«Vinagrito» anduvo por Ranchuelo con la magia de Liuba
Ricardo González
Por Ricardo R. González y Walfrido Díaz Góngora
Bastaron los primeros acordes para que el público identificara al gatico más popular del archipiélago porque, a decir verdad, casi no existen ajenos de las andanzas de Vinagrito, gracias a la autoría de nuestra Teresita Fernández.
Ahora llega renovado. Liuba María Hevia tiene las credenciales para hacerlo, y mediante su voz privilegiada hizo que recorriera a Ranchuelo en la mañana de este viernes.
Fueron muchos niños, e incluso adultos, que no escaparon a la tentación y siguieron sus pasos, desde un escenario incitante a «pintar los lindos colores de la felicidad» mediante la magia del Señor Arcoiris, o a ratificar que la niñez corre por una etapa de sueños, fantasías, y ternuras suficientes para tener el corazón feliz.
Arnulfo Guerra Ramos, uno de los jóvenes talentos santaclareños que acompañan a Liuba.
Así podemos imaginar a esa luna «metida en un mar de añíl», o que una palangana vieja retome su vitalidad a fin de sembrar «violetas para ti».
Son breves pasajes que nos reafirma el magisterio de Teresita, a quien Liuba dedica estos encuentros para homenajearla y promover el CD dedicado a su música que la hace inmensa e imprescindible.
Más de una hora de motivaciones e interactividad, por parte de la cantautora, que incluyó una de clase de apreciación musical apoyada en la valía de cada instrumento y de algunos ritmos. Por ello, no fue extraña la referencia al maestro Juan Formell, al que tanto admira, con un fragmento de El baile del buey cansao, coreado por los asistentes.
Compartir una gira con Liuba María Hevia y su grupo resulta una especie de travesía mágica, y más cuando esa interacción tiene a la infancia como protagonista.
De altos vuelos resulta el acompañamiento de jóvenes músicos: Alexis Torrado, responsable de la percusión, y los santaclareños Juan Manuel Campos (violín), y Arnulfo Guerra Ramos, devenido director musical, arreglista, segunda voz, bajista… entre otras facultades que realzan su talento.
Liuba complace una y otra vez. Imposible descartar del reportorio El trencito y la hormiga, Estela y su granito de canela, El piojo, La canción de la vacuna, o El cangrejo Alejo, inspiraciones de Gabilondo Soler, Ada Elba Pérez, María Elena Walsh, de Teresita, o de la propia Liuba, que complementan una acuarela distintiva de la buena música dirigida a los infantes.
Al término de cada concierto Liuba dedica tiempo para su público.
Ranchuelo constiuyó la quinta parada de este espectáculo por predios villaclareños, y dos motivaciones hacen que encuentren buen cauce: El nacimiento de Teresita en Santa Clara, y la unión filial de Liuba a estas tierras al ser su familia paterna oriunda de Encrucijada y compartir un tiempo de la infancia por sus parajes.
Dame la mano y danzaremos impone un adiós momentáneo. Finaliza el concierto, mas quedan las vivencias, el tesoro de transportarnos a aquellos tiempos donde empinábamos el papalote, veíamos a las curiosas jicoteas, o pensamos que éramos los dueños del universo.
Hoy, con bellas canciones, se revive la utilidad de aquella palangana vieja, apreciamos la belleza de un Zunzuncito, o nos convidan a que el amor germine entre todos. Liuba lo logra y lo hace perdurable.
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