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A mi Entender

Introducción a María Cervantes (+ Audio)

 

22 Abril 2012   
María Cervantes.

María Cervantes.

Desde hace muchos años no he escuchado mencionar entre nosotros a esta gran cubana cuyo arte merecería un estudio profundo. Todavía no había decidido ella volver a presentarse en público después de unos años de retiro voluntario por razones personales cuando, movida por una gran curiosidad a partir de la admiración que su recuerdo despertaba en músicos como Odilio Urfé, tuve el placer de que mis amigos Vicente Lanz y Margot del Pozo consiguieran que, muy amablemente, la artista nos recibiera una tarde. Fue en un pueblo cercano a La Habana –si mal no recuerdo, en Calabazar– donde me vi, por primera vez, delante de su persona y de su arte.

Pocas impresiones me han marcado como aquel descubrimiento. Ella sabía que la visita del hijo de quien fuera su amigo y colega en las primeras décadas del siglo XX, el gran pianista Vicentico Lanz, no se limitaba al puro gesto amistoso. Abierta, simpática, no entró en muchas formalidades después del intercambio de saludos y presentaciones. Modesta, sencilla, aquella cubana septuagenaria se reveló ante mi sensibilidad como un fenómeno insólito, capaz de abrir una interrogante en cada muestra de su arte.

Yo esperaba escuchar un canto de tintes líricos, con el respaldo de un piano cargado de escalas y adornos en su región más aguda, repitiendo -al unísono con la parte cantada-la melodía principal. Cuál no sería mi sorpresa cuando su voz “de persona” y su disfrute de la armonía limpio de paja y polvo, como premisas expresivas, hicieron debutar en mi oído, en mi sensibilidad y en mi conciencia musical, al son de una canción que — pocos años antes– había entrado a formar parte de mis favoritos con el Bola de Nieve de repertorio amoroso. Escuchaba a María Cervantes cantando y acompañándose Alma mía, de María Grever y crecía, en mí, la certeza de que el artífice de Vete de mí, en toda su grandeza, no había salido de la nada. Poco a poco iba reconstruyendo yo una historia que no me había explicado cuando me enfrenté por primera vez a este intérprete único: ” Es Bola” -me decía yo en la medida en que el arte de aquella mujer iba tocándome el corazón–.

Llegó, entonces, el momento de la más rotunda confirmación. María, volcada en su piano y su entraña cubana, arremetía con una pieza de repertorio de los añejísimos Bufos de Salas,de cuyo autor, históricamente conocido como “Ramitos” no he podido obtener más datos. Se trataba de una especie de pregón que llegó a tornarse inseparable de la artista en el transcurso de su carrera: A los frijoles caballeros. La había grabado, por primera vez, a finales de la década de los veinte del siglo pasado. Aquí podremos escucharla tal como la interpretaba en la etapa final de su trayectoria, a partir de los años sesenta, gracias a la insistencia y persistencia de Odilio Urfé, empeñado en poner a los espectadores de todo el país en posesión de semejante tesoro del arte nacional.

Huelgan las palabras; cada cual podrá apreciar a su manera, en esta muestra fuera de serie de lo que ha sido la conformación de un arte musical cubano amasado en el día a día de los exponentes más auténticos, algo que -según declarara la propia María en una entrevista concedida a la revista Clave-provocó ingeniosísimos elogios del sin par Bola de Nieve.

Hija de Ignacio Cervantes, María nació en La Habana en 1885 y falleció en esta ciudad, arropada en el aplauso y el cariño de su pueblo, en 1981.

Almendares, 21 de abril de 2012

Escuche “A los frijoles caballeros”, por María Cervantes (interpretado en los años 60 del siglo pasado)

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