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A mi Entender

Por siempre Vilma

Por Ricardo R. González

Una noche de junio llegó la noticia. El inexplicable ¿por qué? nos dejó la respuesta dentro de ese espacio vacío que se tiende cada vez que la existencia es capaz de apagarse por la ley de la vida.

Fue aquel día 19 del sexto mes del año. Rondó, entonces, el silencio compartido. La santiaguera de cuna entraba para siempre en el Olimpo sagrado de los fieles cubanos porque así lo quisimos, porque ella es Patria y Patria es vida, porque su huella se impregna al uniforme verde olivo o nos recuerda a Alicia, a Mónica, a Déborah o a Mariela con los signos de clandestinidad o de rebeldía.

Y es que usted vibra aun por los parajes de la intrincada Sierra o prende el candil para iluminar los buenos caminos, mientras que allá, por su Oriente, su voz susurra en la Coral Universitaria, o riega su dulzura ante cada una de nuestras alboradas.

La seguiremos viendo como la ingeniera química de título que un día cambió por los destinos de su tierra. La mujer afable, humanitaria y compañera en cada contienda de la larga jornada, y la capaz de organizar a las mujeres ante aquella encomienda de un Fidel inigualable.

¿Cómo hablar de muerte cuando se le ha ofrecido tanto a la vida? Imposible compañera, porque late en cada reclamo de la infancia, en las preguntas de la adolescencia, en cada batalla de las que aún le faltan a su pueblo.

Vamos Vilma. Todos juntos con su ejemplo, con ese que se alza y recorre el arroyo o avanza entre los aires épicos de El Mambí o La Bayamesa. Reina y ríe como la palma, vuela libre como el viento, sabe a monte y se alza por su incambiable cubanía.

Queda entre nosotros con la voz cargada de justicia, con la misma que entonaba esas lindas nanas dedicadas a sus niños y niñas. Con esas, sí… que las mantuvo como secreto hasta después de su partida.

Pero es que no hay partida, aunque hayan pasado tres junio ya sin ella, porque desde el Segundo Frente se quiebra el mármol para revolotear por la vida y las mariposas esparcen su aroma para premiar la valentía.

Por eso no se ha ido, porque entre sus orquídeas, gladiolos y rosas preferidas una luz se acerca para decirnos que late en vida. 

 

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