Strike 3: Himno
Esta tarde, el velo de la nostalgia cae sobre el Victoria de Girón.
Seis muchachas distraídas, de las que nunca conoceremos el rostro, dan la espalda al terreno mientras conversan sobre algún novio o se burlan de algún paseante o descifran el tiempo de la ciudad.
Un hombre, de pie en las gradas, un guante negro en la mano y unas gafas de lujo sobre la cabeza, divisa el terreno y piensa, piensa largamente, aunque la mirada no lo exprese, una intranscendencia.
Que luego de muchos años viejas figuras entrarán a escena. Figuras que una vez, dada la coyuntura, fueron sus ídolos, o sus fantasmas, o sus más irreconciliables enemigos.
Vinent -el legendario Vinent- lanza la primera bola y Wilfredo Sánchez -el escurridizo Wilfredo- timonea la noble recta y ambos ya sin maldad se echan a reír.
Juegan Oriente y Occidente y estos veteranos, que vienen de una época esplendorosa, una época, según lo que se cuenta, fuera de comparación, visten de rojo y de azul, como corresponde a dos rivales, pero lo fraterno los vuelve parecidos.
El calor no cesa, la velocidad de Ajete cesa solo un poco, la destreza de Manrique para fildear los fouls tampoco cesa.
Otras cosas, no obstante, habrá que grabarlas con hierro, porque no volverán en lo que resta de serie.
Omar Linares -el mesías Omar- se saca de encima un pelotazo, como siempre, pero cae al suelo, se desequilibra y rueda, como nunca.
Fernando Sánchez señala con el bate algún punto indefinido de las gradas. Fernando Sánchez era un extraclase, aunque no muchos lo recuerden.
Víctor Mesa -el incomparable Víctor- se embasa y llega a tercera y casi se roba el home y provoca al pitcher y brinca y se despliega y sufre. El estadio lo corea. Es puro vértigo este hombre, es puro vértigo.
Y Germán, cuestionadores de la belleza, es inaudito. La ligereza absoluta. Fildea y se desplaza y suelta hacia primera como si volara. Qué manera de reducir el beisbol a un gesto este señor.
Así, Germán Mesa gira en redondo y pasa con el guante una bola a Padilla y su lugarteniente, que desde el principio del mundo ya sabe lo que tiene que hacer, sigue con el baile y pivotea y se vira a primera y el velo de la nostalgia cae aún más sobre el terreno y la grama se vuelve indiscernible y todo el pasado vuelve como una ola y esas antiguas cosas recurren porque las milenarias estrellas de la pelota cubana han regresado.
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