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Lo que el Mundial nos dejó

 

Mundial de Futbol

Mundial de Futbol

Por: Elsa Ramos Ramírez

Lo que el Mundial nos dejó. Ese pudiera ser el título de la película que comenzará a rodar este domingo cuando cierren las puertas del Maracaná y por ellas salga el nuevo campeón.

En el impas de espera por la final, ya se advierte ese halo de vacío emocional que suele quedar en los compases finales de un evento que logra paralizar  buena parte del mundo durante casi un mes

Pero Brasil 2014, aún en las lágrimas de una trunca celebración por los locales, puede jactarse de haber entregado el mejor de los Mundiales, en el riesgo, incluso, de ser absoluta.

Desde la ebullición del graderío con ese toque mágico de identidades hasta la excelencia competitiva, matizada por la rivalidad y calidad futbolísticas, esta Copa enseñó los ribetes del verdadero espectáculo deportivo.

Un espectáculo que se vive en la intensidad de las pasiones, el drama de las tensiones, la transfiguración de los sentimientos , la imaginación ilimitada de aficionados y fanáticos,  el sabor de las sorpresa.

En materia competitiva el Mundial nos dejó la pujanza de las naciones emergentes y con ellas dejó traslucir los diferentes rostros de la derrota y hasta el cómo se aprende a perder cuando las aficiones, en muestra de crecimiento cultural, saben sopesar el papel del equipo al que defienden. Colombia, Costa Rica y Argelia fueron ovacionados en desborde popular por los suyos por lo inédito de sus desempeños, aun cuando regresaron sin medallas, lo mismo que Uruguay y Chile, exaltados por los principales dignatarios  de sus respectivos países

Pero hay otras maneras de perder como Brasil y su calamitosa derrota ante Alemania, que duele aún en las entrañas del país que organizó la Copa con el sueño de conquistarla y terminará viéndola de lejos entre la frustración, el caos y la humillación.

Enseñó  también que por más torcidos que suelan andar los caminos, siempre terminan por señorear los colosos que se disputan el liderazgo de dos escuelas: una europea, otra americana

El Mundial nos dejó una clase magistral de defensa a la camiseta. Más allá de los millones que cada futbolista recibe, los sudores a raudales, los kilómetros guardados bajos los pies de cada protagonista  o las lágrimas del colombiano James Rodríguez , dicen que hay un sentimiento de pertenencia al margen del bolsillo.

Deja a los del gremio periodístico una lección de altura ética, cuando en las conferencias de prensa, los perdedores resistieron estoicos las balas incisivas de los colegas, en busca de eso que llaman noticia, algo que en esta parte del mundo tenemos en deuda cuando nos rendimos a los dictados de directivos de equipos que suelen imponer las reglas del juego.

Brasil nos enseñó un inusual despliegue tecnológico .Remarcó también, que por encima de cámaras ultrafieles y porterías “digitales”, en el campo de juego algunos árbitros siguen  fuera de lugar  y deciden los hilos del juego.

Fuera del campo, Brasil se adueñó de las redes sociales y aparcó todos los sucesos deportivos que se atrevieron a disputarle el reinting de preferencias.

El Mundial aún nos ahogará con su grito de gol este domingo  cuando la Argentina de Messi y la Alemania de Klosse dividan al mundo en dos y lo unan en la larga espera de otros cuatro años.

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