Por África Prado
La proliferación de anglicismos con la irrupción de internet y las innovaciones socioculturales genera cierta preocupación entre filólogos cuando aquellos sustituyen a términos en castellano. Otras voces consideran que los «préstamos» de palabras en inglés son enriquecedores.
Enviamos mails en lugar de correos electrónicos, los alumnos estudian masters en vez de cursos de postgrado y los maestros dan una master class y no una clase magistral, mientras los artistas realizan workshops, que son talleres, o work in progress, en los que se observa la evolución de la obra, que a menudo se siguen en streaming o en directo, y online, a través de internet. Sin ir más lejos, el conseller de Sanidad ha clausurado la primera Summer School de un centro de salud pública y el piloto Jaime Alguersuari es el dj Squire de la Summer Party en la Metro-DanceClub de Bigastro.
Vivimos rodeados de términos en inglés que cada vez se instalan con más comodidad en nuestro modo de habla, y que han proliferado con la aparición de las redes sociales y, en general, de internet. ¿Esto es bueno, malo, normal, amenazante o enriquecedor? Aunque hay opiniones para todos los gustos, y ninguna considera que este fenómeno sea alarmante, entre algunos consultados hay cierta preocupación por el emprobrecimiento del idioma si los hablantes sustituyen directamente términos en castellano por estos nuevos anglicismos.
Para el traductor y filólogo en lengua inglesa en la Universidad de Alicante John Sanderson, la utilización de términos en inglés no es nueva y recuerda que la estrategia más habitual hace un siglo era su españolización —como fútbol, de football; líder, de leader, o bistec de beef steak—, que también se da, por ejemplo, en tuit, con su raíz en Twitter, donde se ha españolizado la ortografía. La traducción es otra estrategia más costosa y mantener la palabra en inglés es la que más se da en estos momentos, «solo hay que mirar la cartelera y vestítulos como Cars 2, Bad teacher o Midnight in Paris. Se deja en inglés porque se ahorran traducciones y porque existe un marketing viral internacional».
A su juicio, esto puede beneficiar la comunicación entre personas y la globalización, «pero es una patada al idioma propio tremenda, aunque peor son las malas traducciones, como el uso de influenciar en lugar de influir por una mala traducción del inglés, o los anglicismos inventados, como footing, que no existe en inglés, en lugar de jogging». Sanderson lamenta que no haya criterios en la utilización de anglicismos y reclama potenciar las traducciones.
El director del departamento de Filología Española de la UA, Juan Antonio Ríos Carratalá, apunta que la llegada de anglicismos se nota «en los alumnos, en los periódicos e incluso en nuestro ámbito cometemos los mismos defectos. Es algo extendido usar palabras en inglés y tampoco es alarmante porque la lengua siempre va cambiando, pero hay excesos injustificados porque hay términos en español con los que sustituirlos». Ríos pone como ejemplo de anglicismo «absurdo» la palabra ‘testar’, «que parece que sea más serio que probar y solo se utiliza más por mero mimetismo, porque parece que suena mejor, que sea más potente en inglés, y esa realidad es difícil de cambiar».
El filólogo considera que la gente usa el lenguaje «de forma impulsiva y mimética, la reflexión paralingüística es rara y solemos estar poco orgullosos de nuestro idioma. Da la impresión de que hay que seguir la cultura mayoritaria, que siempre ha sido la anglosajona».
Ríos no pone pegas a que términos como tuitear se acepten por la Real Academia Española porque no existe equivalente en castellano, «pero lo absurdo deberíamos desecharlo porque nos lleva a empobrecer el lenguaje por su uniformidad, y la gracia que tiene el lenguaje es la variedad».
(Fuente: Fundéu)
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