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A mi Entender

Bajo una piel inocente

Bajo una piel inocente
Ana María Domínguez Cruz
 
Martes en la mañana. Sala Rogelio Paredes del Hospital Psiquiátrico de La Habana. Los invita a cerrar los ojos, relajarse e imaginar un futuro en el que ellos emerjan ya rehabilitados, sanados, y en el que los dedos acusadores que antes les apuntaban se trocarán en señal de reconocimiento y admiración por su esfuerzo y triunfo ante las drogas.

Quienes están allí sentados, en círculo, son hombres de diferentes edades y procedencia social que un día se percataron del daño que se hacían a sí mismos y a quienes convivían a su alrededor. Ahora, guiados por el doctor Ricardo González Menéndez, especialista de segundo grado en Psiquiatría y jefe del Servicio de Adicciones de este hospital, combinan fuerzas y voluntad para ser mejores, y salir a la calle a repartir abrazos sinceros.

Los invita a repetir en voz alta: Por mis seres más queridos y por mí debo, por tanto, rehabilitarme. Luego del ejercicio, les pide flexionar y extender los antebrazos, abriendo y cerrando los brazos con rapidez, con energía para conformar juntos la cadena de la solidaridad. Cada mano aprieta la otra para convencerse de que unidos sí pueden vencer.

Es solo la aplicación de la técnica de autorrelajación de Schultz, explica el doctor González, pero esta reportera —a quien también incluyeron en la cadena— pudo ver mucho más. La grandeza de un hombre que, con cuello y corbata, se dirige a los otros con respeto y elegancia, para brindarles tratamiento, la confianza ganada por los pacientes de que es perfectamente posible superar la adicción al alcohol y a otras drogas con la ayuda de los especialistas, por el bien individual y colectivo.

Según los estimados mundiales de la expectativa de tragedias vinculadas al uso indebido de drogas —sobre todo de las que modifican el comportamiento en forma relevante— son 600 millones de personas las que sufrirán como adictos, otros 600 millones que lo harán como consecuencia de sus nefastos comportamientos bajo la influencia de estas sustancias, aunque no sean adictas. Además, otros 1 200 millones padecerán, en el rol de familiares convivientes, muestra de que el enfrentamiento debe ser inminente.

La suma de personas que en el transcurso de sus vidas sufrirán esas terribles consecuencias supera, por tanto, la tercera parte de la humanidad, por lo que las acciones para aminorar y evitar esta situación prevenible, no pueden reducirse al 26 de junio, fecha señalada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas desde 1987 como Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, sino que deben ser cotidianas.

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