Objetivos del Milenio:¿Una década perdida?
Para algunos gobiernos no son más que el eslogan repetido en las cíclicas conferencias internacionales de alto nivel, con su correspondiente —y efímera— repercusión mediática. En el 2009 murieron 8,1 millones de menores de cinco años por enfermedades fácilmente prevenibles, según un informe de UNICEF.
Otros, apenas enumeran los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), sin voluntad política para concretar el contenido de una denominación ambiciosa, aunque con muy modestas propuestas y aún más tímidas respuestas. Solo unos pocos han hecho centro de su estrategia de desarrollo el mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos.
A todos, la ONU los volvió a convocar entre los días 20 y 22 de septiembre, para analizar en reunión plenaria "el progreso" en el camino hacia las metas acordadas en el año 2000, durante la Cumbre del Milenio. En aquella oportunidad los líderes mundiales reconocieron su "responsabilidad colectiva con los principios de la dignidad humana, la igualdad y la equidad" para todos los habitantes del planeta, y su deber, en especial, con los más vulnerables.
Como colofón, la firma de la Declaración del Milenio patentizó el compromiso de todos los ministros, jefes de Estado, de Gobierno y de delegación asistentes de alcanzar antes del 2015 la reducción a la mitad de la pobreza extrema y el hambre, lograr la enseñanza primaria universal, promover la equidad de género y la autonomía de la mujer, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el VIH/Sida y otras enfermedades, garantizar la sostenibilidad ambiental y fomentar la asociación global para el desarrollo. Unos días antes de la nueva cita, el relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, Olivier de Schutter, reconoció que "los ODM han sido útiles para movilizar dinero y energías, pero solo atacan los síntomas de la pobreza, como la malnutrición infantil, la mortalidad materna o las enfermedades, e ignoran las causas más profundas del subdesarrollo y del hambre, por lo que se centran en objetivos meramente estadísticos". Cuando se han cumplido las dos terceras partes del plazo, aquella "noble declaración de intenciones" se traduce en estadísticas globales vergonzosas, inexcusables a pesar de la aparición de nuevos factores, como el aumento del precio de los alimentos, el agravamiento de los efectos del cambio climático o la crisis económica mundial.
Las "obligaciones", diluidas con el tiempo, han dejado de serlo. Los países "en desarrollo" siguen arrastrando el peso de las desigualdades; y los ricos, ante la disyuntiva de salvar vidas o bancos, inclinan la balanza invariablemente hacia el lado de los rescates financieros. Hoy la miseria no toca a las puertas, porque la mayoría de los pobres no tienen hogar. La cantidad de personas que vive en la pobreza extrema aumentó en unos 36 millones, pero cuando se habla de los nuevos pobres, los adinerados de siempre dan la espalda. Ni siquiera se dignan a cumplir con la entrega del 0,7% de su Producto Interno Bruto (Ayuda Oficial para el Desarrollo), y las eventuales migajas de los países donantes —en función de sus intereses políticos— siguen siendo muy inferiores a la cifra necesaria para cumplir los compromisos vigentes. Al escándalo de los 1 020 millones de seres humanos viviendo con hambre, se suma el de los más de 2 000 millones que la padecen "silenciosamente", y mueren por la carencia de micronutrientes.
En lugar de escuelas primarias, 126 millones de niños tienen trabajos peligrosos con retribución precaria, y los menores pertenecientes al 20% más pobre de la población, representan más del 40% de todos los que no asisten a los centros de enseñanza. En cuanto a la igualdad de género en las matrículas, solo 53 de los 171 países de los que se dispone de datos la habían alcanzado tanto en la enseñanza primaria como en la secundaria. En el 2008, apenas una de cada cinco mujeres embarazadas recibió servicios de análisis y de asesoramiento sobre el VIH, y solo la tercera parte de las seropositivas fueron consideradas elegibles para recibir tratamiento antirretroviral. Cerca de un millón de personas mueren debido a la malaria cada año, el 95% de ellas en África subsahariana, y la gran mayoría menores de cinco años.
Dentro del objetivo de garantizar la sostenibilidad ambiental se pierden oportunidades de concertación, como en la fracasada Cumbre de Copenhague, cuando no se logró ningún acuerdo concreto para reducir la producción de gases de efecto invernadero por la confabulación de los países desarrollados, que intentaron presentar un informe que habían discutido a puertas cerradas, excluyendo las demandas del Sur. Mientras, se calcula que la velocidad del aumento de las emisiones de dióxido de carbono ha sido mucho mayor en el periodo 1995-2004 que en el periodo 1970-1994, tendencia que no se ha modificado. NUEVO ORDEN MUNDIAL El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en el informe para esta reunión, reconoció que "la posibilidad de no llegar a alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio por falta de compromiso es muy real. Ello sería un fracaso inaceptable, tanto en sentido moral como práctico. Si fracasamos, se multiplicarán los peligros que acechan al mundo: inestabilidad, violencia, epidemias, deterioro ambiental y crecimiento demográfico descontrolado". Pese al desalentador panorama, el documento destacó el éxito de algunos países pobres en el cumplimiento de los ODM, lo que demuestra que las metas son alcanzables si se cuenta con la voluntad política de los gobiernos.
No obstante, el tan anhelado cambio sustancial que recupere en el próximo quinquenio el tiempo perdido en regateos y mezquindades durante los últimos diez años, necesariamente implica subvertir el injusto orden económico y político internacional. La construcción de un mundo en el que primen los principios de solidaridad y justicia social, es una añosa exigencia de los países subdesarrollados que volvió a escucharse en la ONU en las voces de naciones como Cuba, Irán, Bolivia y Venezuela. El ministro cubano de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, demandó "construir un nuevo orden económico y político internacional, basado en los principios de solidaridad, justicia social, equidad y respeto a los derechos de los pueblos y de cada ser humano" como única alternativa para salvar la especie.
El presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, propuso sostener relaciones justas y prósperas entre los países para establecer un orden mundial que rechace el capitalismo; mientras, su par de Bolivia, Evo Morales, señaló que las naciones del mundo deben acabar primero con la desigualdad que ha existido durante años, para superar las metas que se plantean.
La intervención del representante permanente de Venezuela ante el organismo internacional, Jorge Valero, evidenció que se puede avanzar con estrategias nacionales con el ser humano como fin y punto de partida. "Frente a la globalización neoliberal proponemos la globalización de la justicia y la equidad.
Ante el saqueo y el vasallaje de países proponemos el comercio justo en un mundo en el cual todos ganemos, a través de la cooperación solidaria", puntualizó. Se trata de aspiraciones hasta hoy epidérmicas, modestas, tímidas, limitadas¼ en buena medida por la propia naturaleza del organismo que las impulsa, cuya reforma es también un reclamo de los desposeídos de este mundo.
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio necesitan urgentemente dejar de ser "papel mojado" o excepciones de países cuyos logros la comunidad internacional y los grandes medios escamotean, para convertirse en acciones concretas por la dignidad y el desarrollo humano. De no ser así, la anterior habrá sido una década perdida y el 2015 pasará a la historia como el año del gran fracaso.
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