Por Leslie Díaz Monserrat
Entre puntada y puntada se escucha el Había una vez que les anuncia a los niños el comienzo de un cuento y les abre las puertas a un mundo de fantasías. Desde 2007, Haydée Díaz Moreno ha puesto a soñar a los pequeños que asisten al taller Bordando cuentos, quienes han tenido la satisfacción de convertir en una obra personal las más diversas historias de la literatura nacional y del mundo.
«Este proyecto surge por la necesidad de impulsar la creación infantil, enseñar técnicas y estimular la lectura. En un principio sesionaba en la sala de literatura de la Biblioteca Provincial Martí, en Santa Clara, pero desde mayo de este año, empezamos a concebir un proyecto más ambicioso y pasamos a ser Bordando cuentos y más, porque nos percatamos de que a muchos niños no les interesaba bordar, pero sí otras manifestaciones artísticas.»
Muchos han sido los cuentos seleccionados, desde La Caperucita Roja, hasta Los zapaticos de rosa o El cochero azul, de Dora Alonso. Cada historia que se lee les sirve a los niños para crear imágenes plásticas con una interpretación muy propia, las cuales son reflejadas a través del bordado o la cerámica.
Por tanto, coincido con Haydée cuando asegura que los talleres logran el desarrollo integral y armónico de la personalidad de los alumnos desde el punto de vista artístico y cultural. «Queremos que el niño aprenda a trabajar con sus manos, cultive habilidades que le puedan servir para el futuro, pero que aprenda a crear y aporte sus propias ideas para elaborar una pieza».
Actualmente sesionan dos sábados al mes. La ACAA acoge la parte de cerámica, mientras que en la Galería de Arte, por la entrada del llamado Callejón de los Coches, se encuentran los interesados en textiles. En este proyecto comunitario se entrena a los niños en diversas habilidades manuales. Entre las principales técnicas que se enseña están tejido a croché, corte y costura, bordado, muñequería, y trabajo con semillas u otros materiales naturales y el barro. Los siete profesores que imparten las clases lo hacen de forma voluntaria y sin remuneración, y los niños que asisten tampoco tienen que pagar. Desde el comienzo, han trabajado sin ningún tipo de financiamiento, entonces ¿cómo ha podido llegar hasta la actualidad un proyecto sin recursos?
«Bueno, si hemos llegado se ha debido en buena parte al interés de la familia por rescatar la tradición de las labores manuales. Y por todo el apoyo recibido para sacar adelante el proyecto». Para Haydée la respuesta resulta muy simple. Como dice una vieja canción de Los Beatles, solo necesitamos amor, y entonces lo imposible toma forma.
Tal vez esta máxima se aplique a la vida de Elisa. Desde que observé sus trazos gruesos sobre el tapete me percaté de que era especialmente diferente. Sin embargo, en cada imagen bordada por ella se aprecia una sensibilidad peculiar.
«Elisa padece del síndrome de Down, y para nosotros resulta una alumna muy querida. Se concibió una metodología especial para que ella aprendiera, y hemos logrado una educación inclusiva. No se trata de Elisa aparte, con una educación especial, sino que la hemos integrado al grupo y se siente muy bien. Cuando se leyeron los cuentos de Luis Cabrera, un escritor que presentó por primera vez al niño discapacitado en la literatura infantil, trabajamos las diferencias individuales y enseñamos a nuestros alumnos la importancia de amar a los niños que padezcan alguna discapacidad.»
Bordando cuentos no solo constituye una oportunidad para que los pequeños aprendan y desarrollen la creatividad personal, sino también se erige como una forma de potenciar desde temprana edad la formación profesional, como un incentivo para el desarrollo de los oficios manuales.
El proyecto comenzó con siete alumnos y hoy suman más de veinte. Hasta la biblioteca pública Rubén Martínez Villena, de la Oficina del Historiador de La Habana, han llegado las obras del taller de Haydée, que ya cuenta con varias exposiciones dentro y fuera de la provincia.
Sin embargo, nada tan hermoso como verlos a la espera del Había una vez que anuncia la lectura de un cuento, como señal para comenzar a tejer, bordar y moldear sus propias historias.
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