¿Bien, mal, o viceversa?
En los tres primeros juegos preparatorios, la ofensiva cubana parece estar en estado de gracia, mientras el cuerpo de lanzadores ha quedado bastante mal parado
Como vista hace fe, no queda más remedio que imaginarse lo ajustada que está la ofensiva del equipo que en pocos días nos representará en la tercera edición del Clásico Mundial de Béisbol.
Por números, lo de la madrugada de este viernes fue una masacre con alevosía, aun cuando la tropa de Víctor Mesa abandonara el campo de batalla con varias heridas que curar. Se esperaba un cerrado duelo teniendo en cuenta lo sucedido en el primero, pero el equipo de Taipei de China se quebró en el segundo capítulo. Y desde entonces, la hemorragia fue incontenible y mortal.
Muchos —entre los que me incluyo— se preguntan cómo es posible la inversión de roles que viene ocurriendo en el equipo cubano durante las últimas presentaciones. ¿Volvimos a la era de los grandes batazos? ¿La diferencia de horario solo ha afectado a los lanzadores? Que alguien me diga.
No obstante, soy de los que también se alegran del estado de gracia ofensivo, del descomunal poder exhibido por Despaigne, y de dos o tres detallitos más. Pero ando igualmente intranquilo por lo mal parado que han quedado casi todos los miembros del cuerpo de lanzadores. Y a las tablas me remito.
Sugiero asumir lo sucedido con no más euforia que la recomendable, y esperar por más —y mejores— noticias llegadas desde el lejano Oriente. Luego del trabajo interno, el equipo culminará en la madrugada del domingo su estadía en tierras taipeianas, midiendo fuerzas con la representación de Holanda. Falta apenas una semana para debutar en el Clásico. Tal y como van las cosas, me conformo con alguna señal de recuperación que llegue desde la colina.
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