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A mi Entender

Rápido, furioso, entretenido y sin mareos

Fast and Furious sigue siendo, tanto en su octava como en su vigésimoquinta entrega, una saga simplona, fútil y enajenante, aunque genere millonarias ganancias de las cuales pudieran beneficiarse mínimamente algunos cubanos

Joel del Río 

En el medio cinematográfico decir simplemente «es una película de Vin Diesel», o «se trata del estilo Fast and Furious», define con unas pocas palabras cierto tipo de producto audiovisual (sería inexacto hablar de cine) dirigido, sobre todo, a la audiencia adolescente, con abundancia de persecuciones en ruidosos e increíbles automóviles, planos muy cortos y cortes incesantes, historia predecible y enfrentamiento de los arquetípicos policía y delincuente, glamorización de marginales y antisociales, gracias a proverbiales habilidades al timón, y por supuesto, la reinvención de las muy numerosas y estridentes películas, producidas desde los años 50, cuyo argumento gire en torno a las carreras de autos.

Todo ello se asocia con las superproducciones de acción y aventura estilo Hollywood en plan entretenimiento típico. Lo raro, lo singular, la noticia, proviene de que todo el aparataje Vin Diesel-Fast and Furious ocupa ahora Malecón y algunas calles aledañas, impidiendo el tránsito y la cotidiana circulación en los alrededores del Parque Maceo, junto al Hospital Hermanos Ameijeiras, Galiano, y otras localidades cercanas al «sofá de concreto», tan visitado en épocas estivales. Por supuesto que los molestos tranques y desvíos, las paradas de guaguas desplazadas a quién sabe dónde, y algunos negocios particulares que han debido cerrar, resultan inevitable consecuencia del rodaje de ¡la octava parte! de la inacabable saga sobre correteos callejeros cuya primera entrega data de 2001, fue dirigida por Rob Cohen, y protagonizada por Paul Walker, Vin Diesel y Michelle Rodríguez.

Es decir, que los terrícolas hemos vivido lo que va de siglo XXI, querámoslo o no, en compañía de algún filme de un argumento que reaparece cada dos o tres años, siempre con un despliegue mediático avasallador, capaz de forjar una generación «F & F», integrada por los adolescentes que han crecido disfrutando la primera película y su escuadrón de secuelas: 2 Fast 2 Furious (2003), ambientada en Miami y sin Vin Diesel;The Fast and the Furious: Tokyo Drift (2006), que prescindió de los dos actores principales primigenios pero jugó con eficacia la carta del exotismo; Fast & Furious(2009) que retoma el trío protagónico del largo que dio inicio a todo; y Fast Five (2011), la cual incorpora a otro fortachón, Dwayne Johnson, como agente del FBI; transcurre parcialmente en Río de Janeiro, y presenta apariciones especiales de los reguetoneros boricuas Don Omar y Tego Calderón.

Como Fast Five devino un exitazo impredecible en taquilla, pues a toda velocidad aparecieron la sexta y la séptima partes, hasta la ocho, que se rueda ahí mismo, entre el Vedado y Centro Habana, con alguna incursión en La Habana Vieja, porque nunca se sabe con exactitud los planos de ambientación que quedarán en el corte final de la película. Los productores anuncian que las escenas en Cuba solo ocuparán unos diez minutos del metraje total, pero es muy posible que tales cifras varíen. Lo que sí se sabe es que la que se filma en estos momentos se estrenará el 14 de abril de 2017 en Estados Unidos y contará, por supuesto, con Vin Diesel y Michelle Rodríguez, quienes ya desandan las calles de la capital provocando instantáneas, autógrafos y entusiasmos faranduleros.

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