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A mi Entender

La madre más joven de la historia

La peruana Lina Medina, quien ahora tiene 78 años, parió un hijo cuando solo tenía cinco almanaques de nacida


Juan Morales Agüero
 

En un mísero arrabal limeño al que, por su alta peligrosidad, los hampones bautizaron con el nombre de Pequeño Chicago, rodeada de ratas y de rateros, la peruana Lina Medina se pregunta cada mañana por qué la vida le hizo la jugarreta de convertirla en la madre más joven de la historia.

Ahora tiene 78 años esta mujer a quien, luego de parir un hijo cuando solo tenía cinco almanaques de nacida, los gobiernos de su país prometieron una pensión vitalicia y jamás le dieron nada. ¡Ni siquiera le restituyeron la casa que le demolieron en los años 80 para hacer una autopista!

Lina vuelve la mirada atrás y la pesadilla de su existencia rueda ante sus ojos —con pelos y señales— como una película de suspense. Todo comenzó aquel 14 de mayo de 1939…

Historia embarazosa

No era todavía cincoañera cuando un brujo de Antacancha, su aldea en la montaña, comenzó a alarmarse. ¿Qué le ocurría a aquella niña cuyo vientre no dejaba de crecer? Mientras la pequeña jugaba con su muñeca de trapo, el shamán miró al cielo y «hablaron» por su boca los dioses de Los Andes:

«Tiene una culebra en la barriga. Hay que sacársela», dijo.

El hechicero informó del asunto a Tiburcio, padre de Lina, quien lo autorizó a ejecutar el exorcismo. Luego sometió a la niña a los ritos incas de la cordillera. Pero —¡ay!—, ninguno funcionó. Tiburcio se echó a su hija a cuestas y, en busca de un médico de verdad, caminó hasta el pueblo más cercano.

Al llegar al hospital de Pisco, el doctor Gerardo Lozada examinó a Lina. Le inquietó su abultado abdomen. «Quizá sea un fibroma», pensó. Pero, luego de evaluar varias veces las pruebas, arribó a una conclusión terrible. «¡No es un tumor, es un bebé de siete meses lo que la niña lleva en su vientre!», gritó. Y telefoneó enseguida a la Policía.

Madre de cinco primaveras

Los agentes encerraron a Tiburcio como sospechoso. También fue a dar al calabozo uno de sus hijos, desequilibrado mental. Pero tuvieron que soltarlos por falta de pruebas.

En el ínterin, el doctor Lozada viajó a Lima, instaló a Lina en una clínica y envió un emisario a Antacancha para recopilar información. Supo que, antes de los tres años de edad, a la niña se le desarrollaron los caracteres sexuales: pechos erguidos, vello púbico y... ¡menstruaba! «Su madre la mandaba a lavarse en el río», dijeron sus parientes.

Poco quedaba por hacer. Como su pelvis y canal de parto no estaban preparados para un acto natural y lo avanzado del embarazo lo hacía de altísimo riesgo, apelaron a una cesárea. El 14 de mayo de 1939 nació un bebé de 2 700 gramos y 48 centímetros. Lo llamaron Gerardo, como el médico que asistió a la niña-madre.

El diario limeño El Comercio reseñó así el extravagante suceso: «Con tan solo cinco años, siete meses y 21 días de edad, Lina Medina acababa de convertirse en la madre más joven reconocida por los anales mundiales de la Medicina».

Un hecho espectacular

La noticia del parto de la niña peruana se convirtió en suceso mediático planetario. Sus pormenores les restaron protagonismo durante días a los preparativos de la Segunda Guerra Mundial, que ya estaba a punto de desencadenarse.

Entretanto, los niños —madre e hijo— eran mimados y colmados de regalos. En la Maternidad de Lima, la pequeña Lina aprendió a leer y a escribir. Tan niña como su hijito, le disputaba al pequeñuelo la posesión de los juguetes.

El doctor Juan Falen dijo a la agencia Reuter: «La pubertad precoz de Lina le desarrolló antes de tiempo los caracteres sexuales y la capacidad de reproducción, pero mental y cronológicamente continuó con la misma edad. Por eso es que chicos como ella son a menudo víctimas de abusos sexuales».

El parto de la pequeña Lina Medina activó apetencias inescrupulosas. Su familia rechazó jugosas ofertas, entre ellas una de 4 000 dólares mensuales y gastos pagados para que la niña y su crío viajaran a Nueva York por un año para ser exhibidos como bichos raros en la Feria Mundial.

Cuando ya la parentela había arreglado un acuerdo de mil dólares semanales con la compañía norteamericana Seltzer por estudiar el caso, el entonces presidente del Perú, Oscar Benavides, lo vetó y dictó una ley para asumir su tutela con la promesa de darles una pensión vitalicia. Jamás recibieron un centavo. Lina terminó trabajando de secretaria en la clínica del doctor Lozada, quien la ayudó a mandar a su hijo a la escuela.

Una deuda por saldar

Lina se casó a los 33 años y tuvo otro hijo en 1972. Gerardo creyó que su madre era su hermana hasta que descubrió la verdad. Luego murió en 1979 de una rara enfermedad.

Lina creció introvertida, pues en su tiempo la virginidad era sustancia de la moral. La compararon con la Virgen María, que concibió sin cometer pecado, por obra y gracia del Espíritu Santo. En Antacancha aún creen que Gerardo fue hijo del Sol.

«En otro siglo, seguro la hubieran quemado o convertido en santa a la fuerza, pues en su época por poco la lucen en un circo», dijo en un libro el neuropsicólogo Artidoro Cáceres.

Han transcurrido 73 años y aún se desconoce quién la violó. «Eso no es lo más importante —dijo a El Nuevo Diario el doctor Sandoval—. Se trata de un accidente estadístico que hace muy raro su caso de pubertad precoz». A eso se sumó que la violaron justo en los días en que estaba ovulando.

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