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A mi Entender

Nicolás Guillén, en sus 110

por  Yuris Nórido, especial de Cubasi

 

A Nicolás Guillén la vida le puso retos demasiado temprano. En plena adolescencia de Guillén, su padre fue asesinado por soldados en una revuelta política. La pérdida lo marcó (hay referencias y claros homenajes a esa figura en su obra), y lo enfrentó a la necesidad de tener que luchar cada día por la supervivencia.

Hijo de una familia de la pequeña burguesía camagüeyana, con un nivel cultural considerable, el muchacho tuvo que trabajar para ayudar a su madre, una mujer que mantuvo a golpe de firmeza y cariño la unidad de la familia. Esas circunstancias contribuyeron a la formación del poeta que con los años sería Nicolás Guillén. Está ahí, de alguna forma, la semilla de su poesía social, con fuerte acento popular.

Graduado de bachiller en Camagüey, se ganaba la vida como tipógrafo, empleado de establecimientos, reportero de periódicos locales… hasta que matriculó en la Universidad de La Habana la carrera de derecho. La abandonó temprano: pronto se dedicó de cuerpo y alma a las letras, primero —y ya para toda la vida— al periodismo, después —y por supuesto, desde siempre— a la creación poética.

Lo cierto es que desde finales de los años veinte, Nicolás Guillén era uno de los más destacados intelectuales cubanos. Las más importantes publicaciones del país y muchas del extranjero publicaban sus artículos.

Un acontecimiento literario fue la publicación en 1930, en las páginas del Diario de la Marina, de sus Motivos del son. Guillén, en poco tiempo, se hizo célebre, pues los poemas causaron una intensa polémica. Pocas veces antes se había visto un acercamiento tan decidido, desde la poesía, a todo el acerbo popular. Emilio Ballagas, también poeta y camagüeyano, quedó tan impresionado con los textos, que ese fue el comienzo de una amistad permanente.

Los poemas de Motivos… eran en esencia tan musicales, que muchos compositores cedieron a la tentación de ponerlos en partitura. Esa circunstancia amplió considerablemente la popularidad de Guillén.

Un año después, Guillén gana un premio en la lotería, y con el dinero decide publicar su primer libro, Sóngoro consongo, donde incluyó textos de Motivos y otros nuevos poemas. El acercamiento al tema de la raza no era superficial y festinado, como el de tantos contemporáneos… la reflexión, sin ser didáctica o evidentemente militante, era mucho más profunda.

Eran “Poemas mulatos” —como apunta en el subtítulo de esa obra—, que se adentraban en la dimensión cultural del mestizaje, con impresionantes traslaciones de la identidad y el idiolecto popular a un ámbito estético de altura, sin desdorar su autenticidad.

Años después esa visión se radicalizaría más, y Guillén asume también una posición crítica con el racismo y la discriminación. Son años de formación política que tienen un paralelo en su formación literaria.

En su poemario West Indies, Ltd., ya son notables posiciones mucho más críticas sobre el desequilibrio social y económico del país.

En 1937 ingresó en el Partido Comunista. Junto a otro destacado intelectual comunista,  Juan Marinello, viajó a México para participar en el congreso organizado por la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios. Su estancia en ese país amplía sus horizontes. Se vinculó con creadores de primera línea, como Silvestre Revueltas, José Mancisidor, Diego Rivera, Alfaro Sequeiros...

 

Ese mismo año lo invitan a participar en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, en Barcelona, Valencia y Madrid. España vivía su guerra civil, la intelectualidad progresista estaba del lado de la República. Guillén conoció allá a Manuel Altolaguirre (que edita su libro España. Poema en cuatro angustias y una esperanza), Antonio Machado, Miguel Hernández, Pablo Neruda, Ilya Ehrenburg, Rafael Alberti, César Vallejo, León Felipe, Juan Chabás, Octavio Paz, Tristán Tzara, Anna Seghers, y reanudó trato con Ernest Hemingway, a quien había conocido en Cuba.

De regreso a Cuba, imperaba la inestabilidad política, hasta que en 1940 se lleva a cabo la constituyente, en la que participan por primera vez los comunistas. Guillén se perfila como una de las voces más destacadas de la izquierda revolucionaria. Viaja por todos los continentes, participa en congresos internacionales. Y por supuesto, crea.

La tiranía de Batista lo convierte en un exiliado. Estaba en Buenos Aires cuando el triunfo de enero de 1959. Regresó de inmediato y se sumó a la construcción de una sociedad nueva.

En 1961 se celebró en La Habana el Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, en el cual fue elegido Guillén como presidente de la naciente Unión de Escritores y Artistas de Cuba, UNEAC.

Fue presidente de la organización hasta 1985, en años pletóricos de actividad creativa y en momentos de fuertes incomprensiones y desencuentros… Guillén supo estar a la altura de las circunstancias.

Su trascendencia era ya universal, pudo haberse regodeado en su fama. Pero decidió trabajar en pos del desarrollo de una nueva manera de sustentar la creación.

A lo largo de su vida, su producción literaria transitó desde el posmodernismo, pasando por las experiencias vanguardistas de los años veinte, hasta cristalizar en una auténtica “poesía negra” o afroantillana.

Su erudición y dominio del idioma eran extraordinarios. Su abanico de temas era muy amplio, pero su producción poética gira sobre todo alrededor de dos grandes temas: la exaltación del negro y la situación social.

Nicolás Guillén murió, después de una larga enfermedad, el 17 de julio de 1989 en La Habana. Cuba lloró a quién fuera declarado Poeta Nacional, por sus portes indiscutidos al cuerpo poético de la nación, reconociendo y exaltando el gran acervo popular.

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