Jazz fraterno, combinación perfecta
El jazz es una filosofía de vida, sostienen varios de sus cultores. Encontrar entre notas y acordes la libertad plena para hacer música es una actuación digna de ver en escena. Santiago de Cuba lo hizo posible recientemente. El anhelado Encuentro Amigos del jazz contagió a una ciudad que no solo palpita a través del son y la música tradicional.
La primera entrega del evento marcó memorablemente el penúltimo fin de semana de septiembre con una exquisita programación en sitios tan emblemáticos de la localidad como la Sala Dolores, el Patio de la Uneac y el entrañable Iris Jazz Club.
Esta iniciativa del Comité Provincial de la Uneac y de su presidente, Rodulfo Vaillant, juntó a importantes exponentes del género en la Isla como Bobby Carcassés, César López, Alfred Thompson y Yasek Manzano, quienes compartieron escenarios con Andy Rubal, el cuarteto Magic Sax, e Iván Acosta y De Cuba somos, entre otros artistas de la urbe oriental.
Fue en el concierto inaugural donde Vaillant ofreció algunos antecedentes del estilo en Santiago: «Aunque ha sido La Habana su escenario principal en Cuba, según antecedentes históricos confiables, fue en Santiago de Cuba por donde el jazz hizo su entrada a nuestro país. Ocurrió entre finales del siglo XIX y principios del XX, en ocasión de producirse el desembarco de tropas de marines yanquis por la bahía de la ciudad, luego de la confrontación hispano-cubano-norteamericana», expresó.
Santiago recibió igualmente la influencia de las big bands surgidas en la capital al calor de la década el 1930. «A la ciudad llegaron los aires jazzísticos procedentes del norte, provocando también que nuestras orquestas incluyeran en su repertorio esa corriente musical», explicó Vaillant.
De ahí que este primer encuentro Amigos del jazz retomara ese ambiente de antaño y extrapolara a sus recintos una amplia gama de tendencias dentro del género.
Así lo pudimos apreciar en la gran «descarga» de Habana Ensemble en la Sala Dolores. La banda —conducida por el saxofonista César López e integrada por Emilio Martiní (guitarra), Ruly Herrera (batería), Pepe Hermida (bajo) y Ottico Santana (congas) — subió el tono a la velada de apertura cuando mostró su versatilidad en temas de sus álbumes más recientes, entre ellos Contrastes (Bis Music 2010).
Otros conciertos también matizaron el encuentro, como el que regalaron Bobby Carcassés, el saxofonista Alfred Thompson, el trompetista Yasek Manzano y el flautista Iván Acosta y su grupo De Cuba somos, en la despedida del evento.
La cita también mostró, en la sede provincial de la Uneac, una mirada teórica al hurgar en los caminos actuales del jazz en el país, y se propuso develar cómo el género es motivo de inspiración para otras expresiones artísticas, como esbozó Yanelis Matos Águila en su ponencia El latin jazz en el cine de Fernando Trueba.
César López, presidente del certamen, manifestó los deseos de los organizadores de realizar cada año estos encuentros y de mantener el espíritu del jazz en una ciudad clave en la historia cultural de la nación.
«Este evento enciende una llama musical en la región», afirmó López, quien destacó el nivel internacional alcanzado por los cultores del estilo en el país y significó la pujanza del movimiento de los noveles jazzistas.
El saxofonista catalogó de única esta experiencia de intercambiar con los jóvenes cultores del género del territorio. Los estudiantes, dijo, «no solamente necesitan la práctica diaria, también deben ver y escuchar a otros artistas, pues eso los motiva mucho. Tener a los alumnos como público, le dio mayor sensibilidad a estas actuaciones».
Por su parte, Bobby Carcassés elogió la existencia de espacios como el Festival Internacional Jazz Plaza de La Habana, con más de tres décadas, y el Encuentro Amigos del jazz de Santiago de Cuba. Destacó las conexiones con la música criolla con el género, a través de conocidos artistas nuestros como Chano Pozo, Chucho Valdés y Gonzalo Rubalcaba, entre otros.
Para Bobby, quien contagió a los santiagueros con sus magníficos performances, las cuatro letras de jazz encierran un concepto vital, pues la melodía es «toda una filosofía de la libertad, del poder de improvisar y de crear arte».
Y precisamente esa «música repentista», coronada así por Carcassés, fue la que se adueñó de la ciudad sonera de Cuba, haciendo vibrar a un público ávido de escuchar las notas interpretadas al calor de la inmediatez, como una eterna descarga de adrenalina y buen gusto.
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