Carta de José Martí al General José Miró, 7 de mayo de 1895
Hato en Medio, 7 de mayo de 1895.
Sr. General José Miró.
Mi amigo y señor:
Al fin, en el placer superior del servicio abnegado de una causa pura, iba a conocer de cerca a Vd., y saludarle en persona, -ya que mis dos comisionados especiales, detenidos en Manzanillo uno y en La Habana otro, no pudieron traerle antes el saludo,- la pasión por la libertad que con razón le hace a Vd. mirar como propia la tierra, que como a propio lo mira, y le ha movido a entrar, con sus cualidades superiores, a una vida que demanda el continuo sacrificio de sí al bien común, y sólo nos da por premio verdadero la majestad de la estimación propia, y la fuerza y consuelo del cariño de los hombres capaces de entendernos y amarnos. Y me empiezo a apartar de sus tierras con la pena de que por ahora, en mi rápido viaje a los servicios que me sea dable prestar, no he de poder abrazarlo, ni gozar más de cerca del fruto de su pensamiento y el calor de su palabra.
A prudencia continua, y sincera aceptación de la realidad útil, y sutil y provechoso conocimiento de nuestra larga historia y compleja constitución, hemos podido ir levantando esta obra, unida por la reflexión ordenada donde ha sido posible y la cooperación espontánea donde no pudo llegar el concierto, de todos los elementos hábiles, apetecibles o inevitables, de la revolución. Ya estamos en marcha, y en camino de victoria, -si no apeamos la mano a la pelea, sin más descanso que el de la independencia, y no perdemos de vista, en la delicada composición y trances de la guerra, toda esa realidad, de derechos previos o actuales, al respeto a la cual debo, en mi humilde parte, cuanto he podido hacer, -con sofocación voluntaria de cien ímpetus y capacidades que pueden existir en mí,- para dar a mi patria, en pie sobre su suelo alzado, todos los elementos necesarios para su redención. Si en algún hombre se puede fiar para que ayude a Cuba a componer, y hacer en todo viables, las fuerzas que necesita para el triunfo, y a acumular, en vez de restarle, sus elementos naturales e imprescindibles, él ha de ser de la especie poco común de hombre a que Vd. me parece pertenecer: -la de los que al empuje de la resolución en momentos críticos, unen la grandeza que jamás pone precio a sus servicios-, y el reconocimiento oportuno de la utilidad ajena. Servir es nuestra gloria, y no servirnos: y Vd. es de esa talla. Mucho puede Vd. hacer, con ayuda de la gente probada y vieja en la guerra y en esa comarca, por poner pronto en pie brillante de pelea continua a esa región, cargada de glorias, que a Vd. y a mí, que caemos mozos en esta contienda, nos costará trabajo imitar. Lo que haya que vencer y suavizar para esa labor, y aun aquello en que pudiera tener que vencerse, en justicia y oportunidad, Vd. mismo -eso es de su magnanimidad y prudencia, que de seguro adornan a Vd. en el mismo grado que el ímpetu, el talento y el valor.
En esa fe, y con tiempo más escaso del que desearía, saluda a Vd. con vivos deseos de verle de cerca alguna vez, y agradecimiento sincero por su ayuda en la causa de nuestro honor.
Su amigo affmo.
El Delegado
José Martí
7 mayo, 2014 por verbiclara
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