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A mi Entender

12 de octubre de 1492: ¿encuentro o descubrimiento?

 

 

Venciendo prejuicios e intereses, temores e ignorancias, el hábil y ambicioso marino genovés Cristóbal Colón arribó a América por la isla de Guanahaní, imponiendo su primera determinación colonialista al renombrarla San Salvador.

Este primer encuentro de dos mundos constituye un acontecimiento de profundas consecuencias, pues anterior a él, no se conocía que hubiera entre Europa y Asia y del lado opuesto del Océano Atlántico, esta enorme masa de tierra, una de las cinco partes del mundo, y vasta extensión de 42 millones de kilómetros cuadrados.

Que Américo Vespucio, a quien se debe el nombre de nuestro continente, solo exploró lo que otros habían descubierto, y que Cristóbal Colón no es el descubridor de América, son algunas de las conclusiones obtenidas por los historiadores que, sin embargo, no logran derribar el relato oficial que aprendimos en la escuela…

Descubrimiento de América: La historia cuestionada
Por Rosario Mena

Un 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón llegó a una de las islas Bahamas (aún no se sabe cuál) que él creyó cercana al Japón. Desde el comienzo de la expedición su intención fue llegar al extremo oriental de Asia abriendo una nueva ruta para el comercio desde Europa y, hasta el día de su muerte, estuvo convencido de haber desembarcado en el continente asiático. Sin embargo, el avance de los conocimientos geográficos, junto a una serie de circunstancias históricas e interpretaciones más o menos interesadas, condujeron a la atribución a Colón del Descubrimiento de América, adjudicándole, además, la intención de encontrar este nuevo continente.

Fabricando al descubridor

La idea, inicialmente, se habría gestado en un mito: la “leyenda del piloto anónimo”, del cual da cuenta en sus testimonios el padre Bartolomé de las Casas. Este señala que el motivo que determinó a Colón para hacer la travesía, fue el deseo de mostrar la existencia de unas tierras desconocidas de las que tenía noticia por el aviso que le dio un piloto cuya nave había sido arrojada a sus playas por una tempestad. En este mito se concibe, por primera vez, el viaje de 1942 como una “empresa de descubrimiento” y su función es ocultar el “objetivo asiático” de la travesía, según explica O’Gorman.

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