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A mi Entender

Núñez Rodríguez: Mirada limpia con sonrisa socarrona

  Este trece de mayo se le hubieran encendido noventa velitas al cake de cumpleaños de Enrique Núñez Rodríguez, y estaría –cigarro escondido en mano- haciendo un chiste de esos que te hace mover los músculos faciales, pero te masajea el cerebro.


El cáncer no lo dejó, en noviembre del 2002 su cuerpo dijo adiós a este planeta, pero su presencia sigue aquí entre nosotros por el recuerdo de sus obras o esos textos periodísticos que muchas veces publicó, según decía jocosamente, en el piso de abajo del Gabo en Juventud Rebelde.
No recuerdo la fecha, quizá sería a mediados de los años 90 cuando fui testigo de un inteligente y agudo cruce de espadas humorísticas. Uno de los contendientes era Abel Prieto, entonces presidente de la UNEAC y el otro Núñez Rodríguez, miembro de la presidencia de esa organización.

El tema era el derecho de autor y el contexto, una reunión acalorada a la que Abel y Núñez le bajaron la temperatura de la mejor forma: provocando la risa. Yo no fui una excepción, pero al otro día hablando con Núñez en su diminuta oficina en los altos de la UNEAC, le pregunté de dónde sacaba esa capacidad de riposta tan jacarandosa y a la vez con respeto. “Del humor”, me dijo y subrayó: “el humor sirve para decir las verdades más grandes del mundo, hacer reír sin ofender y sobre todo criticar sin vulgaridades”.

Vestido con la mayor sencillez del mundo, sin poses intelectuales, fue el autor de piezas de teatro: Cubanos en Miami (1949), La chuchera respetuosa (1949), Gracias, doctor (1959), El bravo (1965), Voy abajo (1967) y Dios te salve, comisario (1967); novelas: Sube, Felipe, sube (1986) y libros de crónicas que publicaba previamente en diversos periódicos como Yo vendí mi bicicleta (1989), Gente que yo quise (1996) y post morten A guasa, a garsín (2003).

En la radio fue el escritor de  espacios clásicos en ese medio como Chicharito y Sopeira (por Alberto Garrido y Federico Piñero) y Cascabeles Candado, con Luis Echegoyen en su muy popular caracterización de Mamá Cusa Alambrito. Suya es la aventura Leonardo Moncada, protagonizada por Eduardo Egea y Ramón Veloz, también por los años 50 y que tuvo una  enorme audiencia.

Casos y cosas de casa, durante muchos años atrapó la atención de los televidentes cubanos, igual que sucedió con Si no fuera por mamá. Conflictos, uno de sus últimos programas seriados con Isabel Santos, Luis Alberto García (hijo), Beatriz Valdés y otras importantes figuras, exhibido en nuestra televisión con cascabeles en la punta, fue un buen látigo de de los males que aquejan a nuestra sociedad.

Estuvo entre quienes apostaron por quedarse en Cuba en 1959 cuando era ya un autor reconocido y muy bien pagado. Fue Héroe Nacional del Trabajo de la República de Cuba, mereció la Orden Félix Varela de Primer Grado,  la Réplica del Machete de Máximo Gómez, los Premios Nacional de Periodismo José Martí, del Humor y el de la Radio, más otras condecoraciones como la de Hijo Distinguido de Quemado de Güines.

Pero sobre todo fue un cubano auténtico de esos que dicen mirando a la cara la mayor de las verdades en tono guasón. Núñez me reprocharía por ejemplo haber escrito tanto de sus libros, sus méritos y poco de la enjundia de su vida. Oyente de Radio Reloj, recuerdo cuando se preparaba el Sexto Congreso de la UNEAC, que un día a soto boche me llamó y me dijo “¿Cómo logras en un minuto decir tantas cosas y dejar a la gente enganchada para oír lo que viene al otro día?”.

Me quedé de una pieza, lo consideraba (CONSIDERO) un maestro en la crónica periodística  y él alababa aquellos comentarios que no eran más que el reflejo de lo que sucedía en la UNEAC: un rico e intenso debate de ideas, en los que Núñez aportó muchísimo, no sólo por ser miembro de la presidencia sino por su experiencia en el trabajo radial y televisivo.

En las actas de las reuniones y encuentros de entonces hay recomendaciones totalmente válidas para la televisión y la radio. Si se revisaran esas pinceladas de Núñez al hablar se encontraría también un caudal de comportamiento ético.

Así que celebremos sus nueve décadas como el hubiera querido: con la mirada limpia y la sonrisa socarrona en los labios.

(Tomado de Cubarte)

Este trece de mayo se le hubieran encendido noventa velitas al cake de cumpleaños de Enrique Núñez Rodríguez, y estaría –cigarro escondido en mano- haciendo un chiste de esos que te hace mover los músculos faciales, pero te masajea el cerebro.

El cáncer no lo dejó, en noviembre del 2002 su cuerpo dijo adiós a este planeta, pero su presencia sigue aquí entre nosotros por el recuerdo de sus obras o esos textos periodísticos que muchas veces publicó, según decía jocosamente, en el piso de abajo del Gabo en Juventud Rebelde.

No recuerdo la fecha, quizá sería a mediados de los años 90 cuando fui testigo de un inteligente y agudo cruce de espadas humorísticas. Uno de los contendientes era Abel Prieto, entonces presidente de la UNEAC y el otro Núñez Rodríguez, miembro de la presidencia de esa organización.

El tema era el derecho de autor y el contexto, una reunión acalorada a la que Abel y Núñez le bajaron la temperatura de la mejor forma: provocando la risa. Yo no fui una excepción, pero al otro día hablando con Núñez en su diminuta oficina en los altos de la UNEAC, le pregunté de dónde sacaba esa capacidad de riposta tan jacarandosa y a la vez con respeto. “Del humor”, me dijo y subrayó: “el humor sirve para decir las verdades más grandes del mundo, hacer reír sin ofender y sobre todo criticar sin vulgaridades”.

Vestido con la mayor sencillez del mundo, sin poses intelectuales, fue el autor de piezas de teatro: Cubanos en Miami (1949), La chuchera respetuosa (1949), Gracias, doctor (1959), El bravo (1965), Voy abajo (1967) y Dios te salve, comisario (1967); novelas: Sube, Felipe, sube (1986) y libros de crónicas que publicaba previamente en diversos periódicos como Yo vendí mi bicicleta (1989), Gente que yo quise (1996) y post morten A guasa, a garsín (2003).

En la radio fue el escritor de  espacios clásicos en ese medio como Chicharito y Sopeira (por Alberto Garrido y Federico Piñero) y Cascabeles Candado, con Luis Echegoyen en su muy popular caracterización de Mamá Cusa Alambrito. Suya es la aventura Leonardo Moncada, protagonizada por Eduardo Egea y Ramón Veloz, también por los años 50 y que tuvo una  enorme audiencia.

Casos y cosas de casa, durante muchos años atrapó la atención de los televidentes cubanos, igual que sucedió con Si no fuera por mamá. Conflictos, uno de sus últimos programas seriados con Isabel Santos, Luis Alberto García (hijo), Beatriz Valdés y otras importantes figuras, exhibido en nuestra televisión con cascabeles en la punta, fue un buen látigo de de los males que aquejan a nuestra sociedad.

Estuvo entre quienes apostaron por quedarse en Cuba en 1959 cuando era ya un autor reconocido y muy bien pagado. Fue Héroe Nacional del Trabajo de la República de Cuba, mereció la Orden Félix Varela de Primer Grado,  la Réplica del Machete de Máximo Gómez, los Premios Nacional de Periodismo José Martí, del Humor y el de la Radio, más otras condecoraciones como la de Hijo Distinguido de Quemado de Güines.

Pero sobre todo fue un cubano auténtico de esos que dicen mirando a la cara la mayor de las verdades en tono guasón. Núñez me reprocharía por ejemplo haber escrito tanto de sus libros, sus méritos y poco de la enjundia de su vida. Oyente de Radio Reloj, recuerdo cuando se preparaba el Sexto Congreso de la UNEAC, que un día a soto boche me llamó y me dijo “¿Cómo logras en un minuto decir tantas cosas y dejar a la gente enganchada para oír lo que viene al otro día?”.

Me quedé de una pieza, lo consideraba (CONSIDERO) un maestro en la crónica periodística  y él alababa aquellos comentarios que no eran más que el reflejo de lo que sucedía en la UNEAC: un rico e intenso debate de ideas, en los que Núñez aportó muchísimo, no sólo por ser miembro de la presidencia sino por su experiencia en el trabajo radial y televisivo.

En las actas de las reuniones y encuentros de entonces hay recomendaciones totalmente válidas para la televisión y la radio. Si se revisaran esas pinceladas de Núñez al hablar se encontraría también un caudal de comportamiento ético.

Así que celebremos sus nueve décadas como el hubiera querido: con la mirada limpia y la sonrisa socarrona en los labios.

 

Cubadebate,13 may.

4 comentarios

Felix Orestes Suarez -

Sabes ? querida amiga Fortes, me haz embullado a releer "Mi vida al desnudo",tal vez me ayude a escribir la mia,que no tiene tanta injundia ,pero algo podre decir despues de todo.Y claro sera la mia y bien.Te reitero las gracias por tu semblanza de Nuñez,un verdadero "jodedor cubano".

Felix Orestes Suarez -

Para satisfaccion particular quiero escribir aqui la dedicatoria que mi hijo hizo del Libro de Nuñez para mi:.
Al mejor de los padres- no menos mejor Locutor,lector y escritor- FELIX ORESTES SUAREZ HDEZ.
Con la lectura de estas "memorias" evocaras a Quemado de Guines (la tierra de nuestros ancestros) y a Sagua la Grande ( lugar donde hiciste realidad gran parte de tus sueños y donde nacieron mis hermanos.
Disfrutalo,tu hijo Orestico.
Firmado, Hatillo 22-2-2002.

Felix Orestes Suarez -

Quiero retificar en cuanto al titulo del libro es: " Mi vida al desnudo" que confundi con otro que tengo que se titula" El monje que bendio su bicicleta".Mis excusas por el error.

Felix Orestes Suarez -

Tengo la satisfaccion de tener en mi biblioteca de casa,su libro "Yo bendi mi bicicleta" obsequio de mi hijo, el Licenciado Orestes Suarez Pedraza,cooperante en la Republica de Venezuela, que hace algunos años me lo envio,una verdadera joya del humor cubano.Gloria a mi coterraneo Nuñez Rodriguez.Y a ti Barbara las gracias por esta semblanza