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A mi Entender

Serie 52. Llegando a la mitad de un muy volátil calendario

Escrito por  Jesús Suárez Valmaña. Especial para Cubasí

Como tras un pestañazo, en menos de cinco semanas, la Serie Nacional de Béisbol en su edición 52, llegará a su primera mitad exactamente el próximo jueves 27 de diciembre, en una ya tradicional data doble de fin de año.

 

Como tras un pestañazo, en menos de cinco semanas, la Serie Nacional de Béisbol en su edición 52, llegará a su primera mitad exactamente el próximo jueves 27 de diciembre, en una ya tradicional data doble de fin de año.


Muy al principio y sin cerrarse esa agotadora doble jornada, con el partido número 180, se estará cumpliendo la mitad del programa y ya todo a partir de allí será una cuesta abajo desenfrenada hasta que el 31 de enero sea cubierto a plenitud el riguroso e intenso examen de 45 juegos percápita.  


Por cierto, la media rueda de este acelerado trayecto ocurrirá justo en el no oficial Día del Béisbol Cubano, cuando se cumplirán 138 años del considerado juego pionero aquí -por lo profusamente registrado de sus detalles-  y una vez más parece perderemos la oportunidad de celebrarlo en el Palmar de Junco, el más añejo de los estadios de pelota activos en el mundo.


Lo primero que salta a la vista es que los principales protagonistas de Serie 52, han asumido el torneo con gallardía y espíritu de lucha encomiables.


En su nota más sonora y virtuosa el sorprendente elenco de la Isla de la Juventud, conducido magistralmente por el decano -pero no más viejo- Armando Johnson,  en su friolera de 17 temporadas consecutivas como manager y otras siete como asistente, comparte posiciones cimeras con el resurgido Matanzas y un Sancti Spíritus del que hace años se espera  un himno victorioso postrero.


No menos admirable ha resultado Mayabeque, el representativo de una de las dos provincias más jóvenes de la nación, que retomando los recientes laureles de un extinto Habana -el campeón del 2009-, comparte sin complejos posiciones de privilegio con el ya habitual Cienfuegos, el mejorado Guantánamo y un peso pesado de las tradiciones como Industriales que adelantaba por una nariz al titular vigente, Ciego de Ávila.


Desde el mismo inicio, como era esperado en un formato que redujo drásticamente la cantidad de juegos, la combatividad  de los jugadores, equipos y directivos ha sido el modelo ejemplar que esperábamos la mayoría, quizás con algunos excesos derivados de nuestro temperamento.


Sus conductores –rehusando llamarles DT en una “futbolización” del término a lo que en pelota siempre han sido managers o directores de equipo- como los mejores generales en una crucial contienda bélica, han expresado de modo unánime: ésta es la estructura competitiva que tenemos y vamos “a echar palante”.


Los jugadores han sido como soldados en una batalla relámpago, donde el que pestañea pierde.


Así, un racimo de nombres inesperados (Varona, Danger, Yasniel, Ibañez, Stayler, Baró, Diosdani, Suárez, Ibarra, etc., amén de otros no despreciables como Duvergel, Peraza y Molinet) copa los mejores índices individuales, sobre todo en el bateo. Escasos preseleccionados al venidero Clásico Mundial sobresalen con vigor, descollando el Caballero Cepeda, escoltado por Despaigne y ya Yulieski; e Ismel, entre los tiradores, con Vladimir al asecho.


Pero no todo es color de rosa, como algunos sectores autocomplacientes pudieran sugerir.


Afín con una voluntad de las altas instancias directivas del país, en su llamando a nuestra prensa  a ser responsablemente crítica con lo que pudiera funcionar mejor y sea perfectible, es preciso insistir en que el formato adoptado comienza a mostrar los inconvenientes que algunos señalamos antes de lanzarse la primera bola.


Nadie “de afuera o de adentro” puede creerse dueño de la estructura perfecta, pero la disparidad en lo adoptado en definitiva por la DNB y lo efímero del calendario, hasta lo no equitativo que los más incisivos previeron, comienza a ser palpado por una creciente mayoría crítica.


Los 45 juegos inexorablemente obligaron - y ya es evidente- a que la mitad de los equipos hayan sido favorecidos con un predecible desequilibrio home club-visitador. Y no solo por un juego, sino nada menos que por tres, 24 x 21, según el dictado de las subseries establecidas por tríos (salvo en el caso totalmente atípico de Ciego e Industriales, a favor todavía de los últimos, 23 x 22).


Precisamente el equipo azul capitalino, el más “amado y odiado” del archipiélago, ha dispuesto y dispondrá en casa propia, de hasta seis de sus más enconados rivales históricos.  Son los casos de Villa Clara, Sancti Spíritus y Santiago, entre los ya efectuados; así como de Pinar del Río, Ciego de Ávila y Cienfuegos en los que están por venir, descontando al eléctrico Mayabeque.


Lo que ahora es un beneficio manifiesto para ellos, será en la temporada próxima un hándicap y por supuesto, considerándose que no fue obra intencional, sino consecuencia inevitable de faltarnos la urgida paridad que tienen las competencias formales de cualquier deporte y que durante 15 años tuvo justamente nuestro más masivo espectáculo.  


Como solución a este percance previsible,  en esta negociación que fue la búsqueda del Santo Grial de una estructura aceptable para la mayoría, siempre abogamos por añadir solo un juego más contra cada rival, para llegar a los 60 por cabeza, los que hubieran definido una paridad inapelable de dos en cancha a favor y dos en contra.


La espada de Damocles esgrimida en su contra, ha sido la de las exigencias económicas derivadas por la doble transportación. Pero si de economía se trata, al mismo tiempo son incomprensibles los desbordados rosters para un schedulle tan reducido, sosteniendo los 32 jugadores de eventos anteriores mucho más extensos.


La pregunta no contestada de cuánto cuesta un jugador en nuestras series nacionales sale a flote.


Y no solo por el transporte interprovincial, sino igualmente por el local; como también en la carretera y en cuartel propio por adiestramiento, alojamiento, alimentación, energía eléctrica y empleomanía en las instalaciones.   


¿No hubiera sido más lógico llamar a filas a 27, economizando la sustancial cifra de 80 jugadores y apelando  desde el comienzo a cinco menos por equipo?  Por si fuera poco en lo que a química se refiere, ello no obligaría a sustraer a esos mismos cinco elementos en los ocho equipos clasificados.     


Y es que aparte de las nóminas infladas, pudiera significar un contrasentido presuponer eliminar a cinco contribuyentes a la clasificación, considerados a priori como “papas podridas”. Entonces el ya de por sí muy necesario, pero polémico problema del quinteto de refuerzos, sería mucho más asimilable a sabiendas de los desplazamientos que originará entre los elencos “continuantes”, no tanto por el pitcheo añadido - siempre bien recibido-, sino entre los jugadores de posición regulares.


Finalmente, al no existir la lógicamente rechazada división zonal en un “round robin” o “todos contra todos”, pero en formato tan efímero, ya se están viendo al concluir cada una de las seis subseries efectuadas no pocos ramilletes de elencos empatados. Algo que auguramos seguirá ocurriendo inevitablemente hasta el choque 45 de cada uno y que motivará una nunca apetecible definición, no solo por las ya cuestionadas series particulares asimétricas, sino hasta por menor número de carreras o incluso por el mejor PCL colectivo de los equipos involucrados.


Y nos asalta sobre todo la preocupación mayor cuando se habla de subir el nivel cualitativo de nuestro béisbol como sustento conceptual primario de uno de los cambios estructurales más dramáticos de la historia de las Series Nacionales, incluso contando la subsiguiente etapa de 42 para ocho equipo con refuerzos.  


¿Ciertamente “elevamos el techo” de nuestro béisbol efectuando 288 juegos menos que la pasada campaña y enviando, tras los 45 de marras, a la mitad de los planteles para su casa? Ya veremos lo que nos dirá ese implacable juez que es el tiempo.


Pero nos parece, a riesgo de ser reiterativos, por el bien de nuestro deporte-pasión, que un calendario de 60 juegos en esta etapa y 102 en sumatoria para los mejores ocho clasificados son factibles y menos riesgosa la incertidumbre de un recorte tan drástico.  En conjunto representarían 168 choques menos que en la precedente, cifra nada despreciable y a no dudarlo, una mejor opción desde todo punto de vista que mantendría la intensidad competitiva que estamos viendo en este vibrante y peleado campeonato. 

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