, por esa presión que ejerció mi padre, por una carrera en la universidad. No sabía, realmente no sabía cuál. Pensé en Sicología, Arquitectura…hasta que al final me decidí por Estudios Cinematográficos, en Cataluña, donde me apunté al curso de Dirección e Interpretación.

“Realmente no me gustó. Cuando entré me di cuenta que no era lo que quería. Hice cosas, aprendí, tomé los talleres, pero el mundo del Cine no era lo mío.

“Justo al finalizar el primer año y estar en este impasse, una coreógrafa catalana, Mercedes Boronat, que me había conocido en la escuela donde yo estaba se acercó y me dijo que quería trabajar conmigo. Fue este mi primero momento como profesional, con 18 años recién cumplidos”.

A Susana siempre le han pasado cosas como esas, “he tenido la suerte que la gente llegan a donde estoy”, me dice. Boronat la había visto trabajar y conocía de su intensidad y entrega. A partir de ahí, asegura, no ha parado un instante.

“Después de trabajar con Mercedes Boronat, conozco a Pepe Evia – uno de los fundadores de Danza Abierta-, y persona fundamental en mi vida.

“Lo de nosotros fue un flechazo, diría yo. Él se encontraba en la academia dando unas clases y yo tomé su taller. Cuando terminó su clase me sentí espectacular y él también pudo sentirlo.

“Pepe estaba interesado en crear un pequeño grupo en Barcelona y me invitó a trabajar en este. Pero el problema era que yo trabajaba por puro amor al arte y a la danza, no ganaba dinero. De hecho, él y yo dábamos clases para pagar el local del grupo.

“Entonces decidí hacer una audición para entrar en otra compañía que sí tenía realmente recursos. Era la compañía de María Rovira y pude entrar. Esto también fue muy importante, me encontraba en un grupo con reconocimiento y cierto status y María tenía también muy buenas relaciones, de aquí que consiguiera me otorgaran una beca de danza en los Estados Unidos”.

Llegó entonces el momento de viajar a Nueva York, punto neurálgico para el arte y con un manejo del lenguaje de la danza diferente al europeo. Allí, Susana tuvo la posibilidad de estar en el American Dance Festival, en un campus universitario con 50 profesores, en el que pudo escoger las clases y talleres a los que asistiría además de trabajar directamente con prestigiosos corógrafos.

“Me quedé un tiempo trabajando en Nueva York y tomé más clases. Llegó el momento de regresar a España y de repente sentí que necesitaba más.

“Todo se me quedaba pequeño y entré en un conflicto emocional. Tenía veintitantos años y no sabía en ese preciso momento lo que quería.

“A mi lo que me ha pasado siempre es que necesito reinventarme todo el tiempo y el estar en tantos proyectos a la vez, como estuve yo, se llega a convertir en algo caótico.

“Siempre estuve inmersa en el proceso de enseñanza de todos los profesores con los que pude aprender. No me imaginaba ni remotamente que podría dirigir…para mi bailar era lo principal”.

Cuba y el amor

Susana tiene su primer contacto con Cuba gracias a María Rovira quien vino al Ballet Nacional en el año 1998 a montar una pieza. Pous era su primera bailarina y asistente, sin embargo, unos meses justos antes de llegar, había conocido a X (Alfonso) en Barcelona con quien formó pareja.

“El hecho de venir aquí fue interesante porque conocí realmente lo que hacía él y su familia en la música.

“Cuando vine a Cuba a trabajar todo fue muy rápido, muy bien. Me encantó el país y mi relación también avanzó, así que decidimos formar una familia. X regresó conmigo a Barcelona, pero siempre nos manteníamos con un pie en Cuba y otro allá.

“La idea era hacer proyectos. El primer año estuvimos de esa forma, pero la bebé era muy pequeñita y yo intentaba cumplir con funciones de creadora y madre y a finales del 99 decidimos establecernos en La Habana…además, el trabajo para un músico en España era casi inviable. Quise dar ese paso y darle a él la oportunidad de reconectar con los suyos”.

“Danza Abierta”, la escuela y el fin de un ciclo

Foto: Susana Pous/ Facebook.

Conoció Danza Abierta en un festival en Barcelona, tres años antes de llegar a Cuba. Si había decidido quedarse y su espíritu incansable de superación la acompañaba, por qué no audicionar para entrar en esa compañía.

“Ya conocía a Marianela (Boán), la directora y le dije: ´Mari, por favor, tengo muchas ganas de empezar, porque no puedo estar aquí de mamá, sin hacer nada más´.

Marianela es una persona muy abierta y siempre positiva ante el intercambio. Me permitió dar un taller y pude sentir que me integraba de forma orgánica a la compañía, hasta me quedaba para ver los ensayos que venían después.

“Llegó entonces el momento en que a Marianela le ofrecen una beca en los Estados Unidos y me pide quedarme al frente de los ensayos y las clases. Tuve que asumir todo un año planificado de compromisos y giras.

“Así es como de repente, nos vimos, prácticamente, tomando las riendas de Danza Abierta. Lo que pensamos que iba a ser un año se convirtieron en muchos más.

“Danza Abierta ha sido mi escuela real. Yo, que no tuve la posibilidad de una escuela nacional de arte vi en la compañía ese complemento de mi formación.

“Aunque había llegado como bailarina profesional, hubo muchas cosas que sabía pero de manera intuitiva y precipitada; en una compañía como esa, te sientes un poco como en la escuela”.

¿Es “Mi Compañía” el proyecto soñado?

“No sé si soñado. No me recuerdo pensando en crear mi propia compañía, esto es algo que ha ido sucediendo natural. Esa idea de pretender tener mi grupo nunca la tuve, pero empecé a sentir necesidad creativa y ganas de decir lo que sentía, cosas que me hicieron ir un poco más allá.

“Yo nunca he tenido un problema con Danza Abierta, creo que lo han tenido los demás. Hubo quienes cuestionaron la decisión de por qué yo me quedaba a dirigir por Marianela, otros pensaron que con su ida debía haber cerrado, así como quienes cuestionaron que yo siguiera poniendo en la biografía de la compañía a Marianela como directora.

“Cumplidos los 30 años de Danza Abierta no se me ocurrió mejor forma de celebrarlos que iniciar un nuevo ciclo y es aquí donde entra “Mi Compañía”. Me pareció que lo mejor fue cerrar y comenzar”.

Querer ser “una cubana más”

“El mayor reto de quedarme fue ir entendiendo Cuba y a mí misma.  Ir viendo cómo era aceptada, qué podía dar. Los primeros años no diría que fueron difíciles para adaptarme…creo que lo difícil, en realidad, fue que los cubanos se adaptaran a mí; porque había una mentalidad en Cuba de que los extranjeros éramos sólo eso. Y al final aunque el cubano reciba muy bien al que viene de otro país, no es tan fácil que te asuman como uno más.

“Había en esa percepción unas diferencias muy marcadas en cuanto a cómo vivían los extranjeros y cómo los cubanos y yo pretendía no ser una extranjera.

“Yo no vivía con extranjeros, sino con cubanos y “a la cubana”; con mi hija y esposo cubanos. Entonces había veces que esa posición de aceptación a medias me chocaba.

“Me resultó difícil, increíblemente, que entendieran que yo tomaba la decisión de estar aquí y que lo tenía muy claro”.

“Bailando en Cuba”: Del escenario a la pequeña pantalla

Jueces de “Bailando en Cuba”. Foto: Lizt Alfonso/ Facebook.

“Recuerdo que me llamaron de la dirección y me preguntaron si había visto el programa Sonando en Cuba. Les dije que no, porque realmente no tengo tiempo de ponerme enfrente de un televisor. La persona que me llamó me había visto en un documental de una realizadora canadiense filmado en Cuba y le había gustado mi proyección, por lo que me convertía de esa forma en una de las candidatas a juezas de Bailando…

“Yo, acostumbrada a lo que son los reality shows, programas que he visto en mi país y que se convierte en propuestas donde lo que menos importa es el arte sino hacer pública la vida privada de una forma muy burda, me dio mucho miedo aceptar.

“Pero vino a verme Manolito (Manolo Ortega), el director, y cuando lo escuché me di cuenta que la historia iba por otra parte. El nivel de educación y buen gusto del programa, eran diferentes.

“De igual forma muchos volvieron a cuestionar que por qué yo, con tantos coreógrafos cubanos buenos que hay, había sido seleccionada para jurado.

“Le dije a Manuel, ´aunque yo me sienta cubana y llevo 20 años aquí muchos no van a aceptar esto, ¿vas a poder lidiar con ello?´. Pero Manuel me dio todo su apoyo y me sentí enseguida muy segura.

“Todavía existen personas, entre ellas coreógrafos que aún no aceptan que yo esté ahí, sin embargo, he podido sentir el amor y la acogida de mucho público porque es indudable el poder y alcance que tiene la televisión. De hecho, algunos han ido a ver las presentaciones de mi compañía gracias a que me conocieron a mí y a mi trabajo en el programa”.

De los momentos significativos en la vida de Susana fuera de los escenarios, cuáles pudieras compartir con nuestros lectores.

“Sin dudas el nacimiento de mis hijas y otro, mi casamiento con Caleb (Casas). Desearía que las personas se casaran con ese sentimiento de serenidad con el que yo lo hice esta vez. Él llegó a mi vida en un momento de mucha madurez emocional y la decisión de casarme fue tomada con puro convencimiento y paz interior”.

Susana Pous y su esposo, el actor cubano Caleb Casas.

Y ahora Susana…

“He llegado a encontrar un balance. Me siento muy feliz que mis dos hijas son dos mujercitas a las que miro y veo que hay una labor hecha; a la vez he visto crecer mi desarrollo como artista. Ambas cosas, muy difíciles de llevar, tenlo por seguro.

“Este sigue siendo un mundo de hombres, machista, sobre todo por culpa de mujeres que se ven como rivales en vez de como aliadas, donde es difícil lidiar con el ser madre, esposa y estar siempre “maravillosa” por las exigencias de ese patriarcado y además tener una carrera, que te respeten y te vean como una persona que puede dirigir y tiene muy claras sus metas. Porque si he aprendido una lección en la vida es que la gente puede desaparecer de repente y tienes que tener mecanismos para sobrevivir. Es así, sobrevivir”.

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