Silvio Rodríguez: En Cuba sabemos que hay que hacer cambios y evolucionar
Por Diego M Vidal
El autor de “Ojalá” llega a Argentina: el 10 se presenta en Córdoba; el 12 , en Rosario, y el 18 en Ferro. Desde La Habana, anticipa su visita y habla de lo hecho y de lo que falta por hacer en la revolución.
“Eramos como los Beatles”, rememora Silvio Rodríguez sus días de la Nueva Trova cubana en exclusiva para Miradas al Sur desde La Habana a punto regresar a la Argentina para presentarse en Córdoba, Rosario, Montevideo y Buenos Aires: “Haré canciones que considero inevitables, algunas de mi último disco y también un par del que voy a empezar a grabar dentro de poco”.
El cantautor cubano había pisado la Argentina hace 27 años, junto a Pablo Milanés, y acabaron realizando 14 presentaciones a lleno total en el Estadio de Obras Sanitarias de la Ciudad de Buenos Aires. “Recuerdo que las primeras veces que vinimos había gente con pancartas de bienvenida en el aeropuerto. Al día siguiente teníamos que ir a la policía, que retenía el pasaporte y nos daba un documento con foto y huellas dactilares para circular. Y después aquellos conciertos apoteóticos, aviones en que hasta los pilotos venían a saludarnos, estar en las portadas de todos los periódicos y revistas”, dice Silvio.
Por entonces, con Milanés componían una dupla inseparable a la hora de representar el mascarón de proa de la canción revolucionaria. Luego, ambos regresarían por separado. Y Silvio volvería más para actuaciones testimoniales que para recitales propios, como en el acto de repudio al Alca en Mar del Plata o la asunción de Cristina Fernández en la Plaza de Mayo.
–En 2008 dijo que le gustaría cantar en el Teatro Colón. ¿Lo hará en esta próxima visita, piensa que el Gobierno de la Ciudad lo permita, ahora que lo declararon Huésped de Honor?
–Parece no ser mi karma que actúe en el Colón. Hace unos años dijeron que no se podía porque lo estaban arreglando. Cuando lo terminaron, dijeron que tampoco se podía. No me quedó clara la dificultad, pero no vamos a insistir. Lo más importante es encontrarnos con la gente que quiere que le cantemos.
–Estuvo en los Estados Unidos, luego de muchas idas y vueltas para obtener el permiso de actuar. ¿Cómo lo recibió el público allí?
–En el verano pasado hicimos seis conciertos en excelentes auditorios y con buen público. Por la explosividad de la gente, supongo que buena parte eran cubanos y latinoamericanos. La prensa especializada sin duda estuvo, porque salieron críticas, por cierto buenas, incluso en The New York Times. En el segundo concierto que hicimos en el Carnegie Hall tuvimos el honor de ver a Pete Seeger, un ícono de la canción norteamericana, además de un enorme amigo que ya anda por los 90 años.
De aquellas actuaciones con Pablo Milanés no sólo los separa poco más de un cuarto de siglo. Hay también diferencias personales y políticas que los distancian desde hace dos décadas. Hace menos de un mes, unas declaraciones de Milanés ácidamente críticas hacia la revolución desataron una serie de respuestas rotundas de artistas e intelectuales de la isla, pero las del autor de “La Maza” fueron certeras y dolorosas para con el ex compañero de escenarios. Aunque las diatribas fueran compartidas (de hecho lo son), el escenario elegido por Milanés (la Florida, TV y Radio Martí) desató la polémica que Rodríguez zanjó con un “perdonen, pero yo me muero como viví”.
–¿Piensa actuar en Miami alguna vez o supone que se convulsionará demasiado?
–El año pasado evitamos Miami porque allí algunos medios, que pertenecen a cubanos de derecha, suelen ejercer mucha presión sobre los que vivimos en la isla. Todo está muy politizado, ofensas incluidas. No hay un clima distendido, en el que cada cual pueda manifestarse como realmente es. Por eso actuamos en Orlando, a donde fueron algunos de Miami.
–Alejado de las actuaciones públicas, se dedicó más a componer, grabar y recorrer las cárceles de Cuba en una función social de llevarle cierto aire de esperanza y poesía a quienes están privados de libertad. Después, se dedicó a cantar por los barrios y suburbios de la isla. ¿Cómo resultó esa experiencia y cuál es el balance que hace?
–No era la primera vez que cantaba en las cárceles cubanas y espero que no sea la última. Esos conciertos suelen ser muy edificantes porque los reclusos necesitan sentir que no fueron olvidados por la sociedad. Los conciertos por los barrios más pobres los continuamos en septiembre. Van a ser unos 30 en total y después vamos a seguir por los lugares del interior que más nos necesiten. En la realidad económica de Cuba solo un segmento tiene acceso a los teatros. El arte, como yo lo entiendo, tiene que volver a los lugares de donde surge. Eso hacemos.
–¿Qué cosas lo inspiran para componer una canción?
–Algo que veo, algo que le sucede a otro, una reflexión acerca de lo que sea. Cualquier cosa.
–¿Siente que, aún cuando tiene una enorme producción de temas, la gente sigue esperando más de usted?
–Yo sigo esperando más de mí; he ahí el asunto.
“A desencanto, opóngase deseo / Superen la erre de revolución / Restauren lo decrépito que veo”, canta Silvio Rodríguez en uno de sus temas de Segunda Cita, su último disco. Sus canciones, aún las que parecieran más “poéticamente inofensivas” remiten a cuestiones de la realidad cotidiana y hace varias referencias a la realidad cubana actual y a cierta expresión de deseos sobre el porvenir de Cuba y la revolución.
–¿Cómo cree que repercuten en la gente y la dirigencia del país sus palabras?
–En Cuba, desde hace rato sabemos que hay que hacer cambios, que debemos evolucionar. La revolución se hizo. Tenemos una buena base para construir a partir de ahí. Se trata de no perder lo bueno que se ha logrado, de superar los errores y de replantearnos todo lo que merezca ser modificado. En realidad hay mucho por hacer.
–¿Piensa que, como artista, carga la responsabilidad de marcar los errores, de decir que debe venir algo nuevo?
–No me creo “LA” conciencia crítica de la sociedad. Todos los que vivimos y trabajamos somos parte de la conciencia social. Cuando yo empecé, en los ’60, los artistas teníamos micrófonos, escenarios, cámaras desde donde proyectar ideas y, los llamados “artistas conscientes”, nos sentíamos responsables. Hoy día, con la velocidad de las comunicaciones, internet y todo eso, prácticamente cualquiera puede proyectar sus ideas a multitudes. A veces me pregunto si todo el mundo será responsable.
–En cierta época, usted era casi un “cantante maldito”. Sintió la censura en carne propia y los cuestionamientos de personajes que estaban muy lejos hasta de comprender sus letras. Hoy, en Cuba, ¿eso ha desaparecido o, al menos, no es tan frecuente?
–En todas partes hay niveles de censura. Mi generación fue censurada porque los burócratas no concebían que la canción podía ser crítica y a la vez positiva. Nosotros inauguramos esa posibilidad en Cuba: pagamos el precio pero dejamos abierto el espacio. Como la nuestra es una sociedad que no para de cambiar, hoy día hay otras zonas que parecen intolerables. Pero, ¿quién quita que vuelva a pasar lo mismo, que se pague el precio y se abra el espacio?
–Entre los países de Latinoamérica da la impresión de que con Chile tiene una relación especial. De hecho, una hija suya se llama Violeta, por Parra. Hoy, la juventud chilena ha salido a las calles y ese país parece estar despertando del letargo que impuso la dictadura de Pinochet. ¿Está en contacto con la situación, cuál es su visión de lo que pasa allí?
–El régimen militar lo dejó todo dispuesto para que nadie pudiera cambiar un modelo neoliberal que impuso a punta de pistola y con una tubería de dólares que le llegaba del norte. Para colmo, supo dejar a la Concertación como custodio. Para que haya otro Chile todo eso deberá cambiar. Pero eso es algo que le corresponde exclusivamente a los chilenos. Ellos dirán.
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