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A mi Entender

Bebo y Chucho: Unidos para siempre

 

Por Rayma Elena

Bebo y Chucho Valdés.

Bebo y Chucho Valdés.

No sabía que al piano le habían nacido dos reyes en Cuba el mismo día: 9 de octubre; en el mismo lugar: Quivicán; el padre en 1918, y veintitrés escalas después, en 1941, su sucesor.

Tecleo mi ignorancia, aunque suene como un pésimo acorde al oído de un buen músico. Más, si bastarían sus nombres para entrever la coincidencia: Dionisio Ramón Emilio Valdés Amaro y su hijo Dionisio Jesús Valdés Rodríguez.

Pero soy cubana nacida en una época que «empolilló» los santorales y trocó la palabra onomástico en cumpleaños o aniversario. Y si algo mitiga un tanto la pena por esta laguna de conocimiento, es que viví en un hogar libre de exilios musicales (excepto por cuestiones de lesa calidad), y a pesar del largo silencio que enmudeció el piano de Bebo Valdés para gran parte de mi generación, pude saber temprano que Chucho venía de esa raíz profundamente anclada en la Isla.

Ninguno de los Valdés necesitaba más que un apodo de dos notas para ser reconocido en todo el mundo. Chucho y Bebo, así los nombro, ateniéndome solo a la cronología de mis recuerdos, porque fue el hijo quien me llevó al padre.

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