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A mi Entender

Nombres que honran a la FEU

En simbólica coincidencia, el 30 de septiembre, que marca el asesinato de Rafael Trejo, fue seleccionado presidente de la FEU José Antonio Echeverría. En esta fecha, quienes ingresan a la Educación Superior reciben su carné de miembros de la FEU

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José Antonio Echeverría. Foto: Juventud Rebelde

Varios Autores Aunque han pasado más de ocho décadas del asesinato del estudiante universitario Rafael Trejo González, la juventud cubana sigue teniéndolo como ejemplo.

Como homenaje póstumo devenido hermosa tradición, cada año los estudiantes que ingresan a la Educación Superior, reciben el 30 de septiembre el carné de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU).

«Felo tenía el pelo y los ojos negros, un timbre de voz agradable, como de barítono. Simpático, varonil, atrayente, se ganaba el cariño fácil, tenía muchos amigos. Era todo un deportista, medía unos seis pies, nadaba admirablemente y se destacó como remero. Jugaba muy bien al ajedrez. Ávido lector, Martí y José Ingenieros eran sus autores favoritos. Siempre fue un joven de izquierda».

Así lo recordaba la destacada revolucionaria María Luisa Laffita, quien lo conoció por aquellos días en que los estudiantes estaban en pie de lucha contra el tirano Gerardo Machado.

Trejo nació el 9 de septiembre de 1910 en San Antonio de los Baños. En su hogar conoció desde temprano el amor por las artes, inculcados por su madre, que era maestra rural, y por su padre, tabaquero devenido funcionario de la municipalidad, quien recibió el respeto de los locales por su trabajo.

Cuando la familia se trasladó para la capital, inició sus estudios de bachillerato en el Colegio de Belén y los terminó en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, para luego matricular Derecho en la Universidad de La Habana.

El día de su inscripción para cursar la carrera le hizo un comentario a su condiscípulo Raúl Roa: «No creas que mi aspiración es hacerme rico a expensas del prójimo. Mi ideal es poder defender algún día a los pobres y los perseguidos. Mi toga estará siempre al servicio de la justicia. También aspiro a ser útil a Cuba».

Desde su llegada a la Universidad, Felo —como le llamaban sus amigos— participó en la lucha contra el dictador Gerardo Machado, y fue miembro del Directorio Estudiantil Universitario desde su creación, en 1930.

Relataba Roa que en noviembre de 1927, cuando el Consejo Disciplinario Único se disponía a tramitar la sentencia dictada de antemano contra un grupo de estudiantes acusados de derribar los carteles de propaganda del régimen machadista en la Universidad, una avalancha de jóvenes —entre los que se hallaba Trejo— abatió con un madero la puerta del laboratorio de Química, donde sesionaba la farsa, e irrumpió en el local. Los espantados profesores, convertidos en inquisidores, se dieron a la fuga, abandonando expedientes y documentos.

Dos años después, cuando parecía que Machado había «domesticado» al estudiantado universitario, los muros de la casa de  altos estudios amanecieron embadurnados de consignas contra la tiranía, y en el acto oficial conmemorativo por el 27 de noviembre, Trejo logró apagar las luces de la sala donde lo efectuaban: una lluvia de objetos arremetió contra el claustro represor.

El 30 de septiembre los estudiantes se dan cita en la Universidad. Marchan hacia el Parque Eloy Alfaro, en la calle Infanta, para de ahí continuar hasta el Palacio Presidencial, a exigirle al tirano Machado su renuncia.

La policía del régimen carga violentamente contra los manifestantes. Trejo, en valeroso gesto, se enredó en un cuerpo a cuerpo con un policía. Trató de arrebatarle el revólver, pero resultó herido. Fue conducido al Hospital de Emergencias y murió pocas horas después.

Allí estaba también herido Pablo de la Torriente Brau, quien logró salvar la vida. Poco tiempo después, en la revista Alma Máter (noviembre de 1930), escribió: «¡Arriba muchachos, que la dignidad de Cuba es hoy menor de edad! Cae Trejo en las calles de La Habana… Cae no. Se levanta más alto que una estatua inmensa y desde lo alto del granito, forjado por su valor y la cobardía de sus asesinos, lanza un poderoso grito que despierta todas las conciencias dormidas: ¡Abajo la tiranía y la opresión! ¡Arriba muchachos!».

José Antonio, Presidente

Era marzo de 1952. Fulgencio Batista daba otro golpe de Estado a la nación cubana. Los miembros de la FEU buscan armas, que no llegan, para combatir el cuartelazo. Junto a ellos, José Antonio Echeverría, líder indiscutible del estudiantado.

La lucha de los educandos comienza entonces en un proceso ascendente. Se hace más rebelde y dispuesta a defender sus verdaderos derechos. Representaban una fuerza progresista y radical, inconforme con la situación imperante en el país y con arraigadas raíces antiimperialistas.

El liderazgo de José Antonio va creciendo. Al inicio del curso escolar 1953-1954, consciente de que hacía falta la lucha armada y la participación de los estudiantes, analiza la necesidad de rescatar la FEU de manos de unos dirigentes que la habían llevado a la inmovilidad.

Era el año 1954 y había tenido lugar la renuncia de Germán Moré, presidente de la FEU. Lo sustituyó su vicepresidente, Benigno Arbezú, quien se graduó dos meses más tarde. Se considera que jerárquicamente el secretario general era el tercer cargo de la organización. A José Antonio le correspondía entonces la presidencia, ya que figuraba en ese ejecutivo.

El 30 de septiembre, en el parque Eloy Alfaro, donde cayera Rafael Trejo, frente a una nutrida concentración, Fructuoso Rodríguez, veterano combatiente contra la dictadura, proclamó que la FEU estaba en crisis, y que le correspondía la presidencia por sustitución reglamentaria a José Antonio, quien era además el dirigente de mayor prestigio.

En aquella jornada de homenaje al mártir de 1930, como una sola voz fueron coreadas y plenamente respaldadas las palabras de Fructuoso. Echeverría habló sobre la necesidad de cerrar filas y no descansar hasta derrocar a la tiranía. «Lucharemos contra la farsa y la fuerza (…). Si hay que caer como cayó Trejo, caeremos, pero Cuba será libre».

Esa noche, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, al usar de la palabra como nuevo presidente de la FEU, expresó que sus esfuerzos estarían encaminados a alentar al pueblo para que luchara, en masa, por reconquistar sus derechos. «Unidad de acción y combate; lucha contra la farsa electoral; amnistía política».

Cuando asume la presidencia de la organización, Echeverría ya había recibido golpizas, persecución y encarcelamiento. Con él se inicia la etapa más importante del movimiento estudiantil contra Batista. Su presencia provoca un cambio radical en el actuar de la FEU, que se proyecta hacia el enfrentamiento contra el régimen y la defensa de los derechos universitarios.

Se reunieron entonces en una misma persona, el dirigente y el líder cabal de los estudiantes. Reelegido desde 1955 hasta su muerte en 1957, José Antonio estaría siempre en el primer puesto de combate, resistiendo todos los peligros y asumiendo los sacrificios que fueran necesarios; unas veces al frente de las manifestaciones; otras, buscando armas para la pelea o en espera para ajusticiar al tirano.

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