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A mi Entender

«Se dice cubano», un concierto de lujo en Villa Clara

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De izquierda a derecha: Liuba María Hevia, José María Vitier, Cecilia Todd, y Abel Acosta.

Por Ricardo R. González

Como una acuarela que permite los trazos hilvanados por la excelencia es el concierto «Se dice cubano», con el maestro José María Vitier en el centro de un espectáculo que nos llena de vida.

Sin embargo, el compositor y pianista no quiso verse solo en las dimensiones del escenario, y por buen tino convocó a Liuba María Hevia, y a Cecilia Todd, una de las voces consagradas de Latinoamérica, amante de Cuba y de su pueblo, recordada por los festivales de la canción de Varadero en la década de los 80, y quien nos hace sentir ese folckore venezolano para calar más allá de la epidermis.

En la fusión de géneros, que abarca desde el danzón, la comparsa, la contradanza, o esa canción que a través de una fina metáfora recrea la existencia, estriba la complicidad de un momento para revivir detalles, abrazar esperanzas, o, simplemente, sentirnos capaces de que hoy podemos ser mejores que ayer en el largo camino de la vida, y como justo derecho de la dignidad humana.

Quizás por ello, aparezca Martí, nuestro Martí, en la inspiración de la entrega artística, pues «Se dice cubano» constituye uno de los discursos en que deja delineadas las fuerzas internas del verdadero ciudadano. De aquí que José María defienda la identidad que ha caracterizado, a través de los años, a la familia Vitier-García como peldaño cimero de una cultura e identidad compartidas.

¿Qué decir de Liuba? Mucho. Es la voz de un ángel que bendice el alma, quien con cada nota susurra y nos llena de sentimientos. Es la palma, el tocororo, la mariposa, aquel «arroyo que murmura» para demostrarnos que constituye una parte de Cuba, y Cuba es una parte de Liuba.

Unos 16 temas conforman este programa que cobra vida, también, por los aportes de Abel Acosta al ejecutar múltiples instrumentos sobre la escena con el dominio del músico que lleva el pentagrama por dentro, y la notoria ejecución de Alejandro Rodríguez en ese complejo e íntimo instrumento llamado cello. Todos bajo la producción y dirección general de Silvia Rodríguez Rivero.

Ella ha dicho que «resulta un concierto pensado, añorado por muchos años». Gracias, entonces, por la espera, hasta por las dudas de que si se podía o no, y por este regalo perdurable pues cuando se apaguen las luces, y los sitios de presentaciones queden bajo las candilejas y el recuerdo del ya pasó, este abanico cultural jamás cerrará sus cortinas porque tiene la delicia de un ajiaco conformado con lo genuino de la propia cubanía.

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