Waldo Ramírez: Debemos aspirar a una televisión creíble
Lo conocí cuando su cola de pelo lacio, siempre bien recogida, no tenía una sola cana. Acababa de llegar de la televisión Serrana y venía a dirigir el Canal Educativo 2. Waldo Ramírez de la Ribera trató de insuflar el aroma de la Sierra Maestra al nuevo medio televisivo. Ya era un reconocido artista del medio audiovisual con decenas de premios, incluidos varios caracoles y un coral a su vasta e interesante obra documentalística que también ha sido laureada en el extranjero.
Es de los creadores que no necesita un cargo para tener un nombre, sus piezas hablan por él. A su quehacer detrás de la cámara ha unido siempre otros haceres de importancia estética y social, ser desde el año 2005 Profesor Instructor de la Facultad de los Medios de Comunicación Audiovisual del ISA, donde imparte la asignatura Teoría y Práctica de la Realización Documental y presidir durante los años 2006 y 2007, la Muestra de Nuevos Realizadores organizada por el ICAIC. Aceptó ser vicepresidente del ICRT en tiempos nada fáciles, pero es un hombre que sigue soñando con las estrellas aunque el cielo esté nublado y no haya luna a la vista.
¿A qué jugabas de niño y dónde pasaste tu infancia?
De niño jugaba los juegos tradicionales infantiles, las bolas, la gallinita ciega, el cogío, los escondidos, empinaba papalotes, los pistoleros, el ladrón y el policía, jugar trompos, etc., también aprendí a montar patines, carriola, velocípedos y luego bicicleta.
En aquel entonces era muy común hacer chivichanas. Utilizábamos las ruedas de los patines; al principio eran los llamados patines de hierro, luego eran plásticos, empezaron a venderse procedentes de los países socialistas. Hacíamos el esqueleto o estructura de madera y las ruedas eran o los patines divididos en su parte delantera y trasera o, sencillamente, cajas de bola o rolletes.
Pasé mi infancia en el reparto Juanelo del municipio de San Miguel del Padrón de La Habana, lugar donde nací. La cuadra donde viví hasta los 13 años, de la calle Ulacia, era la primera naciendo de la Calzada de Güines y constituía una pendiente. Esta geografía era ideal para los juegos en patines, carriolas, velocípedos, triciclos, bicicletas y chivichanas. Allí durante gran parte de mi infancia, hacer caravanas de niños loma abajo con todo tipo de artefacto rodante, fuese original o fabricado por nosotros mismos, fue una de las principales diversiones.
Juanelo es un barrio obrero, allí vivía originalmente mi madre, aunque no precisamente procedente de una familia obrera. Más bien mi abuelo paterno, de origen español, quiso mantenerse a la altura de gastos inferiores a los de sus reales ingresos. Según la historia familiar era dueño de dos cines de barrio cercanos a la casa y tenía acciones en la Ruta 84 Habana-Santiago. Mi madre ejerció el magisterio público y en algún tiempo tuvo su aulita particular.
Algo que aprendí en Juanelo, además de cierta cultura de participación popular en todo cuanto necesitara el barrio, fue cierta capacidad y disposición para actuar de acuerdo a las reglas de ese grupo. En este caso quiero decir las reglas del grupo de niños que nos reuníamos, jugábamos, hacíamos maldades juntos y en más de una ocasión pusimos en aprietos a nuestros padres; todo esto aunque yo no haya sido un niño bellaco, según recuerdan bien mis mayores.
En edad temprana, si no me traiciona mi memoria estando en 3er o 4to grado, con unos 8 años, aprendí la técnica del papier maché. Me incorporé a un taller comunitario que se organizó en la Zona de los CDR, como se le decía por todos a un local tipo nave de madera a unas dos cuadras de casa donde radicaba la dirección zonal de los comités. En ese taller aprendí a hacer de todo en esa técnica. Además de construir-modelar las figuras de animales, plantas, objetos, etc., montábamos exposiciones que en más de una ocasión fueron noticia pública.
A ese taller me incorporé por mi madre; tanto ella como mi padre eran activos vecinos de todo cuanto se gestaba a nivel barrial. Este taller lo dirigía una mujer a la que todos conocían como Ñica, recuerdo que cojeaba de una pierna; vivía al doblar de casa, en la calle Piedra entre Ulacia y Guadalupe.
Con el tiempo, con mis estudios universitarios, etc., supe que esa Ñica era la gran artista cubana Antonia Eiriz. Siempre guardaré en mi memoria haber tenido el honor de ser, de algún modo, su alumno. Cada vez que disfruto de una de sus piezas, sobre todo cada vez que me paro delante de esa profunda inmensidad agónica que se percibe en la sala del Museo de Bellas Artes, donde se exhiben, recuerdo mi barrio; recuerdo mi niñez, por suerte para bien.
Durante mi infancia tuve también contacto con la vida rural. Mi padre es médico veterinario. Era entonces profesor de la Escuela de Medicina Veterinaria ubicada en Carlos III e Infanta y fue fundador del Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (ISCAH). Entonces yo frecuentaba casi de manera semanal, la Finca El Guayabal, en San José de las Lajas, donde existía una Unidad Docente de la facultad. En ese entorno aprendí a montar a caballo, a lidiar medianamente con animales de corral, a caminar dentro de una vaquería y a trabajar en el campo, pues mi padre siempre me llevó (y a mis hermanos también), a los trabajos voluntarios agrícolas de recogida de papas, etcétera.
Todo lo anterior, unido a que asistí a un Círculo de Interés de Café en el Palacio de Pioneros Che Guevara durante dos cursos, visto a la luz de mis años venideros, es como si hubiese sido una preparación premonitoria para algunas de las realidades que a partir de mis 13 años viví: me mudé a Bayamo; estudié Historia del Arte en la Universidad de Oriente en Santiago de Cuba; me enrolé en un proyecto de trabajo comunitario en la Sierra Maestra, y me dediqué por entero al mundo del audiovisual en su vertiente de realización Documental.
¿La chivichana era un sueño infantil o un objeto de competencia?
No creo que fuese ni lo uno ni lo otro, pero evidentemente me llamó más la atención por el recuerdo de mi infancia. Este recuerdo infantil llevaba implícito, por supuesto, el hecho competitivo.
Después de los 12 o 13 años no volví a montar en chivichana. Tal vez sí lo hice viviendo ya en Bayamo, pero lo cierto es que la zona donde se encuentra mi casa de entonces, no es práctica para esto. Claro, los muchachos juegan en chivichanas toda vez que se empujan los unos a los otros.
Cuando conocí de la historia que luego conté en mi documental, me fascinaron muchas cosas; pero sobre todo aquello de deslizarme loma abajo. Durante la filmación, más de una vez, monté en una de ellas; más de un plano del documental me tiene como piloto-extra.
Antes de realizar ese documental que hoy es casi objeto de culto, ¿cómo llegaste a la televisión serrana?
Corría el año 1992 y yo estudiaba para graduarme de Licenciatura en Historia del Arte en la Universidad de Oriente. Estudié en dicha universidad porque iniciados los estudios secundarios me mudé por motivos personales familiares a la ciudad de Bayamo, como antes ya apunté. Al concluir el preuniversitario y pasar a la enseñanza superior, esta era la universidad que por cercanía me correspondía.
Entonces en 1992 ya se construía en San Pablo de Yao un centro de Televisión con el apoyo de la UNESCO, la participación y apoyo del gobierno local y nacional y, por supuesto, el ICRT, que como organismo del estado cubano rectoró los pasos de gestación y consolidación del proyecto hasta nuestros días. De esto tuve noticias por Rigoberto Jiménez, quien posteriormente también se integraría al proyecto de TV Serrana y para entonces estudiábamos juntos en dicha universidad.
Mi colega y amigo Rigoberto averiguó los pormenores, y al concluir nuestra carrera (julio de 1992) nos presentamos juntos a los exámenes que se harían en la ciudad de Bayamo para optar por plazas de estudio en un Curso de Habilitación que formaría a los futuros realizadores de este proyecto. Recuerdo perfectamente que se presentaron muchos interesados, estoy seguro de que más de cien personas, creo que Rigoberto y yo fuimos los últimos en incorporarnos al proceso de selección. Muchos de los interesados llevaban meses preparándose, algunos hasta habían cursado un taller impartido por el mexicano Virgilio Caballero, hombre experimentado en comunicación comunitaria que contribuyó en la formación académica preliminar.
El día de los exámenes fue como una especie de juego de azar. Me encomendé a lo que sucedería y confieso que no esperaba ser seleccionado. Las respuestas de mis exámenes estuvieron marcadas básicamente por lo conocimientos recién aprehendidos en mis estudios universitarios; el estudio de la historia del arte me había permitido conocer del uso de los colores, la composición, texturas, perspectiva, etc., y también me habían dado muchos elementos en materia de apreciación cinematográfica y cultura general.
Ante la disyuntiva de tener que optar por una de las especialidades en convocatoria, pedí Fotografía. Me sentía más cómodo en ese campo como para atreverme a incursionar, pero lo cierto es que los profesionales que evaluaron mis exámenes consideraron que yo había dado respuestas con lógicas para la Dirección. Ni por asomo lo tenía claro, así que una vez más me dejé llevar y comencé a optar por una plaza en esa especialidad. Al final quedé seleccionado en un total de unas 35 personas, y luego de alguna que otra gestión entre los organizadores y la dirección de trabajo de la provincia, fui autorizado a incorporarme al curso y a continuar mi servicio social en dicha experiencia, de llegar hasta el final.
En enero de 1993 comencé, aún como estudiante del curso de Dirección de TV que había iniciado desde septiembre de 1992 en la Filial del ISA de Holguín, en la TV Serrana. Debíamos cumplimentar un semestre de práctica laboral antes de la decisión definitoria de quienes serían los que engrosarían la plantilla de dicho proyecto. Esto ocurrió en mayo de 1993, por lo que en junio siguiente ya era un trabajador oficial de la TV Serrana.
¿Qué te aportó aquella aventura además de adentrarte en el mundo audiovisual?
En principio fue justo eso: una aventura. Desde el 3er año de la carrera universitaria había formado parte de un Grupo de Promoción Cultural integrado por estudiantes de especialidades de humanidades y ciencias, quienes implementamos un sistema de prácticas laborales por término de 45 días en la zona del municipio de Guamá, en Santiago de Cuba. Este es el municipio montañoso costero que incluye pueblos como Chivirico, Uvero y Ocujal del Turquino.
La experiencia de promoción cultural en esta zona fue muy importante para mi vida. Me aportó elementos no solo de carácter físico en tanto habilidades para escalar montañas, pescar, remar, hacer largas caminatas etc., sino que además me mostró una zona del país bien desconocida para mí. En este período tuve la oportunidad de escalar dos veces el Pico Turquino, cuestión que ya había realizado al mudarme a Bayamo con solo 13 años como miembro de una Columna Nacional que celebraba la sede del acto central por el 26 de Julio en Granma; era 1982 y yo era Vanguardia Provincial de la Organización de Pioneros José Martí.
En estas andanzas serranas aprendí a conocer gente muy humilde, pero muy sincera, colaboradora y agradecida del proyecto revolucionario. Eran los años en que se desmembraba el campo socialista y comenzábamos el llamado período especial (entre 1989 y 1992).
Aquella zona, como básicamente toda la ruralidad aunque el impacto mortal haya sido a todo el país, sintió con mucha fuerza los embates de la crisis. Dicha experiencia me ayudó a entender que solo en los propios seres humanos están las fuerzas necesarias para sobreponerse a cualquier situación por difícil que sea.
También por aquellos años comprendí tempranamente algo que luego la TV Serrana me ayudaría a desarrollar: el trabajo de promoción cultural comunitario no podía ser una invasión, ni la implementación de un módulo tipo, repetitivo de lugar en lugar, de comunidad en comunidad. El trabajo cultural comunitario debía ser en esencia un aprendizaje mutuo de promotores y actores comunitarios; debía ser un puente de cruzamiento de informaciones, mediaciones, saberes, esencias culturales. Un promotor cultural lo primero que tenía que tener claro era que debía acercarse a la comunidad a aprender de ella y en esa aprehensión de conocimientos poner a funcionar los de él en aras de aportarlos y provocar crecimiento mutuo.
En esencia esa fue la experiencia precedente de la cual por supuesto he sacado conclusiones posteriormente. Al igual que en mis inicios en la TV Serrana, viví esos años de universitario como una gran aventura que a lo sumo se podía traducir en un profundo sentido humanista.
Luego llegó la TV Serrana. Ya era un graduado universitario y tenía 23 años. No me apetecía en lo absoluto trabajar en el Centro Provincial de Artes Plásticas de mi ciudad, al que había sido destinado. Esto lo digo con toda sinceridad y sin que signifique en lo absoluto menosprecio al lugar o a la actividad que allí tendría que haber realizado si no hubiese tenido esta otra opción. Lo cierto es que mi trabajo estaba destinado a la labor de curaduría de artes plásticas en una ciudad del interior del país en pleno período especial.
Por eso y con la carga de mi experiencia universitaria, el aire aventurero volvió a soplar y hasta la Sierra Maestra no paré. Siempre me dije, aquí estaré un par de años, luego veremos; al final estuve 12 años.
La necesidad de aprender a dominar las herramientas del audiovisual y en específico las de realización del documental, hicieron de los primeros años en la Sierra un lugar casi de películas. Desde allí conocí el país, desde allí frecuenté los principales festivales nacionales, desde allí estudié en más de cinco talleres internacionales en la EICTV y desde allí también tuve mis primeras experiencias internacionales. Todo un primer período de mucho aprendizaje que en menos de tres años comenzó a dar sus primeros frutos colectivos.
Pero la TV Serrana desde el primer día fue más que eso. Por un lado fue un espacio donde aprendimos a respetar la creación y a los creadores; un espacio que nos permitió pensar y debatir; un espacio que se nos abrió a la posibilidad del pensamiento; un espacio para opinar y discutir no solo nuestra obra, sino todo lo que nos rodeaba y golpeaba como realidad local y nacional y sobre todo, nos permitió hacerlo desde la premisa de que la total libertad implicaba un mayor compromiso y responsabilidad con la obra creadora y con la obra social en la que estábamos inmersos. En la TV Serrana aprendí a valorar el papel social del arte y la necesidad de que los artistas se comprometan socialmente con lo que hacen.
Por otro lado y en paralelo, o sea, como proceso que se gestó a la par de lo anterior, la TV Serrana significó desde el primer día el respeto a la sabiduría campesina, el respeto a la cultura del campesino. Si algo trascendental, sin autosuficiencias, se le pudiera adjudicar al proyecto de TV Serrana (más allá de sus reconocidos méritos audiovisuales) es haber abierto un espacio para la participación ciudadana de los campesinos de ese entorno. Dicho espacio partió siempre del reconocimiento a sus valores, a su cultura; de ahí la necesidad de que los campesinos fuesen los actores activos de dicha obra.
Para finalizar esta pregunta agrego que la TV Serrana me permitió conocer y aprender del sonidista y realizador Daniel Diez, quien fue el padre, el gestor de dicho proyecto. Desde su ejemplo cotidiano supo transmitirme todo lo que anteriormente he dicho y contribuyó a forjar, de modo muy especial, lo que hoy soy.
Otro elemento y no por mencionarlo al final menos importante, es que la TV Serrana me significó y significa mi universidad de la vida. Allí me hice el ser humano que soy, con mis muchos defectos, pero cargando encima las muchas virtudes que gente sencilla y humilde me supo aportar en esa carrera por la honradez que día a día llevan consigo: Tina, Abel, Pucha, Pedro, Gía, los Polanco, los Tassé y tantos otros.
Además, allí conocí y profundicé la amistad con quien hoy son mis amigos. Allí conocí a mi esposa; allí nació y creció mi hijo hasta sus ocho años. Con esto quiero decir que allí forjé mi familia, la afectiva y la carnal. En ese lugar me armé del cariño de mi esposa para el futuro; mi hijo aprendió a gatear, a caminar y correr; le vi mezclar su sonrisa, entre los rostros de niños serranos en una digna escuelita de montaña. Allí, como diría Daniel Diez, aprendí la diferencia entre la “esperanza” y el “salta montes”.
Dentro de esa propuesta televisiva, o telecentro especial, ¿diste vida a algún proyecto de intercambio o de estudios?
Dentro de la TV Serrana creamos el Centro de Estudios para la Comunicación Comunitaria, nuestra pequeña escuela para formar jóvenes campesinos en el uso del video y en las técnicas del documental.
La gestación de esta escuela, que tuvo como documento programático de su política el texto de José Martí que habla de los “maestros ambulantes”, es quizá el mayor proyecto gestado dentro de la TV Serrana. Esta escuela nos permitió abrirnos al mundo de la formación de los que aspirábamos fueran los verdaderos realizadores: los campesinos.
Fue en 1996. Parecía muy temprano como para empezar a formar a otros; teníamos solo tres años de experiencia. Lo cierto es que aunque nos habían augurado solo tres meses (los enemigos o los amores cobardes, como diría Silvio), ya a tres años de fundados nos lanzábamos a lo que considerábamos una necesidad.
En los objetivos fundacionales del proyecto de TV Serrana se hablaba de transferencia tecnológica y eso había que lograrlo con capacitación. Para ello creamos todo un movimiento de captación de jóvenes a los que les mediamos nivel preuniversitario y disposición al trabajo con la comunidad. De los primeros talleres impartidos salieron los primeros jóvenes serranos que se incorporaron a nuestro grupo creativo. Luis Guevara, el fotógrafo de La Chivichana, es uno de estos jóvenes y ese documental su primer trabajo como camarógrafo después de casi tres años de trabajar como asistente general.
Con esta escuela desarrollamos un movimiento posterior del que surgieron los Grupos Alternativos de Creación Audiovisual. Dichos grupos se constituyeron como colaboradores para investigar temas de interés en sus comunidades y trabajarlos de conjunto con nuestros equipos de producción. Así se dio vida al Grupo del municipio de Bartolomé Masó, al del Municipio Buey Arriba y posteriormente a un Grupo en el municipio de Guisa. Estos tres territorios son el grueso de la zona de montaña de la provincia de Granma.
Como no podíamos abarcar toda la geografía ante nuestros ojos, estos grupos facilitaron mucho el trabajo en zonas distantes a nuestra sede. Más de un documental de TV Serrana lleva el sello de este tipo de formación con los jóvenes campesinos. La Chivichana es también un ejemplo de ello.
Fue el Grupo Alternativo de Creación Audiovisual de Bartolomé Masó el que presentó a TV Serrana este proyecto. Entonces como era la regla, se designó a un “Tutor”. El designado fui yo y comencé con ellos los trabajos de investigación que luego dieron lugar a un “guion colectivo” como parte del taller que en sí mismo se convertía cada trabajo concreto. Posteriormente los integrantes del grupo, tres jóvenes campesinos, participaron del proceso de grabación y edición bajo mi dirección. Con el tiempo, dos de ellos pasaron a engrosar la lista oficial de trabajadores de la TV Serrana.
Con el tiempo también, todos los integrantes del Grupo de Creación de la TV Serrana llegaron a ser los jóvenes captados de los diferentes talleres de nuestra escuela. Hoy día todos estos jóvenes, además, son graduados de la Especialidad de Licenciatura en Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual, por la Filial de FAMCA en Holguín. A 18 años de fundado el proyecto, la transferencia a que aspirábamos se logró y hoy el equipo de trabajo se refunda y consolida desde la perspectiva de “los campesinos realizadores”. La única excepción es el director Carlos Rodríguez, holguinero que llegó a la Sierra cuando más lo necesitábamos.
También desde la TV Serrana se ha dado vida a un Proyecto de Colaboración e intercambio permanente con la EICTV, gracias al cual nuestros creadores participan de los talleres internacionales de esta prestigiosa institución y además tienen la posibilidad de participar de la asesoría al ejercicio de documentales de cinco estudiantes de la escuela de cine que anualmente se realiza en la Sierra.
De igual forma la TV Serrana abrió una puerta de comunicación con proyectos similares en América Latina y Europa. La participación de creadores de la Sierra en intercambios con Escuelas de Cine, Escuelas de Periodismo, la FAMCA del ISA en La Habana y Holguín, y hasta la más reciente Gira de Documentales de TV Serrana por 17 Universidades de los EE.UU., es una muestra de cuanto ha avanzado y se consolida el intercambio entre esta institución y otras con similares objetivos.
Dichos intercambios se han hecho extensivos a otras zonas de la creación artística con plataformas políticas similares a las nuestras. En este sentido puedo mencionar el intercambio permanente con artistas de la plástica, con trovadores, actores y músicos en general. Y particularizar mencionando la relación con el Grupo de Teatro Callejero Andante, radicado en Bayamo; el Grupo de Teatro de Los Elementos, radicado en el Escambray cienfueguero y la Escuela de Cine y Teatro Viento Sur, en Sevilla, España, por solo citar los ejemplos que más se han consolidado. En el caso particular de Los Elementos, TV Serrana ha abierto una puerta que ha permitido la realización de producciones documentales en esa zona del país y ha trabajado en la capacitación de personas, pues al final nunca hemos descartado ninguna de las dos instituciones que Los Elementos incorporen un Grupo Audiovisual a su concepto artístico.
¿Por qué te seduce la comunicación comunitaria?
Para ser sincero, lo que me seduce es el trabajo en las comunidades. Quiero decir con esto que nunca pensé en términos teóricos en comunicación comunitaria cuando me acerqué a ese proyecto; de hecho era la zona más vaga de mi formación académica. El sentido de ese tipo de comunicación, o empezar a construir nuestro propio discurso, surgió después; al menos en mí y creo que en gran parte del equipo. Por supuesto, un hombre como Daniel Diez, periodista de formación, sí tenía muy claro lo que quería desde un inicio.
El trabajo de conceptualización de Daniel sobre el proyecto impactó en todos nosotros. Recuerdo en los primeros años las visitas internacionales que recibimos; recuerdo el intenso intercambio con experiencias diversas de Latinoamérica y otros lares; recuerdo mi participación en el Festival Internacional de TV Comunitaria de América Latina y el Caribe en Quito, Ecuador en 1995, donde me compré una camiseta que decía: “no queremos medios de comunicación, queremos enteros”. Todas estas experiencias en las que uno comenzó a permearse de una manera de hacer, de comunicar y también, por supuesto, de un andamiaje teórico sobre el tema, hicieron que poco a poco la praxis concreta nos(me) sedujera.
Cuando en 1993 Daniel Diez nos mostró un documento que estimo como el texto teórico fundacional del Proyecto -del cual no recuerdo el título-, y en este se planteaba que “… las carreteras que se habían construido en la Sierra y que servían para subir, un día servirían para bajar si no se le daba una dimensión cultural al desarrollo…”, entendí todo.
Supe entonces el sentido de la necesaria participación, de la aportación sincera, del valor de cada cosa y de cada quien. La sabiduría que se escurre en forma de sudor, entre los surcos de los rostros campesinos, dice mucho de las esencias culturales que hay que dimensionar desde esos parajes. La comunicación comunitaria es participación, activismo, diálogo. Me sedujo ser puente.
Con un año de experiencia en 1994 creamos la “Cruzada Audiovisual”. Digo creamos porque aunque no dudo que acciones así no hayamos sido los primeros en realizarlas, puedo asegurarte que para nosotros es una creación.
La Cruzada Audiovisual, que hoy día se sigue haciendo y este año recién ha concluido en el municipio costero de Guamá, en la vecina Santiago de Cuba, es un proyecto de trabajo cultural comunitario que implica diferentes acciones a la vez.
En principio se parte de escoger una zona geográfica alejada de nuestra sede en el poblado de San Pablo de Yao, municipio de Buey Arriba de la provincia de Granma y hacia ella dirigirse con el objetivo de realizar muestras de video, debates de los materiales que se exhiben en las muestras, pequeñas funciones de teatro para niños producidas por los propios realizadores e investigar y filmar temas de interés que den como resultado documentales. Todo lo anterior genera un ambiente cultural en torno a las realidades de cada sitio.
Con estas cruzadas comenzamos a poner en práctica conocimientos teóricos sobre la comunicación comunitaria. Más de un tema complejo ha sido abordado ensayando mecanismos de obtención de testimonios, proyección de los mismos a otro grupo social similar, obtención de nuevos testimonios como resultado de lo que un grupo opina de lo que dice el otro y así sucesivamente. Recuerdo haber aportado mucho con estas técnicas a los debates campesinos en torno a la problemática cafetalera, la crisis con los fertilizantes, las técnicas tradicionales, la lógica oposición entre la visión científica y el empirismo en estas lides, la carencia de transporte mular y la pérdida de las cosechas, las plagas del café, etcétera.
También con técnicas similares desarrollamos ejercicios para incentivar el sentido de pertenencia a un lugar, a un grupo, elevar la autoestima, sentirse útil desde el aporte sencillo de cada quien.
Poco a poco fuimos viendo como se construía ante nuestros ojos el reconocimiento del hombre en su propio entorno; en miles de ocasiones he podido disfrutar de “rostros-poemas” cuando un niño, un anciano, una mujer, un hombre rudo, se reconoce a sí mismo en la pantalla o, sencillamente, identifica que esa gallina que está viendo, es su gallina. El primer documental que se produjo, a solo unos días de estancia en la Sierra, se llamó Pura imagen, lo realizó Daniel Diez y consistía en un montaje al ritmo de un tema de Adalberto Álvarez del mismo nombre, con imágenes del pueblo y su gente.
Cada paso avanzado, con los años, fue consolidando conceptos. Recuerdo perfectamente y así se puede comprobar por cualquiera que haga un visionado cronológico de nuestra obra, que comenzamos realizando, básicamente, documentales de personajes únicos. Por lo general, personajes clave de la comunidad, personas que tenían cierta ascendencia sobre el grupo, por supuesto porque o algo le aportaban o porque se distinguían; de algún modo eran “líderes de opinión” o “emergentes grupales”.
Así Tina, la madre espiritual de la comunidad, tuvo su documental. El anciano Pedro Gómez, campesino trabajador incansable, tuvo el suyo. Pucha, la mujer sola que cuidaba a su esposo inválido y labraba la tierra y lo hacía todo, tuvo el suyo y así sucesivamente. Era una técnica que además nos permitía ser reconocidos dentro del grupo social, pues estábamos valorizando, al distinguirlos en una obra audiovisual, a personajes con ascendencia sobre la comunidad. A su vez, desde la exposición de experiencias personales que trasladaban valores esenciales de la savia campesina, se contribuía a educar sin ningún fin didáctico, cuestión esencial es este tipo de comunicación afectiva, incluyendo la exposición de casos dramáticos por oposición, como el caso del documental El ángel de la Jiribilla, que cuenta la historia de Alcides, el hombre más bailador del pueblo, el más fiestero, el más alegre que envuelve con su alegría, la gran tristeza de su alma sola por motivos familiares.
Sin un desarrollo lineal, sino como la propia vida que entreteje hechos, vinieron luego y a la par, documentales con personajes grupales, como Las cuatro hermanas, Jon de la Loma, documentales sobre leyendas, mitos, sabiduría popular, tradiciones, como Cagüeyros, Al compás del Pilón, documentales sobre creencias religiosas como Santa Cruzada, documentales sobre los diferentes oficios y sus niveles de especialización como Para ir a ver a la novia, Sierra de Aire y Oficios de hombre, documentales sobre los problemas sociales que más impactaban negativamente en el colectivo como el río contaminado en SOS Verde La despulpadora, el embarazo precoz, los problemas de transporte, las deficiencias en los servicios que se ofrecen al pueblo, etc., hasta llegar poco a poco a obras más introspectivas, más analíticas, más simbólicas y cuestionadoras del interior de las serranías y sus esencias culturales como La tierra conmovida, Como una gota de agua, Los ecos y la niebla. Homenaje, Fredy o el sueño de Noel, etc., hasta las producciones más recientes como Barrio nuevo, A dónde vamos y Papalotes.
Otro ejemplo muy válido de mencionar es el Video Carta, modalidad que Daniel Diez implementó y luego diseminó por América Latina como modelo de comunicación para el intercambio entre grupos sociales. El Video Carta no es otra cosa que un registro audiovisual donde un grupo de personas, por lo general lo hacemos con niños, cuentan sobre su vida, su entorno, sus familias, sus sueños, sus dilemas, sus aspiraciones y a su vez interpelan al que recibirá el video sobre temas particulares que desea conocer de este. Este material se hace llegar al grupo de destino y este genera otro como respuesta. Así la TV Serrana interconectó comunidades serranas distantes, niños de la ladera norte de la Sierra, que nunca habían visto el mar, con niños de la ladera sur que viven a sus orillas, niños de la Sierra con niños de El Vedado y niños de la Sierra y de Cuba, con niños de Latinoamérica y África.
Todo lo anterior tiene en esencia un mismo concepto, realizar el trabajo comunitario desde dentro. Quiero decir, vivir en la comunidad, trabajar desde ella y con ella, gestar ideas y proyectos a partir de lo que la misma comunidad aporta. No ser invasivo. Reconocer el protagonismo haciéndolo valer por sí mismo y no una participación que acompaña a un elemento exógeno que viene a descubrirte o peor aún, a auxiliarte porque tú solo no puedes. Estos criterios responden un poco a algo que el Académico chileno Valerio Fuenzalida nombra con el término “agonal”. Pretendemos, por encima de todo, ver la cultura como dimensión de la vida.
¿Qué te llevó a abandonar un proyecto que te hacía feliz?
No creo que lo abandoné; de hecho nunca me he ido, y no es metáfora, y es verdad. No me he alejado nunca de la TV Serrana y a ratos siento que debo volver, aunque solo sea para respirar aire puro y lanzarme al río (de hecho lo hago cada vez que tengo algún día de vacaciones).
Llevaba unos ocho o nueve años en la TV Serrana, cuando la dirección del ICRT me instó a colaborar en otros proyectos nacionales desde la capital. Ya era el año 2000/ 2001 y yo estaba a cargo de la dirección del equipo. Entonces no tenía del todo claro si me inspiraba irme a La Habana o no. El proyecto serrano me seguía seduciendo.
Aunque lo cierto es que desde que a los 13 años me mudé a Bayamo, siempre les dije a mis padres que al final regresaría a la capital. Cuando me fui de La Habana no fue por mi decisión personal. Siempre me sentí de otro lugar, tal vez por haber pasado tantos años de sitio en sitio, quiero decir secundaria urbana en Bayamo; preuniversitario becado en el campo; universidad en Santiago; años en la Sierra Maestra; en fin, tengo muchos recuerdos lindos de Bayamo y a esa ciudad le debo también gran parte de lo que soy, pero me sentía de muchos lugares y anclado en los recuerdos capitalinos.
Luego, ya con 11 años en la TV Serrana, se me pidió colaborar en la fundación de lo que luego sería el Canal Educativo 2. Aún me sentía seducido por el proyecto y hoy día lo estoy todavía. No obstante, me tentó el hecho fundacional. Un año después, ya con el canal “al aire”, me fui definitivamente a La Habana.
¿Fue el Canal Educativo una nueva escuela?
Toda obra que se inicia, enseña. Por eso, el Canal Educativo 2 también se convirtió en una escuela. Allí tuve que sortear otros derroteros: gestar una programación, insertarme en las dinámicas de la programación televisiva en vivo y la producción de televisión en estudios; dirigir un equipo de trabajo que triplicaba en número a mi pequeña guerrilla serrana (la cual había dirigido desde el año 2000 cuando Daniel Diez se trasladó a La Habana para ocupar el cargo de Vicepresidente del ICRT); reencontrarme con mi ciudad natal ya no como visitante, sino nuevamente como residente y La Habana ya había cambiado mucho respecto a 1982 cuando me mudé a Bayamo, etc. En fin, de nuevo se abrió el reto y la carrera contra reloj por ir venciendo metro a metro la cuesta.
El Canal Educativo 2 también significó otro escalón en mi formación profesional como creativo y directivo de un medio de comunicación. Además, y siento que ha sido lo más importante, me sirvió para profundizar mis estudios sobre comunicación y dentro de esto los principios y valores que rigen lo que se conoce como televisión educativa, mensajes educativos, sentido didáctico del medio, etc. Cuestiones en las que confieso he tenido que despejarme muchas dudas sobre la marcha y de las que creo profundamente hoy, que ha primado mucho voluntarismo y poca implementación práctica de conceptos elementales para ese tipo de comunicación que se gesta o pretende gestarse, desde nuestra televisión educativa.
Cuando llegué a La Habana y me incorporé al equipo que ya venía proyectando lo que sería el canal, no creo que estuvieran bien claros los conceptos que fundarían esta señal. Eran los años de gestación de los proyectos de la Batalla de Ideas, el Comandante en Jefe había dado vida propia a la Universidad para Todos, ya existía al aire el Canal Educativo y teníamos la encomienda de sacar una nueva señal cuyos fines era también “educativos”.
Empezamos a moldear el camino para seguir. El canal asumiría de algún modo formatos audiovisuales de teleclases, pero en esencia se pretendía que explotara más los diversos formatos. En el slogan que acuñamos para esta señal, encontré la esencia de lo que consideraba debíamos aspirar: “por los caminos del saber”.
Debíamos lograr que lo “educativo” no fuera precisamente “didáctico”, de ahí que incorporáramos programas musicales como Música Maestro, Proyecto Digital, devenido luego Contexto Digital, un programa de comunicación más que de tecnología, Letra Fílmica, espacio cinematográfico para transmitir obras literarias versionadas a la pantalla, Paréntesis, espacio dedicado a la obra artística de los jóvenes creadores, Pantalla Documental, segmento dedicado al documental de autor y así, como otros muchos que lograron su cometido y otros que no nos han quedado bien.
¿Cuántas canas te han salido en la lidia constante que tienes como vicepresidente? ¿Puedes dormir a piernas sueltas cuando sale al aire un espacio que provocará decenas de llamadas esa misma noche o a la otra?
Las canas que me han salido prefiero asociarlas a mis 42 años; no voy a culpar a nadie de lo que solo yo soy responsable, haber accedido a un cargo de tamaña complejidad. Nadie tiene la menor idea.
Cuando la vida te lleva por los caminos que ha transitado la mía, evaluar el sueño como tranquilo, o simplemente sueño, es algo difícil. Es voluble el sentido de las cosas, depende de las circunstancias en las que te encuentras.
En la Sierra Maestra no recuerdo insomnios, pero puedo asegurarte que no siempre dormí tranquilo. A veces un plano que no cuajaba en una estructura, no me dejaba cerrar los ojos en toda la madrugada. A veces era todo lo contrario: encontrar el sentido ideal a un plano determinado y saber que había hallado su ubicación exacta en la estructura que conformaba, era el motivo especial para tampoco dormir y saltar de la cama al cubículo de edición, para pasar la madrugada entera armando y montando ideas. Muchas veces, al amanecer y entrar la editora al cubículo (por cierto, mi esposa), me busqué más de un regaño y un reclamo, pues casi, sin querer, usurpaba sus funciones de trabajo (con el tiempo aprendí las técnicas de la edición y me daba placer hacerlo).
Hoy me pasa más o menos lo mismo, claro, las circunstancias son otras. Con el tiempo uno aprende a catar las situaciones, las coyunturas; uno aprende a tratar de no despertarse, aunque te puedo asegurar que no siempre se consigue.
Me preocupan más que las llamadas, la falta de perspectiva que a ratos nos circunda; la escasez mental para digerir los cambios; la actitud de avestruz; el alma vendida al diablo de la banalidad y la superchería; la nefasta desideologización real y aún peor, aquella solapada que pretende y aplaude loas y a la vez, como si tuviese vidas paralelas, disfruta lo más vulgar de Hollywood. Todo esto afecta más mi sueño que el timbre del teléfono, aunque preferiría a ratos que no sonara.
¿Es nuestra televisión una consecuencia de los problemas financieros o se unen otros factores?
Son muchos los factores que se unen. Por supuesto, los financieros tienen un gran peso, pero no está en dichos problemas la causa principal de las deficiencias. Esa es mi opinión y no me refiero a que los recursos de los que disponemos den abasto, me refiero a una gama de causas que nos impactan negativamente y que van desde la desprofesionalización real, hasta el facilismo oportunista.
En última instancia, es nuestra televisión una consecuencia de la carencia de conceptualización sobre lo que queremos. Me refiero a la no claridad del modelo de comunicación que queremos construir. Cuba, por revolucionaria, debía ser el país de la reinvención eterna. Con esto te digo que debimos haber intentado reinventar la televisión, aunque a algunos, esto les suene disparatado, autosuficiente o utópico.
¿Qué sería para ti una buena televisión? ¿Cómo crees que se conseguiría?
Definir una buena televisión es tan difícil como que cada persona a la que le hagas la pregunta, te dará un concepto diferente; su concepto. Depende, reitero, del modelo de comunicación que asumas, del tipo de televisión que quieras construir, de para qué quieres la televisión. A todo caso me atrevería a mencionar aquellos elementos que considero no debe dejar de tener una televisión en un país como el nuestro.
En primera instancia descartaría asociarme a un modelo particular de comunicación e intentaría buscar en la hibridez, según nuestra propia cultura e idiosincrasia, los rasgos asimilables y definirlos bien.
Por tanto, sería útil una televisión que actúe sobre la sociedad, señalando todo aquello que no está bien. Por supuesto para ello, debe ser una televisión que conozca a sus públicos y estudie sus necesidades, de modo tal que no solo señale lo que socialmente está errado, sino que además lo haga facilitando la participación ciudadana en lo que hay que cambiar. Participar es ser protagonista.
Lo anterior redundaría en negociar lo transmisivo con lo dialógico. Desde cada punto hay razones y verdades, hay que buscarlas incansablemente y ponerlas en el mismo tablero a conversar. Además, debemos apostar siempre por que la civilidad se construya de la mano de lo racional y lo emotivo. A la televisión le hace falta razón y le urge lo lúdico-afectivo en justo balance, desafío imperioso al exceso tanto de tutoría, como de didactismo y banalidad.
No podemos olvidar que al responder nuestro modelo social a necesidades de servicio público que se pautan desde el estado y la guía ideológica de nuestro Partido, la televisión debe acompañar dicha gestión estatal en cualquier rama y contribuir a hacer perfectible nuestro modelo. El mejor modo es conciliar la agenda del medio con los intereses de los públicos. El medio es sus audiencias; transformarlas significa conocerlas y no traicionarles. Para ello debemos aspirar a una televisión creíble.
Hacia dentro, o sea, hacia nuestros propios creadores, algo similar hay que tener en cuenta. Tendríamos que construir nuestro discurso, nuestros mensajes, nuestro interés institucional, siempre de la mano negociadora con los artistas y periodistas hacedores de dichos mensajes.
Por último y no por ello menos importante, habría que tener claridad de que la televisión no es solo divulgación y mucho menos solo propaganda. Circunscribirla a esto es una manquedad intelectual imperdonable. Por tanto hay que concebirla como un espacio de producción cultural y con esto quiero decir, un espacio de vasos comunicantes entre la información, lo educativo, la expresión artística y la experimentación y, por supuesto, desde el entretenimiento como condición sine qua non. Un espacio de beligerancia ideológica que entronice la autocrítica, aprecie sensiblemente y promueva los logros sociales y a su vez, exprese la diversidad.
Atreverme a decir cómo conseguir todo lo anterior sería muy autosuficiente de mi parte. A lo sumo creo fervientemente que se puede lograr desde el más profundo sentido de arraigo a la cultura nacional en sus esencias éticas y humanistas, el más profundo sentido del deber y, por supuesto, trabajando.
No faltan quienes dicen que en ti queda poco de aquel joven de melena recogida que buscaba siempre la mejor forma de hacer un documental y que ahora solo eres un funcionario que ha perdido sus dones artísticos. ¿Qué crees tú de tales opiniones?
Debo respetar a quien lo diga, sabrá por qué lo dice. No obstante creo que no me ha mirado bien. Si lo hace se percatará de que ahí está la melena recogida aunque ciertamente menos joven (la melena). Si me mira a los ojos, se dará cuenta de que lo reto a cualquier debate. No ando por la vida buscando que me cataloguen como funcionario o como artista. Yo sé lo que soy. El que lo dude, si es honesto, tendrá el deber de acercarse a mi obra artística, ella hablará por mí. Sobre mi trabajo como directivo, solo puedo decirte que dirigir es también gestar una obra; nadie lo dude. Las obras, del tipo que sean, no son perfectas. Cuidado con los que piensan así.
¿Por qué si producir programas televisivos es un dolor de cabeza te metiste a hacer En vivo, una revista digital e impresa, que está pariendo la editorial homónima y representa otro tremendo dolor de cabeza?
Por la sencilla razón de sentir la necesidad de expresarme artísticamente. EN VIVO es un modo de hacerlo. En cada línea están mis aspiraciones y mi compromiso como creador, de contribuir modestamente a generar pensamiento en la sociedad.
Además, en la TV Serrana aprendí algo muy importante para mi vida, conocer a Martí. Esto se lo debo por supuesto a Daniel Diez, quien hurgaba a diario en el pensamiento martiano, quien libró más de una batalla de la mano de los pensamientos del Apóstol. No creo que conozca la obra martiana lo suficiente como debía, pero me siento impregnado de las esencias de su espíritu, lo llevo conmigo y también en más de una ocasión, me ha ayudado a librar batallas.
Martí fue en esencia un educador, un forjador de pensamiento. Insistió mucho en la necesidad del conocimiento, en la necesidad de educarse y en el deber de educar.
Creo fervientemente en la necesidad de fomentar un ser humano que se exponga ante el medio de comunicación como ciudadano, no como consumidor. Modestamente aspiro a que EN VIVO contribuya a ello, a que trabaje por la necesidad de fomentar un pensamiento crítico en los públicos.
En noches claras, con o sin estrellas, ¿sientes nostalgia por la Sierra?
Siempre. Es una nostalgia “telúrica”. Tal y como un día, hace ya más de 15 años, Cintio Vitier catalogó nuestra obra en TV Serrana.
(Tomado de La Jiribilla)
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