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A mi Entender

El inmenso legado de los hermanos Grenet II (+ Audio)

24 Julio 2011
Eliseo Grenet

Eliseo Grenet

Europa clamó por Mamá Inés mientras el compositor Eliseo Grenet desplegaba una activa vida musical en su tierra con los ojos puestos en toda la riqueza  que un espíritu inquieto como el suyo sería capaz de convertir en piezas de la altura de Las perlas de tu boca, La Mora, Si me pides el pescao, o en la maravilla nacida de las esencias poéticas del Nicolás Guillén de los Motivos de son o Sóngoro cosongo. Su Lamento cubano, creado en los últimos tiempos de la tiranía de Gerardo Machado, será el detonante para que deba partir a España y Francia, en 1932, y moverse por los mismos escenarios donde Rita Montaner hiciera resonar su Mamá Inés.

Una vez eliminadas las razones de su destierro y, no obstante el éxito que había conseguido en Madrid con su zarzuela La virgen morena, regresó a Cuba para marchar, muy pronto, a Estados Unidos donde redondeó sus empeños por crear un lenguaje coreográfico y sonoro que daría como resultado la implantación en los ambientes bailables y -por supuesto-en la escena, de lo que algunos han caracterizado como una especie de “conga de salón” que, de las más curiosas maneras, haría volver los ojos hacia Cuba.

Eliseo Grenet había transitado, al ritmo de su tiempo, por  todos los vericuetos del arte dramático-musical. Atrás quedaban las tandas de cine silente, las funciones dirigiendo la orquesta del Teatro Politeama, las andanzas fundacionales compartidas con Lecuona para dar inicio al género del Teatro Lírico cubano. Noches de concierto y cabarets, y el panorama se abre desde el cine norteamericano así como para la América toda. Renombradas figuras de la primera mitad del siglo XX reclamaron su presencia, con la absoluta seguridad de que nadie quedaría indiferente ante las piezas cantadas o la música incidental de una película bajo cuya dirección apareciera la firma de este compositor. Entre ellos, figuraron Josephine Baker, Jorge Negrete y Libertad Lamarque, a quien se le disfrutó en el popular Facundo.

Todo lo que se pueda investigar, todo lo que se pueda analizar o reflexionar en torno a la figura y la obra de Eliseo Grenet, resulta desproporcionado en relación con su grandeza. Algo de lo poco que he podido consultar al respecto, aparece como referencia al pie de la primera parte de estos trabajos. Yo remitiría -además– a los interesados en el tema, a las Crónicas que escribió Alejo Carpentier para la revista Carteles desde París a finales de la década de los veinte y comienzos de los treinta así como al sentido artículo que, a raíz de la desaparición física del compositor –por aquel entonces enfrascado de lleno en su última pasión musical, el “sucu-sucu”– dedica Nicolás Guillén a tan sentida pérdida para la música cubana. La compilación de la sección En Cuba (Segundo tiempo) de la Revista Bohemia, a cargo de Enrique de la Osa, ofrece una reseña de dicho triste suceso, ocurrido en 1950.

El mayor de los Grenet no suponía que el mundo de quienes vivimos en, por y para la música, reconocería una nueva estrella, única entre las más brillosas cuando, a poco tiempo de su partida, cuatro voces de mujer engarzadas desde el talento de la joven pianista Aida Diestro, dejarían registrado en su único disco ese Tabaco verde que ya no se quedaría en el tintero sino que, por el contrario, traería consigo un nuevo motivo para seguir enalteciendo la grandeza de su autor.

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