Lejos de anunciar una nueva etapa en las relaciones con América Latina, como prometió en 2009, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, obvió la región y desde aquí lanzó una nueva guerra, esta vez contra Libia.
Dos años después de reunirse con sus colegas de América Latina y el Caribe en la Cumbre efectuada en Trinidad y Tobago en abril de 2009, Obama realiza su primera gira latinoamericana, que comenzó el sábado en Brasil, y proseguirá en Chile y El Salvador.
En la nación caribeña, ante el reclamo regional, Obama adelantó una nueva era en los nexos con sus vecinos más próximos, tras la debacle provocada por la política hostil de su antecesor George W. Bush.
Quienes esperaban que el mandatario de la principal potencia del mundo anunciará aquí esa nueva etapa quedaron realmente decepcionados porque sólo vino a relanzar nexos económicos, y con los ojos puestos en los enormes yacimientos de hidrocarburos descubiertos a grandes profundidades en el mar brasileño.
También, a impulsar el comercio en otras ramas, pero sólo para favorecer las exportaciones de su país, necesitado de vender mucho y comprar poco para ver si sale de la crisis económica en que se sumergió en 2008 y a la que arrastró al mundo.
Además de no mencionar temas como el levantamiento del bloqueo a Cuba y el cierre de la prisión en Guantánamo, territorio ocupado en contra de la voluntad del pueblo cubano, ni un mejoramiento de sus nexos con Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, entre otras, como le pidieron sus colegas en Trinidad y Tobago, Obama frustró el mayor objetivo brasileño con esta visita.
Las autoridades locales esperaban que el presidente norteamericano expresara aquí el apoyo explícito de su país a la aspiración brasileña de ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero todo hace indicar que Washington no tiene interés en reformar ese organismo, que controla hoy.
En la mejor lenguaje retórico que ya lo caracteriza, Obama apuntó que "continuaremos trabajando con Brasil para hacer el Consejo (de Seguridad) más eficiente en su misión de hacer del mundo un lugar más seguro".
Tampoco se apreció intención alguna para levantar las barreras comerciales que impiden a productos latinoamericanos -entre ellos los brasileños etanol, carne bovina, algodón, jugo de naranja y acero- acceder al mercado estadounidense, pese al reclamo directo en ese sentido de la presidenta Dilma Rousseff.
Obama se limitó a decir que ese asunto tendría que ser resuelto en la Ronda de Doha, misma a la que Washington pone todo tipo de obstáculos para evitar su conclusión.
Y si los compromisos con Latinoamérica no aparecieron en su primera parada en esta gira, tal y como hace dos años aseguró que haría, Obama -como denunciaron algunos sectores locales- deshonró Brasil al ordenar desde aquí la invasión militar contra Libia.
Esa intervención había sido autorizada días antes por el Consejo de Seguridad, en votación en la cual Brasilia se abstuvo, al considerar que no es la solución al conflicto interno libio.
Entonces, un rápido análisis permite concluir que el mandatario norteamericano llegó a este país a relanzar las relaciones comerciales con el claro objetivo de disminuir la creciente participación de China, que desde 2009 lo desplazó como principal socio de Brasil, y mostrar su enorme interés en el petróleo.
Lo demás y, que era lo más esperado por los latinoamericanos, quedó nuevamente postergado, al no estar entre los intereses actuales de Washington, enfrascado ahora en otra aventura militar.
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