Para Estados Unidos, el fin justifica los medios, siempre. En sus aspiraciones por acabar con la Revolución cubana, no importa la vía. La gama puede ser amplia: desde poner bombas o derribar aviones comerciales hasta promover desestabilización y fabricar líderes, aunque quieran aparentar lo contrario.
Esto último lo sabe muy bien el profesor universitario Raúl Capote, el agente Daniel de la Seguridad del Estado cubano. Además de sus vivencias, el relato de sus contactos con los oficiales de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus sigla en inglés) y la descripción de sus actividades bajo otro rostro, reveladas en el documental Las razones de Cuba: Fabricando un líder, Capote descubrió un sentir y una reflexión sobre cómo pueden abrirse los ojos al saber, desde dentro, los hilos que se tejen a diario, cada minuto y en los más impensables frentes, para lograr el viejo propósito de destruir la Revolución cubana.
El suministro de equipamientos ultramodernos de transmisión de información, la búsqueda de detalles sobre la realidad cubana: desde la presidencia de Raúl Castro hasta los malestares internos por dificultades reales en el país en temas tan sensibles como el transporte, sin descartar la visión de los cubanos sobre el mandatario estadounidense Barack Obama o el funcionamiento de las antenas ilegales que se emplean para captar señales de televisoras extranjeras, estuvieron entre los intereses sobre la Isla de los contactos foráneos con los que el agente Daniel se relacionó.
Una de las estrategias que emplea Estados Unidos en su acercamiento hacia personas que pretenden reclutar a personas en la Isla para sus turbios manejos es limpiar la imagen de la nación norteña como enemiga irreconciliable de la Revolución cubana, alejándolos tanto de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana (SINA) como de sus “funcionarios”.
Incluso, pudo ver cómo mediante bibliotecas virtuales, encuentros, propuestas de becas y proyectos como la Fundación Génesis se ha tratado de fabricar una especie de “eminencia gris de la derecha en Cuba” para una muy ansiada por ellos etapa de transición, queriendo involucrar en ello a escritores, artistas y pequeños empresarios, entre otros, así como buscando una supuesta legalidad. Esto le abriría una brecha para intentar, explícitamente, manipular a su favor las corrientes de pensamiento en polémicas internas que se han producido entre la intelectualidad cubana.
Los años durante los que desempeñó su trabajo le permitieron aprender “cómo actúa el enemigo, de qué se vale el enemigo histórico de este país para destruir la Revolución”. Y explicó que cuando se está lejos de esta historia, se ve como algo lejano y ve al enemigo como algo lejano, pero cuando tiene la oportunidad de hacer un trabajo como el que él hizo, “puede saber que la batalla es todos los días, es cada minuto, ese enemigo no descansa un segundo en su ilusión de destruir la Revolución y que se vale de todos los medios necesarios para hacerlo”.
(Fuente: Tribuna de La Habana)
0 comentarios