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A mi Entender

Cada enero, Corona entre nosotros

 

Cada enero, Corona entre nosotrosLa memoria del bardo caibarienense Manuel Corona, creador de antológicas canciones de la trova tradicional,  revive cada inicio de año en el canto de jóvenes creadores de toda la isla, que se dan cita en Santa Clara en el evento Longina.

 

Nacido en la Ciudad de Caibarién en la última década del siglo XIX, Corona marchó muy joven a la Habana para buscar mejor suerte, y allí realizó disímiles trabajos, pero sin abandonar jamás la guitarra.

En los umbrales del siglo veinte se fue con sus canciones hasta Santiago de Cuba para  beber del aliento trovadoresco de esa ciudad del país, donde conoció a Pepe Sánchez, quien impresionado tras escucharlo le sentenció: “Serás algo notable, Corona, yo te lo digo”.

Con su espíritu juglaresco cultivó el bolero, la criolla, la guaracha, el punto cubano y la romanza, versatilidad que permite catalogar a Corona como uno de los grandes de la trova tradicional cubana, junto a Pepe Sánchez, Sindo Garay, Alberto Villalón y Rosendo Ruiz.

Su eterna admiración por la mujer quedó plasmada en piezas como Mercedes, Aurora, y las que lo hicieran más famoso: Longina y Santa Cecilia.

A pesar de su fecunda obra y de su talento musical, Corona murió el 9 de enero de1950 en la más extrema pobreza, mientras dormía en la trastienda del Bar Jaruquito, en Marianao, La Habana, aunque posteriormente sus restos fueron trasladados a su natal Caibarién en septiembre de 1968.

Cada año los jóvenes trovadores de todo el país le rinden homenaje a Corona en el Festival Longina que organiza la Asociación Hermanos Saíz en Villa Clara. El evento concluye con una peregrinación hasta su tumba, sitio donde suele interpretarse a capella la  inmortal pieza dedicada a la mujer que con sus encantos conmovió la lira y la inspiración del trovador.

Aún tengo vivo en el recuerdo uno de esos encuentros en el que nuestra  Teresita Fernández, acompañada de los jóvenes participantes en el evento, le cantaron al trovador, mientras todos conmovidos mirábamos para las vicarias blancas que como símbolo de vida  habían brotado sobre su mismísima tumba.

Foto de archivo

Alicia Elizundia

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