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A mi Entender

¡El equipo campeón!

¡El equipo campeón!
Mayli Estévez

 Foto:Carolina Vilches

El jugador 12 se nombra en el fútbol. ¿Cómo le pondríamos en la pelota? Creo que lo de 10 le va a la medida porque todo jugador quiere lucir ese número en la espalda, al menos en el más universal. Pero volvamos al béisbol, a ese mortificante dolor de muelas que se pasa un rato, y luego regresa..

Y es que para el 10 de camiseta naranja este proceso marcha en la fase en la que ni los calmantes, ni el «no me hablen de pelota» ha servido de mucho. A casi una semana de lo antihistórico frente a los avileños, hay quienes sueñan con encender el televisor y encontrarse a un «Villa Clara» en la pantalla. Mientras otros pasean cabizbajos a la sombra del Sandino, que ahora parece un gigante dormido. 

Pero si usted fue de los que calentó las gradas durante la etapa regular, sufrió una sequía ofensiva interminable o la apatía de algunos jugadores naranjas, no sienta que pasó otro año y volvió la decepción. 

Si también fue de los que pintaron carteles, arrolló en la conga o gritó en su casa tras una atrapada de Paret a expensas de que el vecindario se molestara, no sienta que perdió su tiempo, porque no lo hizo.

 Usted clasificó para el equipo campeón y se llevó los mejores números. ¿En qué falló? Tal vez una llegada tarde al estadio o una falta ortográfica en una pancarta. Pero eso es lo mismo que batear para doble play en el séptimo capítulo con ocho de ventaja. No cuesta nada.

 

 
 
  

Por el contrario tuvo un average altísimo, por encima de los 400 si contamos la noche en que lo acompañó la suegra al estadio. Se convirtió en recordista de bases estafadas, cuando convenció a su jefe de que su horario de almuerzo podría extenderse hasta las cuatro de la tarde. Nadie jugó más limpio que usted. Nadie fue más sincero y emotivo. Así que no piense que lleva 16 años esperando para ser campeón, porque ya lo es.

 

Si hubiera que retribuirle a los seguidores naranjas toda su entrega temporada tras temporada con un campeonato, las series nacionales resultarían insuficientes. Pero como este escrito no se acoge a lo «del lobo un pelo», ojalá bien pronto el «Villa Clara» de béisbol pague sus deudas. Así quienes año tras año no ganan un título, lograrán reconciliarse con su historia, y lo que es mejor, con su afición: esa ola naranja que siempre integra el equipo campeón.

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