Desde la Torre Eiffel
Por Fausto Triana
Blog Un lunar en la punta de la nariz
París.- Sitio de encuentros, zona ideal de picnic y mosaico cultural de nacionalidades, la Torre Eiffel, entre el amor y el odio, cumplió123 años de existencia el 31 de marzo de 2012 con la mística de sus encantos y el choque de sus velos comerciales.
En un tiempo fui parte de los practicantes de “jogging” en Los Campos de Marte, los amplios jardines debajo de la Grande Dame que sirven a muchos propósitos de parisinos y visitantes, entre ellos la actividad atlética.
He visto clases de buceo en dos piscinas portátiles instaladas al pie de la Torre Eiffel, obra suprema del ingeniero Gustave Eiffel, con el diseño, inspirado en el fémur humano, de sus colaboradores principales, el parisiense Emile Nouguier y el franco-suizo Maurice Koechlin.
También torneos de voleibol de playa en sus alrededores, el récord mundial de salto con patineta desde el primer piso del monumento; un homenaje a Michael Jackson; 20 mil personas en primicia universal de un karaoke gigante; conciertos y, por supuesto, espectáculos de efectos especiales y fuegos de artificio.
Ineludible, sui-géneris, ofrece dos citas seductoras cada año: el Día Nacional de Francia, 14 de julio, Toma de la Bastilla, con algún evento luminoso en sus instalaciones, y a las 12 de la noche del 31 de diciembre.
Gustave Eiffel, el genio de la monumental Grande Dame, pudo apenas graduarse de ingeniero de l´Ecole Centrale des Arts et Manufactures de París, jamás fue profesor de la Universidad de La Sorbona y nunca padeció de vértigo.
De acuerdo con la SETE (Société Exploitation Tour Eiffel), los ingenieros que acompañaron la obra y de hecho los diseñadores de la mole de hierro, fueron Nouguier y Maurice Koechlin.
“No hubo otros encargados del proyecto y como reconocimiento del enorme esfuerzo realizado, el propio maestro Gustave Eiffel colocó una placa con los nombres de las 199 personas que lo ayudaron a materializar su obra”, destacó SETE al responder en París a preguntas de Lunarft.
Stéphane Dieu, funcionario de SETE, recordó que existen registros bastante exactos de los trabajadores involucrados en la construcción del monumento más visitado del mundo (más de siete millones de personas cada año).
Ni latinoamericanos, ni personas más allá de las mencionadas acompañaron a Eiffel en dirigir la ejecución del proyecto, acotó.
Dieu señaló que en realidad el proceso constructivo fue bastante complejo y tuvo amplia participación, aunque Gustave Eiffel fue bastante celoso con el proyecto y se obsesionó con su terminación.
De hecho enfrentó dos huelgas pese a ofrecer mejores remuneraciones salariales e instaló un dormitorio en el primer nivel y más tarde una oficina en la cumbre a 300 metros de altura. Llegó a tener a 250 operarios e incorporó al arquitecto Stephene Sauvestre al equipo de dirección.
La mayoría del trabajo se produjo en las fábricas de las empresas de su constructor situadas en Levallois-Perret, una comuna del departamento de Hauts-de-Seine en la región de Ile de France, donde se ubica París.
Precisamente en el entorno de los talleres de Levallois-Perret laboraron 50 ingenieros en el concepto de las piezas y el ensamblaje de la obra.
Requirió de una enorme cantidad de hormigón para sustentar los cuatro pilares y fue en julio de 1887 cuando se empezó el montaje de las partes metálicas a cargo de Jean Companion.
-Sello Eiffel-
Pocas veces se habla del ingeniero Eiffel como un hombre de excepcionales trabajos al estilo del observatorio de Niza y su gran cúpula (1884), al lado de Charles Garnier, otra figura excepcional que construyó el suntuoso Teatro de la Opera de París.
Para completar su impresionante hoja de vida, fue encargado del diseño de la estructura interior de la Estatua de la Libertad de Nueva York (1885), un regalo de Francia a Estados Unidos concebido en su exterior por el escultor Fréderic Auguste Bartholdi.
Como curiosidad, existen otras dos réplicas de la Estatua de la Libertad en París. Una en la Ile des Cygnes (isla de los Cisnes) en el Sena, donación de la comunidad estadounidense para celebrar el centenario de la Toma de la Bastilla, y otra en los Jardines de Luxemburgo, por supuesto, ambas mucho más pequeñas que la original.
Eiffel tenía ya otras joyas en su expediente, como el Viaducto del Garabit sobre el río Truyére en Saint Flour, de 1884, con un único arco de acero de 165 metros de altura, que durante un tiempo fue el puente más alto del mundo.
El arco del Garabit es todavía hoy otra de las maravillas que Eiffel regaló a la humanidad, y partió de la referencia del puente sobre el río Duero en Oporto de 1877, también de su propia factura.
Con la Grande Dame, llegó el desafío supremo. Dos años, dos meses y cinco días le llevó completar en 1889 un trabajo concebido para la Exposición Universal de París y tras sortear críticas vehementes, en un homenaje al centenario de la Revolución Francesa.
A las 13:30, hora local, terminaba una hazaña constructiva que pasaría a la historia, que comenzó el 28 de enero de 1887.
-Tour Eiffel, 120 aniversario-
Cada siete años es pintada en medio de un complejo proceso con la ayuda de alpinistas que vuelcan sobre sus 324 metros de altura (300 más la elevación de 116 antenas de televisión), 60 toneladas de pintura.
La pintura de la también llamada Dama de Hierro, ahora de colorante ocre, cubre 200 mil metros cuadrados de superficie, el secreto, según adelantaba el propio Gustav Eiffel en 1889, para que el monumento resistiera el paso del tiempo.
Alexandre Gustave Eiffel nació en 1832 en Dijon, la tierra por excelencia de la reconocida mostaza y capital de la zona vinícola de Borgoña, y falleció en París a los 91 años de edad.
Terminó su creación cumbre de 6,300 toneladas de hierro forjado, 18,000 piezas unidas a través de dos millones 500,000 remaches, sobre una base de cuatro enormes arcos sobre cuatro pilares situados en los vértices de un rectángulo.
Sin embargo, no pudo disfrutar mucho de su gloria. Primero porque se enredó en un escándalo financiero con la empresa francesa que fracasó en el levantamiento del Canal de Panamá, luego del fiasco de Ferdinand de Lesseps.
Aunque nada se le pudo probar en su contra, el honor de Gustave Eiffel se vio seriamente dañado. Pero tuvo tiempo de consagrarse a la investigación científica y, especialmente, al aporte de ideas para dotar de mayor utilidad a su mastodóntica dama.
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