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A mi Entender

Dice adiós "La Ronca de Oro"

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En sus capítulos finales La Ronca de Oro mantiene atrapada a la teleaudiencia cubana.

Por Leslie Díaz Monserrat

La Ronca de Oro trajo una propuesta diferente.Esta teleserie (así la promocionan aunque contiene los ingredientes esenciales de las novelas) zarandeó los códigos clásicos del melodrama y mostró una historia estremecedora, verosímil, impactante. Helenita Vargas cautivó a la gran audiencia con su pose liberal, bastante inusual en los años que aborda la trama (décadas del 50 al 70 del pasado siglo). 

Esta producción de CMO para Caracol Televisión salió al aire a principios de este año en Colombia. Desde el primer momento, disparó los índices de audiencia y se convirtió en un éxito total. Reflejar acontecimientos reales de la vida de una de las intérpretes colombianas más populares y pincelarlos con elementos de ficción resaltan entre los mayores aciertos.

La cantante de rancheras luce creíble, tanto en la interpretación de Ana María Estupiñán (primeros capítulos) como en la de la encantadora y madura Majida Issa.  Su relación con el doctor resulta muy verosímil al abandonar las poses del amor perfecto y mostrar los deslices de un hombre enamorado que añora su perdón.

De hecho, con el médico Álvaro José Salas (Gonzalo Zafra en la vida real) vivió una historia apasionante; aunque marcada por los prejuicios de la época.

La banda sonora del material audiovisual enamora. Incluso, aquellos televidentes que nunca suspiraron por este tipo de música ahora tararean el tema principal y se emocionan cuando la Ronca de Oro habla de es ese vil payaso que rompió en pedazos a mi corazón.

Aunque muchos piensen que esta telenovela recrea al pie de la letra la vida de la cantante, la mayoría de las historias pertenecen a la ficción. Por ejemplo, las tres amigas nunca existieron, la madre no fue tan malvada como la muestran y el exesposo, Germán Hincapié, no llegó al abuso físico; pero si maltrató y engañó varias veces a la adolescente que se le entregó por amor.

Los realizadores recrearon algunas subtramas con el objetivo de aderezar las situaciones dramáticas y garantizar la progresión. Su propia hija, Pilar Ibarra, participó de forma directa en la redacción del guion y se encargó de construir una imagen justa de su mamá.

Con La Ronca... se demuestra que los públicos han cambiado y que en ellos también funcionan las historias desprovistas de cenicientas. Para muchos, este es un género menor; sin embargo, los representantes de la Teoría Latinoamericana de la Comunicación encuentran en las telenovelas la esencia de nuestra cultura popular.

Reproducir códigos audiovisuales con el afán de conquistar a las audiencias puede ser fácil, pero solo logran salirse de los caminos trillados las mentes más privilegiadas, y este ha sido un feliz ejemplo.

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