El faro de los destellos
Un periplo por el faro Bahía de Cádiz, ubicado en las cercanías del municipio villaclareño de Corralillo, deviene travesía inigualable para conocer la historia y la vida de sus torreros.
Por Ricardo R. González
El varadero de La Panchita, ubicado en el municipio cubano de Corralillo, muestra su ajetreo peculiar. De pronto…un ¡Listo! Resulta suficiente para sentir el rugido de las propelas que hacen de las aguas un torrente de espumas.
Elvis Urbano asume el mando del «Plástico 34», cuyo motor pone sus 90 caballos de fuerza en busca de la torre de los destellos.
Son las 11:30 de la mañana y el caserío de pescadores se vuelve una línea diminuta perdida entre las pupilas del viajero, cuyo destino se traza hacia mar afuera y, mientras tanto, una hilera de peces tributan cordial bienvenida alrededor de la embarcación.
Largo es el trayecto que separa a La Panchita del faro Bahía de Cádiz. 21 millas náuticas en las que incluso Joan Conde y Raúl La Rosa (Pachá) protagonizan la captura de una pintadilla, especie rara, considerada por los sabios del mar como algo inusual.
Así corren los minutos hasta que bien entrado el mediodía alguien exclama: «Mírenla allá», y se rompe la rutina del viaje, pues a lo lejos se divisa una pequeña torrecita que, paulatinamente, agiganta sus dimensiones en la medida en que la proa enrumba hacia ella.
ROMEPEBEZAS EN LOS CANALIZOS
Antes del arribo se impone una breve escala en un viejo buque atunero devenido centro de acopio para la captura de langostas. El reloj marca las 2:10 de la tarde, y despedimos a la primera tripulación, será entonces el «Plástico 345» el encargado de conducirnos hasta la meta preconcebida.
El sol curte la piel y la ruta no oculta su rompecabezas entre canalizos. Giros a la derecha y a la izquierda, precaución con los manglares, insectos que se alborotan y alguna que otra maniobra inesperada, salvada por la audacia del timonel Fidel Ángel Alemán Corzo (Angelito), quien domina cada uno de estos vericuetos. Poco a poco, el objetivo… 15, 10, cinco minutos… hasta que, al fin, la embarcación besa un fragmento de tierra y una torre blanca y negra, aunque desde lejos se ve azul, con un casco incandescente rodeado de cristales, parece «aplastarnos» ante su impactante majestuosidad.
Son las 2:59 de una de estas tardes, para completar tres horas y media de travesía.
EL MUNDO DE LOS TORREROS
Nadie imagina los tesoros acumulados este sitio, símbolo de Corralillo. Reliquias históricas y humanas nutren sus capítulos desde que alumbró, por primera vez, el 10 de octubre de 1862. Desde entonces su torre permanece encendida al servicio de la navegación internacional, con un alcance lumínico de 18 millas y tres destellos cada 15 segundos.
Entre tunas, cactus, iguanas y una vegetación característica se erige el faro. Dos torreros deben subir, dos veces al día, los 221 escalones (similar a 14 pisos sobre el nivel del mar)que, a manera de espiral separan la base de la cúpula ya que el haz de luz se logra mediante un mecanismo manual de cuerda que reclama estricta puntualidad, a las 6:30 de la tarde y 12:30 de la madrugada.
Luis Ángel Mairata Villar, al frente del equipo, explica que son cuatro torreros para desplegar la labor. Junto a Carlos González Viera, Jorge Cobo Alfonso y Eddy Quincosa se dividen el trabajo a dúo durante 20 días. En este período, la familia se traslada para las casas habilitadas en el lugar, las cuales disponen del confort necesario.
Una vez concluidas las faenas regresan a tierra, solamente por 10 días, mientras la otra pareja los releva a fin de proseguir la encomienda.
Ahora bien, no piense que se trata solo de mantener la cuerdecilla cada seis horas. Tanto en calma como en tormentas, deben emitir partes meteorológicos a la red nacional de comunicaciones, que van desde la presión atmosférica hasta la dirección y fuerza del viento, y la cantidad y tipos de nubes.
Para Soleisis García, esposa de Carlos González, «no es difícil adaptarnos, vivimos más aquí que en Quemado de Güines, donde residimos de manera oficial, pero también exige sacrificios, como el de estar separada del marido o de los niños en tiempos de clases, o el de soportar las plagas y el calor que se hace irresistible, y en muchas ocasiones tienes que «bañar» las ventanas con petróleo para ahuyentar a los jejenes».
Y como detalle curioso, conozca que en la base del «Bahía de Cádiz» existe un pequeño museo. Fragmentos de tejas, fotos de la época inaugural, vasijas antiguas destinadas a cargar brillantina, y la lámpara de bronce que posibilitó el primer alumbrado del faro, figuran entre las muestras, junto al perenne homenaje a Raúl Denis Giralde, ultimado allí, en julio de 1969, por la crueldad enemiga.
Desde la cúspide del cilindro se aprecian las «aguas mansas» que bordean el entorno, y si se sumerge en ellas, encontrará un remanso virgen donde la transparencia inigualable y su temperatura uniforme constituyen un verdadero regalo de la naturaleza, mientras el tránsito de cruceros caribeños o de mercantes e amplio calado resulta común ante nuestros ojos.
La caída de la tarde impone el regreso, y una vez en el barco, el sol refleja un simulacro de estrellas titilantes entre los «baldazos» marinos. El implacable medidor del tiempo sobrepasa las 6:00 de la tarde y dentro de poco, la torre blanca y negra comenzará sus giros de destellos agradecidos en una nueva jornada.
FAROLEANDO
— El «Bahía de Cádiz» está ubicado en la porción norte del cayo de igual nombre, en los 23 grados de latitud norte y 80 grados con 28,9 de longitud oeste, cercano a las costas del municipio villaclareño de Corralillo.
— Su proyecto fue elaborado por el comandante de ingeniería don Juan Mena y se utilizó la torre de hierro fundida adquirida para el faro Cruz del Padre (similar a este), en 1853, por el coronel de ingenieros Francisco Albear.
— Mide 176, 5 pies y tiene una altura de 50 metros, con estructura metálica prefabricada. En aguas próximas, la Marina de Guerra de la república
— La maquinaria del faro es de origen francés, y emite 330 vueltas cada seis horas y media. Se cuenta con una lámpara auxiliar que entra en funcionamiento ante cualquier emergencia.
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