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A mi Entender

Strike 3: Pinar da un golpe de timón a la final

A las 11 con 18 minutos de la noche, cuando el tiro del campo corto llegaba a la inicial y Jorge Luis Pérez levantaba su diestra decretando el out 27, en el Victoria de Girón ya había tramos de graderío desérticos y proliferaban caras de dolorosa circunstancia. Acababa de caer el telón de la obra, Pinar del Río emparejaba el dual meet a un éxito por bando, y tan solo unos cuantos fanáticos –todos ellos vestidos de verde- eran felices.

Fue un partido de escasas emociones, como ocurre casi siempre que la pizarra se desnivela muy temprano. No obstante, poco interesa eso a Alfonso Urquiola y sus pupilos: de lo que se trataba era de ganar, y lo lograron.

Al comienzo de todo, saltaron a la vista los cambios en las dos alineaciones. Matanzas colocó a un tercer inicialista entre lunes y miércoles: esta vez le correspondió a Eriel Sánchez, de manera que la vacante del designado la asumió, como penúltimo en el orden, Ariel Sánchez. Mientras tanto, aparentemente castigado por su errónea iniciativa de tocar la bola anoche, Osniel Madera fue a la banca en beneficio de Luis Alberto Valdés, radiante contra Matanzas en la segunda etapa del torneo.

(Según me enteré antes del encuentro, la jugada del referido sacrificio no la ordenó el mentor Urquiola, como escribí en esta columna, pero al ser abolidas las conferencias de prensa, el que suscribe y sus colegas han quedado a expensas de este y otros yerros).

Cero expectativas. Lo que pudo haber sido una guerra entre lanzadores zurdos, terminó siendo apenas una escaramuza. Julio Alfredo Martínez no pasó del primer episodio, bombardeado a batazos, castigado por su descontrol y herido de muerte por la maltrecha defensiva de los verdes.

Después de sacar un par de outs, el siniestro concedió una transferencia a José Miguel Fernández -devuelto al tercer turno-, y soportó un cañonazo de Eriel que Andrés Quiala mofó en el izquierdo. Entonces Yadiel Hernández ligó un texas y entraron dos carreras, la segunda de ellas producto de que Lorenzo Quintana no retuvo el tiro a home en lo que debió ser un out fácil.

La debacle tan solo se anunciaba. Seguidamente, el torpedero Valdés vaciló sobre el rolling inocente de Lázaro Herrera, entró una más, y Raúl González remató la faena con un hit que cerró la pizarra en el contundente 5×0 que alebrestó a las gradas. El estadio era un mar de cornetas que, lejos de zumbar como las vuvuzelas de Sudáfrica, retumbaban como cien elefantes en plena estampida.

Una base por bolas, dos errores y una indecisión son demasiado obsequio para un equipo bateador como los Cocodrilos, que en su casa se vuelven casi invulnerables (cualquier duda, preguntarle a Villa Clara). Sin embargo, Pinar sabe de remontadas este año –pregúntenle a Industriales- y ripostó con un racimo inacabable que atestiguó un desfile de relevistas y dos cuadrangulares con el sello de la irreverencia.

Todo empezó por el jonrón de William Saavedra, su quinto en la postemporada, y todo terminó en el Grand Slam de Giorvis Duvergel. Entre uno y otro se acomodaron la precipitada decisión de reemplazar al abridor Cionel Pérez –ganaba 5×1 y solo Saavedra le había pegado con dureza-, el divorcio de la zona de Alexander Bustamante, un fielder’s choice y el arribo al montículo de Lázaro Blanco, buen lanzador contra derechos, pero demasiado previsible frente a zurdos. Duvergel, que chorrea experiencia y le sobra calidad, no perdonó al granmense.

Con un vuelco brutal en la pizarra –dos arriba para los tabaqueros- Yoelkis Cruz empezó a romper monte para los locales y el novato Vladimir Gutiérrez hizo lo mismo, a curva ancha y recta montaraz, por la visita. Sin embargo, la desgracia volvió a caer sobre Matanzas en el quinto, donde Quintana empujó una con indiscutible y Andrés Quiala sopló un doble con los ángulos repletos. El nuevo marcador, 11×5, abría un trecho grande entre cazador y presa. Ya de por sí inflamado por los nubarrones del mal tiempo, el cielo oscurecía más para los anfitriones, y la hinchada pinareña reventaba la percusión sin miramientos.

Todo sea dicho: la luz estuvo muy próxima a hacerse en el sexto, pero el rolling por el centro de Eriel con bases llenas fue a parar al guante salvador de Valdés, que forzó en la intermedia. En adelante pasó poco, prácticamente nada, como no fuera otra carrera de los hombres de Urquiola en las piernas veloces de Roel Santos, y algún que otro limitado esfuerzo de los rojos.

Queda mucha final por jugar todavía, y hay flagrantes opciones para ambos. Pero sería insincero si no digo que, a mi modo de ver, este juego era el del campeonato. Si ganaba Matanzas, Pinar del Río quedaba a su merced, groggy y presionado con un 2-0 adverso. Si lo hacía Pinar, aseguraba irse a su cuartel con la serie igualada, para lidiar allí de viernes a domingo y buscar por lo menos dos éxitos que pusieran contra las cuerdas al rival.

Y eso precisamente fue lo que pasó. Ahora mismo, hasta tanto se demuestre lo contrario, los tabaqueros prevalecen en lo anímico y también en el plano deportivo, aun cuando las matemáticas digan otra cosa.

Positivo: El trabajo asentado y sin máculas de Vladimir Gutiérrez. Negativo: La apurada sustitución de Cionel Pérez. Preocupante: Para Matanzas, el curso del play off ha experimentado un golpe brusco, con tres juegos por dirimir en casa ajena. Incomprensible: El anémico trabajo de los pítchers abridores en toda la postemporada. Recomendable: Taponarse los oídos antes de entrar el viernes al Capitán San Luis.

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