A propósito de la narración y los narradores deportivos de Cuba:
Eddy Martin, irrepetible
Ahí sigue, inconmovible, la narración televisiva de los deportes, casi igual a cómo surgió, al margen de la modernidad que todo lo transforma. Quizá sea la pelota el ejemplo clásico de descripción anquilosada que ha sobrevivido al almanaque.
Por ser aquella, históricamente, la pionera de nuestras narraciones y la más difundida, en tanto pasatiempo nacional, los demás deportes reprodujeron sus maneras y aplican la misma fórmula.
Cada aficionado defiende el color de su camiseta, ¿y los narradores...? La (im)parcialidad también genera polémicas en torno a la narración deportiva. (Caricatura: Pedro Méndez)
En la pelota, la narración se sigue haciendo del mismo modo que en la radio, con un increíble olvido de que la imagen va más rápida que las palabras: «Hit por el campo corto», exclaman, cuando ya la cámara mostró la pelota; o «Se ponchó», después de que ya vimos pasar el bate; o «Quieto en tercera», tras observar al árbitro decretarlo. Y así, una interminable repetición minuto a minuto.
Este apego a la raíz radial de la descripción del béisbol, extendida durante nueve entradas o más --como si el telespectador careciera del sentido de la vista-- resulta asombroso, pues hablar continuamente de lo mismo que uno ve llega a aburrir a todos.
La propia pelota evolucionó a través de los años, mejoró su técnica, la estrategia y la táctica; en fin, se perfeccionó para ganar en jerarquía y satisfacer como espectáculo.
Si bien la TV progresó con la cámara lenta, introdujo un despliegue visual más atractivo, y añadió una rica información en la pantalla, la narración --más allá de la mejoría con los años de su propia técnica--, ha quedado rezagada.
Para los propios narradores debe ser tensa y agotadora la descripción jugada tras jugada, pues requiere indudablemente de una gran concentración, a fin de evitar dislates que, aun así, las cámaras descubren de inmediato.
Eddy Martin, irrepetible
Tampoco estoy abogando --sería descabellado-- por dejar el protagonismo solo a las imágenes, pues si bien resultan --por lo general-- esclarecedoras y contundentes, necesitan ser complementadas a veces, pero con elementos nuevos, sin caer en la redundancia.
Por Nelson García Santos
No poseo la receta de lo que exactamente debe hacerse, mas la simple lógica apunta hacia imprimirles mayor connotación a aquellos aspectos que a la cámara le resulta imposible mostrar al telespectador.
Para qué repetir, por ejemplo, la alineación de los equipos, la posición de los jugadores y el orden al bate que aparece en pantalla. Por qué anunciar en cada inicio de entrada que viene al bate tal equipo...
Han tomado también técnicas de narración muy eficaces en la radio que nada tienen que ver con la TV, como alargar las palabras para ver qué va a ocurrir, como si la cámara no estuviera mostrando la escena en vivo y directo.
Muletillas y descripciones innecesarias de la imagen, se suceden unas a otras. Tales prácticas desentonan, aun teniendo en cuenta que pueden existir personas, ¿quién sabe?, que utilicen la TV como radio, para escuchar solamente, mientras asumen otros trajines.
Entonces, en última instancia, el estancamiento sobreviene en esa costumbre que ha pasado de una generación a otra de narradores, lastrados por la rutina –pienso--, más por hábito que por falta de talento.
¿Por qué seguir ignorando esa enseñanza de las aulas que insiste en que lo mostrado no debe describirse con palabras, al pie de la letra; sino que debe ser comentado de un modo enriquecedor sobre la base del propio hecho?
El reto radica en imprimirle un matiz renovador, o en lograr al menos, al describir las competencias, un mejor balance para evitar que siga predominando hablar de lo mismo que muestra cristalinamente la pantalla, y ponderar otras cuestiones que enriquezcan esa imagen o la complementen.
Nelson García Santos
Tomado de Vanguardia
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