Expedición a Jumagua
Ocho elevaciones que devienen las segundas de mayor importancia en el archipiélago cubano, luego de las superconocidas de Viñales.
Por Ricardo R. González y Bárbara Fortes Fotos: Carlos Rodríguez Torres
Jumagua es un pequeño poblado situado en las afueras de Sagua la Grande en ruta hacia el vecino municipio de Quemado de Güines. No tiene piedras preciosas, pero dispone de elevaciones peculiares concedidas por las bonanzas de la Naturaleza. Llegar hasta sus mogotes resulta difícil.
Debe prepararse para sumar unos 2 km, en ida y vuelta, ante el escabroso estado de un vial que impide el acceso a vehículos de bajo porte desde el batey de Chinchila, aunque un inmenso palmar recrea la vista en esta caminata cuando el sol calienta a mitad del día. De pronto, aparecen ocho elevaciones que devienen las segundas de mayor importancia en el archipiélago cubano, luego de las superconocidas de Viñales. Una cordillera situada a 86 m sobre el nivel del mar en la que solo dos de sus estructuras (la número 1 y 2), dueñas del extremo este, aparecen separadas. El resto muestra su compactación, y distingue a las elevaciones 6 y 7 como las de mayor altura en forma cónica, mientras el resto se inserta a manera de mesetas o dibujando contornos semicónicos. Solo resta traspasar los límites, y descubrir ese abanico en su diversidad biológica con predominio de flora o fauna singular. Uno de los tantos motivos que la declaró Área Protegida (AP), en 1984, y años después como Reserva Ecológica (RE) para resultar la única de sus características con dicho distintivo en Villa Clara.
EL PRECIO DE LA PASIÓN
Iván Oliver Díaz tiene 33 años. Es biólogo de profesión, y trabajaba como docente en la Facultad de Ciencias Agropecuarias, de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas. Un día decidió abandonar la ciudad a fin de adentrarse en esta especie de paraíso terrenal entre un mundo de campos, farallones, especies raras, precauciones necesarias, y algún que otro perrillo acompañante. «No hay nada de locuras —insiste. En 1997 participé en las Brigadas Estudiantiles de Trabajo vinculado a la Empresa para la Protección de la Flora y la Fauna en la capital provincial. La casualidad hizo que viera una foto de los mogotes, y fue lo suficiente para que me impactaran. «Ya en marzo de 2007 acudo al sitio, por primera vez, con un grupo de estudiantes de la carrera de Biología, y dos años más tarde, tomé la decisión de que sería mi próxima misión laboral.» — ¿Te tildaron de demente? — A muchos les sorprendió. Era abandonar una parte de la docencia, mas no del todo, pues sigo como profesor adjunto de mi Facultad, y doy los viajes hasta aquí ya que vivo en Santa Clara; sin embargo, el primero de septiembre de 2009 comencé mi experiencia, y cumplí mi sueño de trabajar allí.» A pesar de sus reliquias naturales, los mogotes presentan contrastes. 42 trabajadores —entre ellos cinco mujeres y otros con más de 15 y 20 años de ejercicio— sustentan el trabajo en un complejo carente de agua potable, de electricidad y recursos limitados para la comunicación. Todos tratan de salvar un patrimonio contentivo de 14 sitios arqueológicos reveladores de que el territorio fue asiento de las culturas aborígenes, y es significativo que sus cuevas fungieran como enclave funerario de las comunidades mesolíticas habitantes en la zona del río Sagua la Grande. Varias cavernas rondan por el lugar, y corresponden a las del Gato, el Agua y la Jutía las mayores dimensiones. Refiere la historia que durante la Guerra de Independencia de 1895 este conjunto de Jumagua sirvió de refugio y propició fuentes alimentarias a los integrantes del Ejército Libertador, pero desde antes se hablaba de idénticas funciones en tiempos de corsarios y piratas.
HERIDAS SIN SUTURAS
Sin embargo, la RE exhibe daños que pudieran resultar irreversibles. En 1985 inició la construcción de un canal magistral por parte del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH), a solicitud de la Empresa Pecuaria Macún, para facilitar el desarrollo agropecuario. Algunas incongruencias constructivas derivaron un empantanamiento en el desagüe causante de alteraciones ecológicas y cambios notorios en el hábitat de especies; en tanto, otras zonas bajas se han convertido en marcados terrenos cenagosos, y lo más preocupante resulta el futuro de muchas variedades a tenor de que la Palma de Jumagua (Hemithrinax ekmaniana), el Roble enano (Tabebuia saxicola), consideradas endémicas locales, u otros tipos de moluscos pudieran quedar solo en el recuerdo de que alguna vez existieron en el sitio.
Otro agravante lo aporta la presencia de búfalos en el AP desde hace 12 años cuando asaltaron —indebidamente— la demarcación. Estas manadas pertenecen a la Empresa Pecuaria Macún. Animales cuyo peso oscila entre 300 y 500 kg, y que, por sus propias características, han creado múltiples inconvenientes que alteran el ecosistema. Para los expertos, el canal de drenaje no cumple sus funciones, y existen deficiencias constructivas respecto a su proyecto original dentro de un entorno situado a menos de 15 km de la costa, y a escasos 500 m, por la porción norte, del área protegida. A todo ello se reconoce que por la década de los 90 descuidaron la vigilancia, y la comunidad aledaña realizó cazas furtivas en las que disminuyó la dotación de algunas variedades, entre ellas el Catey (Aratinga euops). La labor de promoción y educación ambiental dio un vuelco a esa situación, y sobresale el trabajo en las escuelas cercanas a los mogotes en función del Medio Ambiente. Desde hace años, la primaria Hermanos Matheu está asociada a la UNESCO con un excelente trabajo de preservación que ha motivado al Cine Club de Sagua a realizar una película — apoyada en dibujos animados— cuyo guión y producción nace de los propios alumnos de las diferentes enseñanzas en ese segmento villaclareño. Son las mismas intenciones que piden suturar heridas en un tesoro incalculable que, bien explotado, hasta pudiera servir de atracción turística en múltiples perfiles. Sin embargo, nuestros mogotes viven la sucesión de los días y las noches entre el desconocimiento de muchos que ni siquiera saben de su existencia, y de otros que, a su paso por la carretera, solo aprecian ocho lomitas peculiares en el campestre paisaje de Jumagua.
BORDEANDO LOS MOGOTES —
Estas combinaciones exclusivas se forman por el movimiento tectónico y la acción de los procesos marinos y cársicos ocurridos en varios milenios. En ellos aparecen algunas líneas que indican el probable nivel del mar en épocas anteriores, pues se supone que una parte estuvo bajo agua y otra en la superficie. — La flora presenta más de 420 especies, de las cuales 48 resultan endémicas y dos son locales: la Palma de Jumagua (Hemithrinax ekmaniana), y el Roble enano ((Tabebuia saxicola) que habitan en algunas elevaciones. — Su fauna incluye un centenar de aves permanentes y migratorias con poblaciones disminuidas. Entre las endémicas figuran: el Catey ((Aratinga euops), Tocororo (Priotelus temnurus), Cartacuba (Todus multicolor), Carpintero verde (Xiphidiopicus percussus), Sijú cotunto (Otus lawrencii), y el Sijú platanero (Glaucidium sijú). — No escapa la presencia de anfibios, reptiles, como el maja de Santa María (Epicrates angulifer), invertebrados (con 32 especies de moluscos terrestres y tres endémicos), y mamíferos que incluye 13 variedades de murciélagos, entre estas el de cuevas calientes (Phyllonycteris poey). También ocupa espacio la Jutía Conga (Capromis pylorides), con población reducida. — Un vivero existente en el lugar atesora las futuras poblaciones de dos especies locales endémicas: La Palma de Jumagua (Hemithrinax ekmaniana), y el Roble enano ((Tabebuia saxicola). — Algunas golondrinas las cuevas para sus nidos, en tanto el sijú se refugia en ellas durante el día, mientras los murciélagos constituyen huéspedes habituales. — No se extrañe al ver determinadas especies casi al alcance de la mano, o de conocer elementos curiosos como los del tocororo y el catey que utilizan los huecos abiertos por otras aves para sus nidos. Las cavidades también resultan compartidas por las abejas.
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