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Por Ricardo R. González

Foto: Ramón Barreras Valdés

No sé su nombre porque hay momentos en la vida en que no es necesario preguntarlo. Diría que fue una de las tantas villaclareñas marcada por la tristeza en este 28 de noviembre de 2016.

Su rostro expresaba los sentimientos, y de manera disciplinada se incorporó a la larga fila que aguardaba para rendirle tributo al líder eterno de la Revolución Cubana en ese recinto santaclareño que evoca contiendas similares.

Quizás, paso a paso, antes de llegar a la Biblioteca Provincial Martí, vinieron a su mente miles de ideas en ese afán de lograr hombres y mujeres plenos, en equidad de género.

O que para llegar a esta conquista se ha impuesto un camino largo no exento de trabas y convencionalismos.

A lo mejor recordaba las palabras de Fidel en la clausura del V Congreso de la Fmc cuando, en 1990, junto a la inolvidable Vilma Espín, el estadista alababa a las mujeres por lo agudo de sus pensamientos, la belleza en su oratoria, y por las realidades consolidadas a base de talento y virtud.

Y mientras caminaba, posiblemente recordó que principios tan sagrados como la desaparición de los prejuicios, el respeto pleno a las féminas y a la igualdad deben fomentarse con esa clase magistral iniciada desde la cuna.

Esta mujer forma parte de las más de 304 670 que integran la organización femenina en los predios como símbolo de quienes demuestran que tienen tanta capacidad al igual que los hombres o que incluso hasta son más organizadas que ellos.

Así lo reconoció, una y otra vez, el hombre que parte en su viaje hacia la gloria, el guardián sin límites por la humanidad, el quijote perseverante por su Patria y por el Orbe.

Y vuelvo a la imagen de esta mujer. En una de sus manos porta una espiga de gladiolos. En la otra, una foto impresa del por siempre Fidel apretada en su pecho, y detrás del paño oscuro de los lentes alguna lágrima que escapa como expresión de lo que aún no es creíble y golpea el corazón.  

Ya Fidel no está. La cruda realidad hay que admitirla, pero un hombre de su dimensión jamás muere porque queda una semilla multiplicada.

Por eso no importa el nombre de esta mujer porque se llama Cuba, una de los tantos baluartes entre el pueblo que llevan prendido a su Comandante en el universo del alma.