Martí, el amor y el matrimonio
No por gusto se dice que José Martí se adelantó a su época en todos los aspectos de la vida. Ahora que se acerca el Día de los Enamorados, comparto estos fragmentos —recopilados por el profesor Raúl Valdés Vivó— donde el Héroe Nacional de Cuba ofrece sus criterios sobre las relaciones amorosas y el matrimonio, nada alejadas de la realidad que vivimos hoy.
Martí tan juvenil que en sus cuadernos de apuntes recomienda lo que ahora se hace en todo el mundo por las parejas, en particular las jóvenes, y que una generación atrás era inconcebible excepto entre los pobres sin recursos para hacer y mantener el matrimonio y que acudían al vilipendiado concubinato. Escribe:
«Debe hacerse —salvo malicia— lo que hacen ciertos indios del Estado de Veracruz —tomarse a prueba. Vivir bajo el mismo techo. Ir juntos al arroyo.
Cargar juntos la leña. Oírse y conocerse. —Y si la simpatía definitiva de las almas no sanciona la atracción pasajera de los cuerpos — separarse. El equilibrio entre las condiciones de los cónyuges, y su mutuo conocimiento, son en el matrimonio las únicas condiciones de ventura. —Lo demás es jugar a cara o cruz.»
Todavía más, Martí se pregunta y contesta como haría hoy cualquier joven:
¿Porqué ha de hacerse —con riesgo de la ventura de la vida— punto de honor que los que han sido novios sean cónyuges?—El honor mismo exige que no nos pongamos en condiciones de faltar a él—¿Sobre la mera simpatía —esa mera mariposa— ha de construirse cosa tan maciza como un hogar?
«¿Y si la mariposa bate las alas? —Y si vuela —caprichoncillo insecto— hacia otro sol más vivo que el primero que lo sedujo? ¿No pueden hombre y mujer equivocarse? ¿Ha de pagarse con el malestar de toda la vida la vanidad de no querer confesar un error?»
«El amor —piensa Martí— es la adhesión ardorosa e incondicional que un individuo de un sexo siente respecto a un individuo de otro (…)
El amor tiene una naturaleza propia semejante en algunos puntos a la de la amistad, pero en otros propia y exclusiva, y grandemente superior a ella.
La amistad no excluye la libertad del criterio.
El amor llega a arrebatarlo, —por lo menos llega a conmoverlo. Es la devoción de todas las facultades a un solo objeto de un sexo distinto.»
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